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La maldición que le lanzaron a Maduro

El martes 9 de mayo vimos, en Venezuela, al gobernador del estado Amazonas, Liborio Guarulla, vestido con paltó y ataviado con un penacho de plumas y un collar de semillas y “pepas de zamuro”. Se suponía que hablaría de la resolución de la Contraloría General de la República que lo inhabilita por 15 años para ejercer cualquier cargo político. De esa forma, es uno menos que enfrentará al oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en cualquier elección.

Guarulla estaba acompañado de otro indígena con el torso desnudo y por Henrique Capriles Radonski, también inhabilitado.

Mirando fijamente la cámara, con voz pausada, dijo que para él, la medida en su contra es una muestra de discriminación racial. Recordó que el Tribunal Supremo de Justicia suspendió la proclamación de 4 diputados de Amazonas, dejando así a 24 pueblos originarios sin representación en el parlamento.

Hizo otras consideraciones y luego, sin cambiar el tono de voz, sonando una especie de maraquita con cada sílaba, invocó a sus ancestros y a sus chamanes y se dirigió a quienes “creen que tienen el poder…” A ellos les aseguró  que no morirán sin tormento… que antes de morir comenzarán a sufrir y sus almas van a vagar por los sitios más oscuros y pestilentes antes de poder, de alguna manera, cerrar los ojos”. Era la maldición del Dabacurí, ritual sagrado y poderoso de integración entre distintas etnias propias de la región amazónica que comparten Venezuela, Brasil, Colombia y Perú, en el que se celebra la abundancia ofreciendo comida. Sin embargo si se hace en forma de maldición, como en este caso, “el recipiente carecerá de prosperidad, será despojado de sus riquezas y su vida se inundará de dolor y pesar”.

Muchos capitalinos vieron aquello como algo folclórico. No así el comandante  del destacamento de la Guardia Nacional Bolivariana del estado Amazonas, en el cual la mayoría de su componente está formado por indígenas quienes tienen esos rituales en el ADN.

Nicolás Maduro es el blanco principal de la maldición y desde afuera pareciera que su vida va “cuesta abajo en la rodada” desde el 28 de marzo cuando el Tribunal Supremo de Justicia pretendió quitar toda potestad a la Asamblea Nacional y la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, marcó distancia afirmando que se estaba rompiendo el hilo constitucional.

Llegó el 19 de abril, fecha emblemática para los venezolanos, y se le pidió a Maduro que recordara el gesto de gallardía de Vicente Emparan, quien prefirió dejar el mando, atendiendo el rechazo popular, en lugar de pedir a la corona española el envío de un bergantín cargado de soldados  para someter a los caraqueños sublevados.

Maduro se hizo el sordo y el 1 de Mayo no tuvo mejor idea que anunciar que convocaría una Asamblea Constituyente  Comunal… Desde entonces la calle está encendida.

En medio de tanto descontento, la joven ministra de la Salud, Antonieta Caporale, dio a conocer cifras alarmantes luego de dos años de silencio epidemiológico. Una de ellas: En un año murieron 11 mil 466 niños. Eso significa un aumento de la mortalidad infantil de 30,12%.

Según el boletín, también hubo un incremento de 65,78% de mortalidad  materna en el rango de 16 a 36 años de edad. El grupo más afectado es el de 20 a 29 años de edad.

Por revelar tal desastre hecho en revolución, la doctora Caporale fue destituida. Responsable: Maduro. Así va sumando karma, dirían los hinduistas.

No había pasado el impacto de lo que ha significado el deterioro del sector salud cuando recibimos una información proveniente de Brasil, según la cual, Nicolás Maduro, cuando era canciller, entregó 11 millones de dólares, libres de paja, a una pareja de publicistas que se encargaría de la campaña para la reelección de Hugo Chávez en 2012. ¿A cuenta de qué Maduro dispuso de ese dinero no declarado? ¿Así maneja hoy la Hacienda Pública sin el contrapeso del Parlamento?

Es tal el tormento presidencial, que públicamente, como un niño desamparado, se queja porque en la Conferencia Episcopal no le atienden el teléfono. ¡En un país tan presidencialista como Venezuela, los sacerdotes no atienden las llamadas del presidente Maduro!

Llevamos casi dos meses de protestas con saldo de 50 muertos y cientos de heridos.

Y como si lo anterior fuera poco, el 26 de junio Maduro podría tener otro dolor de cabeza: Se espera que ese día dicten sentencia a sus sobrinos presos en Estados Unidos, acusados de conspirar para traficar droga.

Dónde estará Maduro ese día lo ignoramos. Pero donde sea, seguro que su vida estará inundada de dolor y pesar. Ese fue el deseo de Liborio Guarulla, luego de invocar a sus ancestros y chamanes. Más de uno dijo Amén.

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