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Caravaggio
Caravaggio

La medusa de Caravaggio

El pintor desliza sus pinceles movido por una idea. La figura nace, lentamente, sobre una tabla en forma de tondo. El propio artista, seguramente, se sorprende por la mirada y los cabellos de serpientes entremezcladas de la mujer. Pero casi como un observador, deja que el arte fluya. Entonces, la Medusa grita. Un grito de horror. Pero ese grito es de una especie particular. No es el horror ante el miedo nocturno, o el que puede provocarnos ver cuerpos masacrados.

No. Es el horror mitológico como un tipo singular de pavor: el espanto ante el secreto de la propia vulnerabilidad, o, más exactamente, de la vulnerabilidad del poder, antes seguro de sí.
Empecemos por el mito de la Medusa; volveremos luego al arte; y regresaremos al final a la reflexión sobre el gesto de espanto de la mujer mitológica pintada por Caravaggio.

Perseo es un semidios de la mitología griega. Hijo de Zeus y la mortal Dánae. Acrisio, el rey de Argos, recibe el oráculo de que morirá por la mano de su propio nieto. Creyendo que así podría impedir ese destino, encierra a la bella Dánae, su hija, en una cámara subterránea. Pero Zeus es astuto, y tiene la magia de las metamorfosis. Se transforma entonces en una lluvia de oro. Con esa forma, traspasa el recinto cerrado; y baña con gracia a la princesa desnuda. Así el dios goza. Fecunda. Luego, nacerá Perseo.

Acrisio, enfurecido, arroja a su hija con su hijo al mar en un cofre de madera. Pero los dos náufragos llegan a la isla de Séfiros. Perseo crece. Y en la isla gobierna Polidectes. Polidectes quiere a Dánae. Pero finge estar interesado en otra princesa. Muchos le entregan regalos al rey y Perseo, irreflexivo quizá, le ofrece la cabeza de la temida medusa, la mujer de los ojos terribles, cuyo resplandor fulmina en piedra a quienes osan mirarla de frente. Polidectes sabe que matar a la Medusa es imposible, una hazaña irreal. Entonces, le toma la palabra a Perseo, y le dice que no vuelva a menos que le traiga la cabeza de la Gorgona, la que petrifica con su mirada. Cree así que Perseo no volverá y que ya no lo estorbará en sus avances sobre Dánae.

Perseo parte entonces hacia la guarida de la Medusa.

Pero tiene ayuda divina: de Zeus recibe una hoz de acero para decapitar a la mujer terrible, y de Atenea un escudo de modo de ver a la Gorgona de forma indirecta, sin ser encandilado y petrificado por ella. Una vez dentro de la cueva que buscaba, Perseo se acerca lo suficiente y usa su filo. Levanta la cabeza desmembrada, como en el bronce de Benvenuto Cellini. Y de la sangre de la Medusa decapitada nace el caballo Pegaso y el gigante Crisaor, con su espada dorada.

Luego Perseo rescata a Andrómeda, atada a un peñasco antes de ser devorada por un monstruo marino. Y vuelve a Argos. Allí, de forma accidental, un disco lanzado durante unos juegos mata a su tío Acrisio. La profecía se cumple.

Y la medusa murió, pero después renace por el arte.

Renace en la célebre Medusa de Caravaggio (1571-1610). Para pintarla, Caravaggio elige la forma circular de un tondo por su analogía con la figura del escudo de Atenea con cuya ayuda Perseo logró decapitarla.

Caravaggio hace renacer a la mujer monstruosa con un típico recurso de su estética barroca: el claroscuro, el contraste entre la sombra y la luz. Lo barroco domina el siglo XVII. En este periodo de la historia del arte, la luz surge de diversas fuentes e ilumina con una radiación contrastada y misteriosa.

Caravaggio muere joven, tras una vida tumultuosa, tejida por riñas y, en una ocasión, el asesinato, quizá accidental, de un hombre. Tiene que dejar Roma. Busca refugio en Nápoles. Luego, llega a la isla de Malta contratado por el gran maestre de la Orden de Malta. Su temperamento violento reincide. Es expulsado. Muere de fiebre en Porto Ercole, en la Toscana. Detrás quedan los lienzos de rostros andróginos, de Saulo derribado por la luz divina camino a Damasco, o los personajes del mundo prosaico dignificados como modelos de los apóstoles.

El destino trágico y solitario de Caravaggio podía resumirse en un grito horroroso, como el de su Medusa. Pero la expresión de la Medusa del mito en la famosa obra del pintor barroco reclama las interpretaciones. ¿Hay algo velado en la expresión de la mujer-serpiente? ¿Hay algo secreto? ¿Cuál es el secreto de la Medusa? No nos seduce, en este caso, la explicación freudiana, en un artículo póstumo de 1940, Das Medusenhaupt (“la cabeza de Medusa”), según el cual la Medusa mitológica es una imagen de la castración.
Preferimos perseguir otra sospecha… El mito dice que la Medusa es vista por la visión lateral del héroe, por la imagen de la Medusa proyectada en su escudo. El poder de la Medusa es ver sin ser vista. Y el que la ve queda petrificado. Ser convertido en piedra es su acto de poder. Antes de la llegada de Perseo, la Medusa goza de la seguridad de un poder imbatible, es el ver que domina, que tiene a los otros seres bajo su control.

Pero el poder mitológico de la Gorgona, o el poder humano, es vulnerable. Tiene un punto débil. El poder termina. Aparente obviedad. Pero el poder suele olvidar que no es para siempre. El poder sólo recuerda su condición efímera cuando pierde la mirada de dominio, y cuando se desnuda su debilidad estructural. Al ver de forma indirecta por el escudo a la Medusa, el poder de ver sin ser visto pasa a Perseo. El héroe ya no está bajo el dominio de la mirada de la mujer de los cabellos de serpiente. El poder de la Medusa, antes aparentemente invencible, se desnuda ahora en su vulnerabilidad.

Perseo no le tiene miedo a la mujer del mito. No teme ya su poder. Porque domina su imagen y porque conoce la estrategia para acercársele sin convertirse en piedra por esta osadía.
Y el gesto horroroso con que la pinta Caravaggio es el horror que domina al ser mitológico al saber que alguien ha descubierto su debilidad, y por lo tanto la falsedad de su supuesto poder invencible. El horror de la Medusa en la obra de Caravaggio expresa así una velada meditación sobre el pánico que brota del poder que recuerda al fin su precariedad.

Esa contorsión del espanto de la Medusa de Caravaggio es la del poder que se sabe vencido, vulnerable, descubierto en su secreto. Ese secreto horroroso del momento en que el poder no solo descubre que está destinado a perder su poder, sino también la vida.


Photo by: Lucas ©, Medusa by Carvaggio (Uffizi) 16×9

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