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Pavel Stev Salazar

La odisea de la verdad

Mentir; del latin mentirí. Hilar una idea en la mente del otro, erigir, hacer pensar que se es la verdad, desconocer nuestra naturaleza de Uliseos que derivan en un mar de palabras enemistadas con el destino de quien navega. Luego viene la aventura,  travesear con Mnemosine, enamorarla con un lenguaje turista de nuestra boca. Decir somos esto y lo otro pero no ser idóneos para decirnos cómo vivir.

Buscar la respuesta en el placer y el amor, buscar la respuesta en la oscuridad de nuestro pecho y apenas lograr un boceto de lo que creímos. Buscar la respuesta en lo incandescente de nuestros ojos cuando se quiere, pues somos la Gorgona de los sentimientos y buscamos en el otro el horizonte, la luz, el ojo que podamos incrustar en nuestra mirada para decirnos-con cierta clemencia- somos felices.

Alzarnos en la cima de los Dardaneos y con el mismo furor que Ulises celebró con recelo su victoria, mostrarnos pomposos con el destino que hemos logrado. Con quienes somos, con quien gracias a la ventura de los Dioses somos.  Zarpamos a nuestra Ítaca personal, tenemos viento en el pecho, somos los laureados. No os acerquéis a mí porque Afrodita me sonríe, porque Pluto ha postrado sobre mi barca, aquella donde navegué enemistado, por fin la fortuna.  Nos sentimos realizados, que el amor nos consuma pues somos felices… o por lo menos eso nos decimos al oído.

Estamos sumidos en la isla Ogigia, desconocemos nuestra verdadera utopía. Y Calipso es la cordura, es el silencio, es el comportémonos como héroes dignos del favor de Hermes, dignos de cambiar el rumbo de nuestra nave.  Entonces el amor no parece sonreírnos tanto, la riqueza es el tiempo y no te cabe en los bolsillos, la felicidad no es algo que seamos, es la verdadera utopía y su prima hermana es la verdad.

Porque nos cuesta asumir que el éxodo y la marea pueden ahogarnos, que la travesía no tiene boleto de regreso. Que si lo decimos debemos hacerlo, o dejarnos morir a manos de Polifemo, ciego y torpe como nosotros.  Buscamos el favor del destino y le hacemos frente a la derrota, nos vemos al espejo,  somos viejos y por fin reales, le quitamos el vestido a la mentira, y somos nosotros; heridos,  desnudos,  no más bellos.

Suplicamos a Tiresias porque podamos labrar un mañana donde por fin seamos dignos de nosotros mismos y de esta Tragedia, pues todos llevamos el ánimo de la aventura adentro, queremos en los demás la odisea de la verdad pero se nos olvida a ratos ser Ulises, ser temerarios,  insignes  y torpes Ulises. Y cuando por fin asumimos el personaje  obviamos que volver a Ítaca es un asunto de años y daños y esa es la única verdad…

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