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calogero salvo futuro despues de covid19
Photo by: Alexandru Paraschiv ©

La sociedad está lista para renacer

En consideración de los múltiples análisis y reflexiones que genera y también requiere una situación tan delicada como la que estamos viviendo, hemos decidido ceder el espacio del editorial a personalidades quienes, desde diferentes profesiones y experiencias, nos ofrecerán su visión sobre el futuro que nos espera, o quizás, más bien, el futuro que podemos construir.

 

Durante este intenso período de cuarentena, mi mente ha estado divagando hasta volver al recuerdo de otros momentos en los cuales, al igual que ahora, sentí mucho miedo.

Eran los años 80 y la pandemia del SIDA llenó de un temor profundo mi vida, así como la de millones de otros hombres de mi generación. La muerte nos parecía inminente. Mi vida, la de mi pareja, así como la de amigos, conocidos y muchos otros en nuestra comunidad parecía estar llegando a un trágico e inminente final. Muchos de nosotros, en plena juventud y con apenas dos decenas de años, perdimos toda esperanza. El futuro era incierto.

Cuarenta años después, en medio de esta crisis del COVID-19, he estado experimentando sentimientos similares de pánico, dudas y ansiedad. Por supuesto, la situación real no es exactamente la misma.

Al comienzo de la pandemia del SIDA, la mayoría de los hombres homosexuales éramos señalados, acusados, atacados y, en algunos casos, asesinados. Fuimos perseguidos, despedidos y desalojados de nuestros hogares. La información sobre la enfermedad era escasa y todos temíamos lo peor ya que la sociedad, ciega e ignorante, buscaba un chivo expiatorio, alguien a quien culpar como responsable de la crisis. En ese caso fue la comunidad gay.

Esta desafortunada realidad de persecución y agresión a minorías ha sido común a lo largo de la historia y continúa repitiéndose día tras día, por motivos diferentes. Los ejemplos son innumerables: en los años de la Segunda Guerra Mundial el encarcelamiento de ciudadanos japoneses estadounidenses en campos de concentración en el mismo territorio norteamericano y el exterminio del pueblo judío europeo; más tarde el asesinado de musulmanes en Croacia, las masacres de kurdos, nepaleses, de las tribus indígenas en todo el mundo, de los Indúes musulmanes, y, más recientemente, los campos de concentración en los cuales han encerrado a los inmigrantes ilegales en un país que se jacta de ser ejemplo de civilización y democracia.

Los más débiles, los diferentes, los llamados “ovejas negras” son quienes pagan por la ignorancia y a causa de sentimientos como el racismo, el clasismo, la intolerancia, el sexismo y la homofobia entre otros. Ismos que siguen arraigados en todo el planeta.

Son nuestras plagas constantes y pareciera que no tienen fin.

Mientras continuamos en este encierro me pregunto: ¿Cambiará realmente nuestra sociedad cuando todo esto pase? ¿Perderán los seres humanos su narcisismo y serán capaces de dar a la sociedad más de lo que reciben? Cuando disminuya la turbulencia económica, ¿la vida se reestablecerá como si nada hubiese pasado? ¿Dejarán de existir la pobreza, la privación de derechos, la falta de vivienda, el sexismo, la xenofobia, los prejuicios, la intolerancia y el apartheid?

Me entristece admitirlo; sin embargo, dudo que se den cambios importantes, aunque me gustaría equivocarme.

A momentos, en la intimidad de mi hogar, estando junto a mi esposo, sueño con un futuro mejor. Sueño con una mayoría de edad para un mundo nuevo, con un renacer de nuestra sociedad cruel e injusta donde la acumulación de capital y el egoísmo dominan cada movimiento. Sueño que cuando volvamos a las calles seremos más fuertes y saludables y veremos estos tiempos devastadores como un punto de partida para el nacimiento de una nueva civilización.

Un lugar donde las personas sean respetadas como individuos y no solo como números; donde las mujeres sean igualmente valoradas; donde todas las minorías tengan el control y la oportunidad de rediseñar sus comunidades; donde las personas LGBTQ+ puedan vivir libres y seguras en todas partes; donde todos, sin importar el estatus social, tengan acceso a la medicina y a la educación; donde la economía sea vista como una herramienta para crear y diseñar mejoras para todos y no solo para el pequeño grupo que detiene el poder; donde las funciones del gobierno sean las de mejorar nuestras vidas y no se limiten a un interminable, deshonesto, distorsionado y absurdamente caro, bla, bla, bla, de campañas políticas.

Hay que tomar consciencia de que lo que teníamos antes de la pandemia ya era inestable, decrépito y lleno de falsas expectativas.

¿Qué pasará con las personas sin hogar, los pobres, los migrantes, los enfermos, los marginados y con el ecosistema mismo?

Me perturba constatar que seguimos desprotegidos y careciendo de humanidad en nuestras decisiones. No vemos más allá del informe meteorológico del día. Somos ciegos, sordos y absurdamente primitivos en la forma en que nos acercamos y tendemos a resolver problemas. Lo que esta pandemia obviamente está demostrando es cuán despreciativa ha sido nuestra sociedad hacia los que no tienen y quienes son la gran mayoría.

Estos son tiempos difíciles para todos nosotros. Son momentos de gran importancia para nuestro bienestar y el de nuestras comunidades. Nos estamos enfrentando colectivamente a una montaña rusa cuyo impacto se está repercutiendo en todo el planeta de una forma que nunca hubiéramos imaginado.

Esta pandemia global nos está demostrando cuán interconectados estamos todos y cuán similares son nuestras trayectorias.

Creo que es de suma importancia reaccionar con serenidad, pero con valentía porque es necesario que nos reagrupemos, repensemos y relancemos una nueva sociedad. Si alguna vez tuvimos la oportunidad de cambiar, quizás este sea el momento. Carpe diem.

Una famosa cita del gran pensador, Confucio me viene a la mente: «Cuando es obvio que las metas no pueden ser alcanzadas, no ajustes las metas, ajusta los pasos de acción».

Ahora más que nunca necesitamos la visión, la certidumbre, la orientación, la inteligencia y la fuerza de todos para ayudarnos a avanzar y superar estos tiempos arduos y dolorosos.

No será fácil y no será rápido, pero las semillas han sido plantadas. La sociedad está lista para renacer.


Photo by: Alexandru Paraschiv ©

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