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Paola Maita
venezuela crisis

La muerte camina por El Valle

Decir que el Área Metropolitana de Caracas es sinónimo de inseguridad es, al menos para los venezolanos y aquellos que están al tanto de nuestra realidad, tan obvio como decir “subir para arriba”. La inseguridad, antes que la agudización de los problemas económicos y la aparición de la crisis alimentaria, ha sido el azote de barrio de toda Venezuela.

Analizar los factores que desencadenaron que la vida en este país se haya desvalorizado hasta tal punto que tener un teléfono celular puede hacerte merecedor de un balazo entre pecho y espalda podría llevarme varias decenas de páginas, y esa no es mi intención. Lo importante es resaltar dos cosas de la situación: muchas de las armas que hay en la calle fueron repartidas directa o indirectamente por el gobierno y que el daño social es incalculable.

 

Los hechos

El 14 de enero, el presidente Maduro ordenó la reestructuración de la Operación de Liberación del Pueblo (OLP), un operativo que el gobierno promueve como la mano dura que le está poniendo a los delincuentes. La declaración fue consecuencia de los incidentes de noviembre del 2016 donde un par de militares fueron apresados por la desaparición de 12 personas en el estado Miranda, vecino del Distrito Capital. Antes de eso, ya se había dado más de 400 muertes y desapariciones forzosas a manos de estos funcionarios.

Ese día de enero, el presidente declaró una reestructuración de los operativos, asegurando que son necesarios pero que debían seguir un modelo policial más humanista.

El 11 de marzo aparecieron los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana y de la Guardia Nacional Bolivariana portando máscaras de calaveras para efectuar uno de los operativos de la OLP en El Valle que duró 8 horas y resultó en 9 muertos y 50 heridos.

 

¿Humanismo?

El problema del lenguaje es que es esencial para comunicarse pero que no siempre es bien utilizado, y el de ser presidente de lo que sea, así sea de una junta de condominio, es que tus palabras son la manera de transmitir un mensaje a las personas que representas.

En mi cabeza, entender que la palabra “humanismo” resalta el valor del ser humano no es ninguna operación complicada, pero quizás estoy siendo ingenua. El ver que este tipo de operativos está a galaxias de distancia de ser humanista tampoco creo que sea difícil.

Siempre he querido creer que la violencia no se combate con violencia, que todo ser humano puede redimirse, pero cuando salgo a la calle a patear el asfalto para vivir y me encuentro con que el temor que le tengo al policía es igual o peor que el que le tengo al ladrón, se sacuden hasta los cimientos las bases más humanistas de mi filosofía de vida.

Con o sin máscaras, policías o ladrones, la muerte camina por las calles de Venezuela con más fuerza de lo que lo haría naturalmente. Un funcionario que necesita enmascararse para hacer algo que pareciese ser su trabajo pero que no es más que un abuso del poder que le otorga su posición dentro un sistema y que lo usa para satisfacer los deseos más oscuros de su alma, no es mejor que cualquier asesino.

Comprendería si tuviese un pasamontañas e hiciese su trabajo de la manera más limpia posible, porque también es un ser humano que debe protegerse; pero ese no pareciese ser el caso del enmascarado. No tengo ansias de juzgar nadie, solo es el mensaje que me transmite la imagen.

Si esto fuese un cómic, quizás entendería la necesidad de un héroe o un anti-héroe de cubrir su rostro y tomar una identidad alterna, pero esto no es Ciudad Gótica, es un país con todos sus requisitos: territorio, población, identidad nacional y reconocimiento internacional.

No sé si lo hagan por protección a su identidad, amedrentamiento psicológico o ambas. Sea cual sea la razón, la muerte camina con un tumbao infernal en El Valle.


Photo credits: Carlos Ramírez

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