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El ataque del dementor 2971: La subida del dólar para una venezolana

El viernes 25/11, el dólar, en Venezuela, rozó los 3000 Bs. en el cambio extraoficial. No sé si en otros países los ciudadanos estén tan pendientes de las tasas cambiarias, pero aquí las personas que entienden de economía y los que hacemos el intento de entenderla, las tenemos bien presente.

El dólar para nosotros puede cambiar planes y torcer destinos en menos de una semana, tal como sucedió esa última semana de noviembre.

En mi caso, ya que tengo como meta el irme del país el próximo año, cada subida y bajada representa mayores o menores posibilidades de lograrlo. Cuando el jueves vi la tasa en 2700 Bs. sentí mucho miedo, pero cuando el viernes subió a 2971 Bs., entré en pánico.

Las cosas personales que me ocurrieron ese día, que en mi cabeza gritaban país por todas partes, más lo del cambio, me resultaron demasiado para poder manejarlo de otra manera que no fuese con un llanto intenso que amenazó con secarme los ojos. El dólar en ese momento se convirtió en un dementor.

Al día siguiente, S., mi pareja, me recordaba este comercial y su respectiva parodia en Radio Rochela, el programa de comedia de la televisión venezolana que duró 48 años al aire. Para el momento en el que la parodia salió, parecía exagerada, salida de una imaginación kafkiana. Ocho años después resultó una triste profecía darwiniana. Un cómico que anunciaba que no habría agua, electricidad ni comida… Pues los tres podemos tacharlos del checklist de «Cosas que han faltado en Venezuela en el 2016».

Desde hace mucho tiempo, el dólar es una divisa que con cualquier movimiento económico es capaz de «llevarse por los cachos», como dicen en mi casa, los sueños y realidades de cualquier venezolano.

Mi suegra, una española con más de 30 años viviendo en Venezuela, me preguntó «¿A dónde se les fue el país?». Supongo que fue el paraíso que se convirtió en infierno, llevado de las manos de Fidel y Chávez, quienes me demostraron que esto de la justicia terrenal (lo que aquí se hace, aquí se paga), no existe.

Para el momento en el que escribo este artículo, apenas cuatro días después de haber estado en 2971 Bs., está en 3986 Bs., así que es posible que para el momento de la publicación de este texto ya haya llegado a los 5000 Bs. y pienso que estoy siendo conservadora.

Creo que lo único que puedo hacer es respirar, tal como me lo pidieron Mariza (Directora de ViceVersa), mi madre y mi suegra, pues no soy yo quien tiene la herramienta para enderezar el destino de esta tierra. A pesar de eso, no puedo evitar mirar con inmensa preocupación y ansiedad el futuro de la que alguna vez fue tierra para recibir inmigrantes, transformada hoy en una tierra de miseria, hiperinflación y exportadora de talento humano. Quizás en estos meses la pregunta cambie de “¿Cuándo te vas?” a “¡Vete ya!” o “¿Aún puedes irte?”.

Tengo años escuchando que “cuando el dólar llegue a tal precio, se prende el peo”, como una profecía que la resistencia social no tiene fecha de caducidad sino un precio, pero ya la tasa cambiaria ha sobrepasado todos esos límites vaticinados y henos aquí, peor que nunca.

Sé que no estoy siendo subjetiva al decir que estas serán las navidades más tristes de la historia venezolana, al menos hasta ahora, porque ni en los peores tiempos del pasado con sus múltiples crisis, la situación estaba en este nivel.

Aparte de respirar, no me queda otra que esperar con los dedos cruzados que el momento que tengo estipulado para marcharme no sea demasiado tarde.


Photo Credits: Eli Christman

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