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Cesar Chelala

La violencia de las pandillas en Centroamérica

La violencia de pandillas, alimentada por el tráfico de drogas en América Latina, América Central y el Caribe, está teniendo un grave efecto en la vida de personas y amenaza con alterar el tejido social de los países de la región. En días recientes, el Gobierno de El Salvador ha incrementado en forma significativa el número de policías y militares destinados a la lucha contra las pandillas en el país.

Las pandillas centroamericanas, también llamadas maras, nombre de las hormigas voraces conocidas como marabuntas, participan en una amplia gama de actividades delictivas como el tráfico de armas y drogas, los secuestros, la trata y tráfico de personas, y la inmigración ilegal.

Una de las bandas más conocidas de Centroamérica, la Mara Salvatrucha, o MS-13, tiene aproximadamente 70.000 miembros que trabajan en zonas urbanas y suburbanas. Se originó en Los Ángeles en la década de 1960 y luego se extendió a otras partes de Estados Unidos, Canadá, México y América Central.

Las actividades de la pandilla llamaron la atención del FBI y del Servicio de Inmigración y Aduanas de EE.UU., el cual ha llevado a cabo redadas y arrestos a cientos de sus miembros. El FBI considera a la MS-13 como “la banda más violenta de América”. Sólo en El Salvador hay más de 13.000 pandilleros en prisión.

La MS-13 ha estado especialmente activa en el Condado de Los Ángeles, en el Área de la Bahía de San Francisco, Washington DC, Long Island, Nueva York, y toda el área de Boston. Su código de conducta es la violencia, incluyendo la venganza feroz y el castigo cruel. Los miembros de esta banda originalmente fueron reclutados por el cartel de Sinaloa (al que pertenece Joaquín “El Chapo” Guzmán) en su lucha contra los carteles de Los Zetas mexicanos, al sur de la frontera con EE.UU.

Muchos miembros de las pandillas que viven en EE.UU. fueron deportados a El Salvador, Honduras, y Guatemala, sumándose a los ya graves problemas sociales en esos países. Llevaron con ellos la cocaína y, de manera previsible, los delitos relacionados con las drogas pronto se incrementaron fuertemente. Los pandilleros deportados de Estados Unidos ampliaron los grupos locales y encontraron reclutas fáciles entre jóvenes locales marginados. Hoy en día, la mayoría de los miembros están en sus 20 años, mientras que sus líderes están sobre los 30 y 40.

La batalla de las bandas con la policía por el control de barrios obreros provocó en cada caso tácticas de mano dura por parte de las fuerzas del seguridad. Algunos opinan que éstas resultaron improductivas, argumentando que desataron más violencia y terror. Como resultado de los esfuerzos de cada gobierno para eliminarlos, muchos miembros de las bandas regresaron a Estados Unidos, donde continúan su participación en actividades delictivas. Hoy en día, las pandillas se han expandido hacia el sur de México, a Colombia y Brasil, donde los gobiernos han generado pedidos de ayuda en un esfuerzo más organizado para luchar en contra de ellos.

Debido a la gran pérdida de vidas que causan las pandillas, la Organización Panamericana de Salud y la Asamblea Mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS), definió a la violencia como un “problema de salud pública”. La OMS propuso un enfoque epidemiológico para hacerle frente, que consiste en: a) definir el problema y recolectar información, b) identificar las causas y factores de riesgo, c) desarrollar y ensayar intervenciones específicas, y d) evaluar la eficacia de las acciones.

En el pasado, este sistema se utilizó con éxito en Colombia, en la década de 1990. En ese entonces, se firmó un acuerdo entre los funcionarios del gobierno con los líderes de las pandillas que operaban en la ciudad de Cali. Como resultado, éstos pararon sus actividades delictivas y los funcionarios del gobierno se comprometieron a proporcionarles préstamos y capacitación técnica a los miembros de las pandillas.

Un enfoque similar se utiliza actualmente en El Salvador, donde el gobierno está tratando de frenar la actividad de pandilleros a través de un ambicioso programa de trabajo, complementándose con otras medidas sociales como la capacitación y provisión de puestos de trabajo. Este enfoque podría ser seguido por los demás países de la región.

Los enfoques exitosos sugieren que el control a la violencia de las bandas exija una acción a largo plazo, aún cuando podría no dar resultados inmediatos. Es importante que las actividades de prevención estén dirigidas a los sectores más jóvenes de la población, en particular a los que sufren condiciones de abuso en el hogar y que debido a la pobreza y a la falta de educación carecen de condiciones para el cumplimiento de sus necesidades básicas. El uso de un enfoque multifacético puede ser la mejor garantía contra la lacra social de la violencia de pandillas en la región centroamericana.


Photo Credits: OEA / SMS Arena Ortega

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