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abortion law
Photo Credits: Lorie Shaull ©, Norma McCorvey (Jane Roe) and her lawyer Gloria Allred on the steps of the Supreme Court, 1989

La ofensiva de la intolerancia

El Senado de Alabama votó una ley que prohíbe el aborto hasta en los casos de violación e incesto, y prevé penas durísimas tanto para la mujer como para el médico que lo practica. Este último sufriría una condena peor de la que enfrentan los violadores. La ley fue votada por 25 senadores republicanos, hombres y blancos. Las únicas cuatro mujeres que ocupan asientos en ese Senado son todas demócratas. Sin embargo, lo que suena peor todavía, la ley fue ratificada gracias a la firma de una mujer, la gobernadora republicana Kay Ivey.

La ofensiva contra el derecho al aborto en Estados Unidos no es nueva e involucra a muchos estados, sobre todo los del Medio Oeste y del Sur del país. Sin embargo en el caso de Alabama la situación es mucho más preocupante. Los legisladores de ese Estado lanzaron un desafío a sabiendas de que la ley que aprobaron a nivel local no tiene ninguna posibilidad de entrar en vigor porque cualquier tribunal menor puede bloquearla al considerarla anticonstitucional. Su objetivo va más allá. La meta final a la que aspiran es llevar la pelea hasta el Tribunal Supremo. En esa instancia la tendencia antiabortista se ha reforzado tras la elección de Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, ambos conservadores. No hay duda: la Ley federal que considera legal el aborto en todo el territorio nacional está en serio riesgo.

La conquista de los derechos de la mujer no ha sido un camino ni fácil, ni breve. Y aún falta un

buen trecho por recorrer. Insertada en otras batallas contra todo tipo de desigualdad, racismo, homofobia, discriminación social, la lucha de las mujeres fue particularmente dura porque muchas veces implicó una ruptura total con familias, afectos, amistades. Y no solo. También obligó a una revisión de actitudes consideradas “normales” por una educación que marcó a generaciones de mujeres.

Los grupos feministas se transformaron en el espacio en el cual era posible analizar, debatir, vencer soledades y construir estrategias para lograr una paridad que, en algunos casos, parecía una quimera casi irrealizable. Muchos hombres solidarizaron con ellas, otros, por el contrario, aún estando en primera fila en otras batallas sociales, no pudieron deslastrarse de un cierto tipo de mentalidad y educación.

Las feministas supieron desde siempre que para obtener un cambio real en el mundo de las leyes, de la política, en la sociedad en general, era necesario modificar toda una mentalidad cuyo goteo podía resultar más poderoso de un ácido en lo que a derechos se refería. Había que intervenir para cambiar desde lo más grave hasta lo más sutil. Y pasaron años antes que una mujer considerara y luego denunciara, inoportuna y violenta una actitud que en otras épocas era tachada de “galantería” o “normal juego de la seducción”.

Sin embargo muchas de esas batallas, sobre todo las que se referían a una paridad laboral y legal, se ganaron y en la mayoría de los países europeos así como en Estados Unidos, se logró también despenalizar el aborto y reconocer el derecho de la mujer a ser dueña de su cuerpo.

Lamentablemente siguen siendo muchos, demasiados, los países en los cuales el aborto es ilegal y las mujeres, sobre todo las más pobres, mueren a manos de las comadronas.

En América Latina todavía estamos lejos de obtener el respeto que cada una merece en su casa y en la sociedad y la batalla para el aborto libre y seguro está lejos de ganarse. En algunos países se ha logrado que la interrupción del embarazo sea permitida aún bajo muchas restricciones pero en otros, sobre todo en Centroamérica, es vergonzosamente perseguido. La fuerza que van adquiriendo los movimientos religiosos, en particular los evangelistas, en toda la región así como en Estados Unidos, es la más grande amenaza hacia la legalización del aborto.

Sin embargo, al peligro, cada vez mayor, de no lograr la despenalización del aborto en países dominados por una mentalidad sexista y reaccionaria, hoy se agrega la preocupación, fundada, de perder ese derecho hasta en las naciones en las cuales parecía consolidado.

Lo que pasó en Alabama es una campanita de alarma que tiene que resonar muy fuerte no solamente entre las mujeres sino en todas aquellas personas quienes aspiran a vivir en una sociedad más justa, reglamentada por leyes y no por conceptos religiosos, una sociedad en la cual la igualdad y la libertad de decisión y expresión sean realidades concretas. La filosofía en la cual se basan los senadores de Alabama al igual que líderes populistas como Trump en Estados Unidos, Bolsonaro u Ortega en América Latina, Salvini en Europa, para citar solo algunos, fomenta la exclusión, la homofobia, el racismo y no solamente el machismo. No peligran los derechos de las mujeres, peligran los derechos humanos en su totalidad.

El feminismo no está muerto y hoy es más necesario que nunca. Sin embargo no debería ser considerado un movimiento exclusivo de mujeres porque cuando hablamos de derechos, cuando hablamos de paridad, cuando hablamos de inclusión y solidaridad, no podemos declinar las frases solamente al femenino.


Photo Credits: Lorie Shaull ©, Norma McCorvey (Jane Roe) and her lawyer Gloria Allred on the steps of the Supreme Court, 1989

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