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las dos americas
Ilustracion andrea arroyo

Con Biden y Harris ganó la democracia

Joe Biden es el nuevo Presidente de Estados Unidos y Kamala Harris la primera mujer vicepresidenta. Es lo que decidieron 74 millones de ciudadanos. Hay que subrayar el aporte de los latinos que resultó fundamental en muchos estados clave, a pesar de la tendencia contraria que caracterizó el voto en Florida.

Cuando se apagará el gran fuego que ha prendido un proceso electoral insólito, marcado por el miedo a la pandemia y a la violencia de las armas, cuando, tras la agonía del lento conteo de votos se aplacarán, por un lado dudas y acusaciones y por el otro el entusiasmo que se ha volcado en las calles, los ciudadanos norteamericanos deberán confrontarse con una realidad que, nunca como ahora, mostró todas sus contradicciones. Las heridas que dejará una etapa en la cual se perdió todo límite y contención, son profundas y habrá que curarlas. Sin embargo, sería absurdo creer que son solo fruto de un período presidencial o de una elección.

Hay dos Norteaméricas que comparten un mismo país y una misma bandera. Y ¿cómo podría sorprender esa dualidad en un territorio tan desmesuradamente grande, cuando esas mismas diferencias las vemos reflejadas en naciones mucho más pequeñas como las europeas?

En los Estados Unidos conviven personas muy diversas y situaciones geográficas, económicas e históricas, extremadamente diferentes.

Es suficiente analizar las características de quien resultó electo en el Congreso, espejo de todas las contradicciones del país. Por un lado, tenemos a Cori Bush, enfermera afroamericana activista del movimiento Black Lives Matter y por otro a Marjorie Taylor Greene, seguidora del sitio web QAnon que, entre otras cosas, compara el Movimiento Black Lives Matter con el Ku Klux Klan. Y mientras en el Congreso de Oklahoma se sentará Mauree Turner, nonbinary, en North Caroline salió electo al Congreso Nacional, Madison Cawthorn, de 25 años, profundamente conservador quien, tras un accidente de tránsito, quedó en silla de rueda.

El arduo trabajo no solo del próximo Presidente y de su Vicepresidenta, sino de toda la clase política, sea del color que sea, debería consistir en un análisis profundo de las diversas realidades del país, entender, desde dentro, las frustraciones y las esperanzas, disminuir la tasa de abandono escolar particularmente alta en algunas zonas, luchar contra la violencia familiar que genera más violencia, sobre todo a través de la educación. Un trabajo de hormiguita para el cual deberían poner en campo a especialistas y voluntarios que puedan mapear los problemas y proponer soluciones.

Biden y Harris están muy conscientes de la difícil tarea que los espera. De allí sus discursos conciliadores, su llamado a la paz y a la unidad. Toman las riendas de un país en el cual la Covid-19 sigue cobrando un número altísimo de víctimas y la economía está en crisis. Un país con grandes diferencias sociales, marcado por la pérdida de poder adquisitivo de una clase media agonizante y asustada. Deberán conciliar la lucha contra el calentamiento global con la ayuda a las pequeñas empresas, la apertura hacia la innovación con la pérdida de trabajos, el restablecimiento de las relaciones multilaterales con la protección de la producción interna. Finalmente deberán superar la desconfianza de una parte de la sociedad y estar a la altura de las esperanzas de quien hoy los aclama.

Las diferencias de ideas e ideales estimulan la dialéctica y la crítica y así contribuyen al fortalecimiento de las democracias. Lo que sí puede matarlas son la incapacidad de diálogo y de respeto, las generalizaciones aplanadoras, la intolerancia hacia quien, guste o no, tiene derecho a compartir un mismo territorio.

Con Joe Biden y Kamala Harris termina una etapa oscura en la cual la política dejó paso a un populismo violento que se cebaba en la confrontación y el insulto. 

La democracia norteamericana, al superar una de las pruebas más duras de su historia, es la gran ganadora de estas elecciones. 


Ilustración por Andrea Arroyo

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