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La oscuridad y el caos organizado: Crónica de una noche post-sísmica

Confusión, curiosidad. Constancia.

Como un turista desinformado, caminé las calles nocturnas de una colonia en la que anteriormente transitaba seguido, a pie, en bici, de noche y de día. Ahora era oscura y vestía la banda amarilla que nadie quiere vestir: Peligro, No Pase. Almas caminaban en silencio, agrupadas entre cuatro y seis personas, con la seguridad del que sabe que está en el lugar correcto. Pasaban motorizados con botellones de agua a sus espaldas, al fondo un grupo de personas gritaban, dirigían el tráfico, usaban chalecos que brillaban a lo lejos. Olía a gas la colonia Condesa.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Un chico me pide que agilice el paso, que no obstaculice. Yo le tomé una foto que resultó tener muy poca exposición. Mi compañero y yo tratábamos de llegar a la Avenida Insurgentes para reunirnos con un equipo de brigadistas, pero el paso estaba cerrado. Ante nosotros, la inmensidad del colapso: Álvaro Obregón 286; un cementerio de varillas y hormigón. Justo al lado de La Clandestina, donde unos meses atrás tomaba un mezcal con mi hermano, recordé. La Ciudad de México y su gente han cambiado desde aquel martes inesperado, exactamente 32 años después de aquel otro nefasto terremoto.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

No había paso hasta llegar a Insurgentes, nos decía el oficial encargado. Teníamos que rodear por Parque México para llegar a la Roma, donde esperaban los otros rescatistas frente a otro derrumbe. Yo seguía sorprendido, sin entender qué hacían todas esas personas en fila, callados, mirando al vacío compuesto de hormigón. Estaban en vigilia, rezando, quizás, silenciosamente por los caídos, por los atrapados. Se mantenían en pie en nombre de esas 40 personas que todavía no se levantaban, atrapadas bajo el escombro. Me pareció admirable. Toda esa noche que recorrí distintas zonas del centro de la capital, había en el aire un sentimiento de admiración y perseverancia. No nos vamos a rajar, decían.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Damos la vuelta y llegamos a la Avenida Insurgentes esquina con Sonora. Ahí, al otro lado del edificio donde venden pelucas, donde viví hace unos años. Nuevamente, una manada organizada de voluntarios dirigía el tráfico de la avenida más larga del mundo, juntaban comida y víveres, ofrecían sandwiches y tortas, daban instrucciones. Un pequeño niño ofrecía café a los cuerpos militares, ellos lo rechazaban tímidamente, como el que no siente que se merece una gentileza. Estaban ahí, mirando con perplejidad cómo se desarrollaba todo sin tener que intervenir. La escena del derrumbe era una vitrina, y ellos los maniquíes. Cadenas de humanos se pasaban de mano a mano los víveres que iban a ser transportados a las zonas de mayor carencia, distribuyendo la enorme ayuda que los mexicanos han ofrecido a raíz del terremoto. En la calle Querétaro, un grupo de rescatistas esperaban instrucciones mientras comían taquitos de guisado de la cajuela de un coche.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Logré que me dejaran pasar unos minutos para ver, y tomar fotos del colapso del edificio de la calle Medellín 176, aquel donde el megáfono de su hermana gritaba porque Erick Gaona resistiera los escombros. Hemos sacado ya dos cuerpos sin vida, me dijo la chica encargada que me custodiaba, ya no con rostro de decepción o tristeza, sino de cansancio, un rostro que persevera bajo noche y día, sin la esperanza de ver a los atrapados volver a nacer. Unas horas atrás habían entrado las brigadas de rescate israelíes junto con los topos, buscando vida dentro del escombro. Esa fue la noche que sacaron el cuerpo de Erick. En frente del edificio un grupo de personas, conformado por brigadistas y un militar, bromeaban y reían. El chiste debió haber sido muy bueno.     

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Escoltado nuevamente, regreso al centro de acopio de Insurgentes donde siguen metiendo agua y víveres en un gran camión de transporte. Me impresiona el liderazgo de los brigadistas civiles sobre las fuerzas militares. Son ellos los que deciden qué se hace y cómo se hace; los militares obedecen en silencio. Me despido del caos organizado de la Roma para irnos hacia la colonia Del Valle, un poco más al sur, donde, al parecer, necesitan voluntarios para relevar a otros brigadistas.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

En la camioneta pick-up recorremos las solitarias calles en búsqueda de lugares donde ayudar. Ocasionalmente se divisan otras camionetas con más brigadistas haciendo lo mismo que nosotros, todos desesperados por ayudar, echar la mano, hacer el paro, poder llenar de solidaridad ese vacío enorme que todos sentimos después de aquel martes desafortunado. Llegamos a un par de derrumbes donde, efectivamente, no necesitan más apoyo. La ayuda de los mexicanos al desastre ha abundado, inclusive sobrepasado las expectativas de este desinformado turista.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Finalmente, llegamos a un pequeño centro de acopio donde parece que sí hacen falta brigadistas. Nos anotamos en una lista; somos alrededor de 23 voluntarios. Recuerdo por lo menos a cinco mujeres. Empieza a caer la lluvia de la una, madrugada, viernes. Utilizo una bolsa de basura para cubrir mi cámara y sigo a los otros 22. Nos volvemos a detener bajo una lona de plástico, y pasan lista de nuestros nombres. Debemos permanecer juntos. No logramos encontrar el edificio colapsado; uno de los chavos con impermeable amarillo dice que nos dirijamos hacia la calle Eugenia, donde está el otro gran centro de acopio. Jesús -para inventarle un nombre- dice que lleva apoyando en las actividades de rescate desde que todo comenzó. Ya ni sabe qué día es hoy; las dos chelas que se tomó lo tienen un poco desorientado, dice riendo.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Sigue lloviendo fuerte. Al llegar a Eugenia, otro ejército de voluntarios, refugiados bajo una gran lona amarilla. Esperan para entrar a la zona colapsada. Los acompaño para proteger mi cámara del ahora torrencial que cae. Pronto acabará, pienso. Resulta que nuestra participación va a tener que esperar unas horas, todavía no empieza el turno de las 3 AM. Otros brigadistas, los que se anotaron al mediodía, están ahora recogiendo los escombros. Parece que ya no están sacando más cuerpos. Para ayudar, hay que esperar. ¿Quién lo diría? Sin duda es algo bueno, pocas veces visto. Las cadenas humanas, el símbolo de la perseverancia en estos días, continúan pasando de mano en mano víveres que van llegando a la calle Eugenia y División del Norte. En la esquina, un restaurante abre sus puertas y ofrece todo tipo de comida a los voluntarios. En vez del menú ejecutivo, el menú brigadista.    

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Antes de poder entrar a la zona de escombros, escuchamos la noticia que en la colonia Roma, en las calles Puebla y Valladolid, el gobierno autorizó el uso de maquinaria pesada para derribar los escombros de un viejo edificio colapsado. Todos sabemos lo que significa. Rápidamente, se forma un grupo de personas para ir al sitio y hacer acto de presencia. Preguntan si alguien sabe cómo llegar, y yo me ofrezco para acompañarlos. Claro, si viví en un departamento justo antes de llegar a esa esquina, sobre la calle Puebla. Otra vez lo surreal coincide con mi conexión personal con esta ciudad.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

En el carro conversamos sobre la arbitrariedad del gobierno de empezar a utilizar maquinaria pesada. No han pasado ni tres días, y ya quieren desistir en la búsqueda de sobrevivientes. Después del terremoto del ‘85 pasaron semanas antes de rescatar personas todavía con vida, dice el chico que maneja el carro. Él y sus dos amigos viajaron esa noche desde Toluca a traer comida y ayudar donde se pueda. El gobierno debe restablecer el orden en la ciudad. Ya basta de civiles salvando vidas, ya basta de actos de solidaridad y autonomía. Borrón y cuenta nueva. Abajo los escombros, y los cuerpos también, vivos o muertos.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Al llegar, ya vemos un grupo de alrededor de 30 brigadistas al borde de una banda amarilla, esa que nadie quiere vestir, la que impone jerarquías. Conversan en voz baja, hacen planes, idean estrategias. Al fondo, una enorme máquina, iluminada cinematográficamente por reflectores a los lados, utiliza sus garras metálicas para remover escombros. Es una escena tensa. Por voz de una brigadista nos enteramos que los familiares de los habitantes se opusieron a la entrada de maquinaria pesada, tratando de salvaguardar la integridad de sus familiares quizás aún con vida. Sus súplicas, según parece, fueron ignoradas por las autoridades. Ahora pernoctan bajo sábanas prestadas en la esquina de la calle, a la sombra de un restaurante, resignados a esperar. Quieren recoger en chinga para que se acabe esto, dijo una joven; usaba lentes, y ella misma admitía que el cansancio no le permitía elaborar de una manera más elocuente. No podía tener más de 20 años. Y ahí andaba, actuando de líder de brigada, interactuando con las autoridades, pasando días sin dormir, en defensa de los oprimidos por el hormigón y el mal gobierno.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Van a ser las 5 de la mañana y ya empiezo a sentir las piernas, los ojos. Dos brigadistas logran persuadir a las autoridades para que dejen entrar en la zona y verificar el perímetro. Ella blanca, él moreno. Digo esto porque a lo largo de mi jornada nocturna, me impresiona el enorme y valioso trabajo en equipo entre voluntarios que provienen de diferentes estratos socioeconómicos. Esto es importante en México. En un país donde la desigualdad económica y racial abundan, los mexicanos se han organizado masivamente en un solo pueblo, dejando atrás sus diferencias sociales, para afrontar una de las mayores catástrofes en las últimas décadas. Y en el proceso, han sobrepasado la ineficaz autoridad de un gobierno que cada vez más protege sus intereses y defiende la corrupción.

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

 

Aquella noche del jueves vi a un México civil levantándose, autónomo y organizado, a favor de los más necesitados y en contra de la negligencia histórica. Aquella noche, por lo menos ante mis ojos foráneos, vi a un pueblo joven aguardar el próximo temblor: la revolución ciudadana.    

 

Juan Andres Urgelles
Juan Andres Urgelles – ViceVersa Magazine

Este artículo fue originalmente publicado en: https://www.juanurgell.com/

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