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La risa como opio

No es secreto que Venezuela está atravesando tiempos difíciles. Los frentes sufrientes son numerosos y variados. La economía va cuesta abajo, el descontento social continua su expansión, suministros básicos se vuelven escasos, la violencia y la impunidad fluyen libremente, y el paraje político es menos que prometedor. Las cosas están mal, verdaderamente mal. Y no muestran ninguna señal de mejora. La infelicidad abunda, y de igual manera no podemos dejar de reírnos.

¿Es la risa nuestro opio? ¿Es el “bendito” sentido del humor del venezolano nuestra perdición? Pues, no. No por sí solo. Pero como mínimo, no está ayudando. Es muy común hablar sobre pasados (y peligrosos) encuentros con ladrones, vándalos y asaltantes con sonrisas en nuestros rostros, contando los detalles graciosos y construyendo suspenso para culminar con el punch line, como la mirada llena de pánico en el rostro de alguien, o la forma en que el amigo con sobrepeso corría de forma desesperada luego de ser despojado de sus pertenencias. Yo también soy culpable de semejante comportamiento, y se me ha escuchado compartir con entusiasmo un encuentro potencialmente mortal que involucró una entrada ilegal a mi hogar, que hizo que mi madre pretendiera sufrir un ataque epiléptico, del que se curó mágicamente cuando los asaltantes decidieron que la mejor forma de detenerlo, era introduciendo una media sucia en su boca. Se dice que todo el mundo tiene una historia que contar. En Venezuela todos tenemos una historia graciosa que contar que involucra ser asaltado y/o casi asesinado.

¿Pero todo eso es un testimonio de qué? ¿De nuestra locura? ¿De nuestra ignorancia? ¿De una maravillosa habilidad de verle el lado positivo a absolutamente todo? ¿O tal vez de nuestra pereza? La comedia es más fácil que el drama, dijo Woody Allen. El drama confronta la vida, mientras que la comedía se burla. ¿Y no es esa la forma que la movida política ha adoptado los últimos 15 años? La burla, y (mas recientemente) la auto-burla?

Yo siempre pensé que lo que realmente quería Chavéz era ser comediante. ¿Y quién no odia a Maduro un poquito menos o lo quiere un poquito gracias a sus tonterías (involuntarias)?. Nuestra atención, como la gente de un país severamente mutilado, es constantemente re-dirigida por medio de declaraciones excepcionalmente ridículas (pero siempre graciosas) como las de una “Guerra Memetica”. Y tristemente parece estar funcionando.

Nuestro particular gusto por la comedia, y nuestro orgullo de ser un pueblo feliz, capaz de mantener una sonrisa ante las circunstancias más difíciles, parece estar siendo utilizado para fomentar una actitud mediocre y estoica ante la decadente situación del país. Y tal orgullo, está implantado tan profundamente en nuestro ADN colectivo, que aquel que se atreva a presentar un receso momentáneo de la senda de la risa, no es más que un apátrida, amargado y cínico, que busca atacar la fibra misma del venezolano.

La pregunta permanece, ¿Qué podemos hacer? ¿Podemos como pueblo  siquiera considerar un receso (así sea momentáneo) a la risa  para darle lugar al progreso? ¿Podemos renunciar a un rasgo que consideramos tan propio? Espero que sí. No será fácil, los ya grises días se verán aun más oscuros, pero tendrán un mejor chance de llegar a su fin. Creemos que el cambio está al girar la esquina, ahí, cada día más cerca de nosotros, todavía invisible, pero indudablemente ahí, acercándose. Pero no lo está, no hasta que cambiemos nosotros primero. Y tal vez, un poco menos de risas y un poco más de confrontación (con las realidades de la vida) es la forma de lograrlo. Tal vez necesitamos sacrificar un poco de felicidad, para ser un poco mejores.

Finalmente, uno puede preguntarse ¿En donde entran nuestros comediantes y caricaturistas en todo esto? Henry David Thoreau, quien no era para nada gracioso, escribió lo siguiente: “Amamos la elocuencia por la elocuencia misma, pero no por alguna verdad que pueda expresar…” Y así, la comedia, por la comedia misma, por más amada que sea, es a últimas instancias estéril. Pero si le huye al vacío, si se atreve a confrontar, si expresa verdad, es valiosa. Nuestros caricaturistas han entendido esto y lo han puesto en práctica (La persecución que sufren es evidencia de eso) algunos comediantes como Laureano Márquez, también. Pero es el comediante de casa, de calle, de autobús, de taxi, de automercado, de ferretería, al que hay que convencer, que la risa más valiosa, no es la que nos hace olvidar, sino reflexionar.

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Marina de Tovar
Marina de Tovar
8 years ago

Guaoooo… «La risa más valiosa, no es la que nos hace olvidar, sino reflexionar»… Me encanta este artículo! Y si, es la bendición y la perdición de los venezolanos!!!

Nora
Nora
8 years ago

No se porqué razón no lo había leído…. Acertado todo, ojalá lo lean muchos!

JOSE RAMON CRUZ
JOSE RAMON CRUZ
8 years ago

excelente!!!!!!!!!

Alejandro
Alejandro
8 years ago

Excelente !!!!!!

Gladis
Gladis
8 years ago

Muy bueno y bastante reflexivo para 26 anos de edad del autor, pienso igualmente que la comedia del vzlano es para esconder la tragedia que como dice Andres es mas facil la risa que el llanto,porque hasta la risa la soltamos gratis, y todo lo que nos cueste trabajo y sudor lo posponemos siempre, La libertad y las responsabilidades ciudadanas son muy serias y su postergacion conlleva a lo que hoy vive la Republica

Ana María
Ana María
8 years ago

Excelente articulo de esté Joven Hombre que tuve la oportunidad de conocer cuando aun era un niño; y si Andres ya es la hora de dejar el chiste y ponernos serios y tomar las riendas del país con toda la responsabilidad que se merece. Un aplauso a tu artículo y análisis de la vida del Venezolano

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