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La satisfacción con el trabajo

La situación económica, los conflictos bélicos, la deportación de inmigrantes y la falta de empleo bien remunerado mantienen a los trabajadores en la incertidumbre. Ese estado de inseguridad causa ansiedad y afecta el estado de ánimo. ¿Te has preguntado si estás satisfecho con tu trabajo y si el salario cubre tus necesidades? Para la clase obrera la satisfacción laboral es poca, los salarios apenas cumplen las necesidades básicas, el mercado laboral tiene pocas alternativas. Pero quienes trabajan de manera independiente también tienen sus preocupaciones: la mayoría está sometido a mucha tensión; el hecho de no contar con un salario y prestaciones genera mucho estrés; el autoempleo se enfrenta con la informalidad, competencia fuera de la ley, en comparación con los empleados de tiempo completo. El hecho de tener sueldo seguro y prestaciones, de alguna manera le da seguridad al trabajador.

Vivir en estado de bienestar sería fácil, se necesita un trabajo que nos guste y alguien a quién amar. Pero estamos inmersos en el consumismo, en la cultura desechable, en la búsqueda de satisfacciones inmediatas; hasta las relaciones afectivas se vuelven desechables. El trabajo contribuye a una mejor situación personal y familiar, a una mejor condición social, al establecimiento de relaciones, a la creación de redes de apoyo y a la posibilidad de marcarse objetivos profesionales a mediano y largo plazo, lo que ejerce gran influencia en la felicidad de las personas. La infelicidad llega a su nivel más alto con el desempleo. La carencia de empleo es uno de los duelos más difíciles de enfrentar, especialmente cuando el trabajador es el único proveedor de la familia. La experiencia de estar desempleado afecta a la persona y a su entorno; la vida se complica al grado que muchas parejas terminan divorciando. Otro problema importante que enfrentan los trabajadores es que gastan más de lo que ganan, la facilidad del dinero plástico es una gran tentación, inmersos en el consumismo saturan sus tarjetas que se vuelven impagables.

La tecnología afecta la salud mental y laboral, la conectividad nos aleja del más cercano. Aunado a eso, las fábricas y oficinas son lugares “Geopáticos” que enferman, son espacios cerrados sin luz natural y muchas veces se requiere el manejo de químicos. Estar sentados en sillas inadecuadas causa problemas en la columna y la computadora es dañina para los ojos y las manos. La adicción a la tecnología genera trastornos compulsivos.

Los que padecen trastornos obsesivos viven en ansiedad constante, cerebros acelerados de la era moderna, se obsesionan con la perfección. La ansiedad necesita fantasías de control para sentir seguridad y rituales que se vuelven conductas compulsivas como: morderse las uñas, enlistar actividades, coleccionar objetos, jalarse el cabello, lavarse las manos. Las compulsiones pueden ser tan graves que impiden que la persona se desempeñe de manera efectiva. Los obsesivos sufren miedo irracional de ser despedidos, están en una lucha constante entre lo ideal y lo real.

La realidad es que nada es seguro ni permanente y la inteligencia se mide en la capacidad que tenemos de adaptarnos a los cambios. Tomemos en cuenta las palabras de W. Churchill: “el éxito no es el final, el fracaso no es la ruina, el coraje de continuar es lo que cuenta”.

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