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La maldad, colección otoño/invierno

«En Venezuela murió el estado de derecho…»
Luis Almagro, secretario general de la OEA, 09-05-2017

Para una dictadura los presos políticos son utilísimos, como la sábila, en diversas etapas que forman parte de la maldad clásica. Una moda viejísima que aún algunos ignoran o no quieren entender, permitiendo a las serpientes picar una y mil veces.

De entrada, los presos políticos sirven para desmantelar, desmovilizar, amedrentar y prevenir que otros sigan retando la paciencia oficialista, «invitándolos» a exiliarse y/o abstenerse de continuar activos, por su bien y el de sus familias.

Una vez detenidos, son un arma psicológica de manipulación personal y mediática, por las presiones que sufren ellos y su entorno. Los medios de comunicación deben hacerse eco del desespero, los rumores y las cortinas ahumadas; es parte de la estrategia del terror.

A los apresados arbitrariamente -es decir, secuestrados-, los esconden, aíslan y torturan, buscando que la agonía los lleve a negociar, ceder, delatar o confesar hasta lo no hecho, según sea la situación. En todas las ecuaciones, con el régimen en control y permanente negación de que las detenciones sean ilegales…

No hay dictadura que quiera ser referida así. Todas, hasta las más descaradas como la china, rusa o cubana, aspiran ser llamadas democracias. Si para ello hay que transar, esos presos políticos -que supuestamente no existen- son «mercancía», un capital valiosísimo, en el caso de que se instale una mesa de negociación nacional o internacional -¡Epa!

Toca entonces lucir magnánimo, generoso, demócrata, clemente, jurídico, humanista… y empezar a conceder «perdones»; y si es en tiempos navideños mucho mejor, más cuchi y efectista. Entonces, aquellos que eran pocos y/o no existían, ahora son muchos…

Comienza la etapa de manipular las cifras: anunciar que se libera una cantidad equis de ciudadanos. Pero he ahí el gran detalle de Cantinflas: ¿cuántos de los anunciados de verdad eran presos políticos? Y de los que salen, ¿cuántos seguirán estando privados de libertad en su casa o con medidas cautelares que les impiden viajar, trabajar (algunos son funcionarios electos ahora destituidos), declarar a los medios o realizar alguna actividad comunitaria?

Además, ¿quién les repara la injusticia, el lucro cesante, la salud física y mental deteriorada, los domicilios destruidos en allanamientos, los traumas familiares? Y lo más importante, ¿han cambiado las condiciones sociales, políticas y económicas que originaron su oposición a la dictadura? ¿Y quién resucita a los abatidos en protestas y torturas, a los muertos por hambre o falta de medicinas?

Sin olvidar el «efecto puerta giratoria» que Alfredo Romero ha venido denunciando desde el Foro Penal Venezolano: ¿cuántos más quedan apresados o son detenidos mientras aquellos salen?

Son indultos que son insultos. Una estafa, porque en primer lugar no hubo crimen ni juicio en la gran mayoría de los casos. Y quienes llegan a tribunales enfrentan procesos largos, lentos, draconianos y amañados.

Sobran los ejemplos de todo lo anterior en éste y el siglo pasado, en diferentes naciones, con los 27 años de prisión de Nelson Mandela a la cabeza.

Un político preso es algo muy diferente a un preso político. Y el presidente peruano acaba de dar uno de los ejemplos más tristes y de mal gusto. Aparentemente sus estudios de filosofía, economía y política en los prestigiosos campus de Oxford y Princeton no lo prepararon para entender la diferencia entre dignidad y poder.

Luego de ganar por la mínima y en segunda vuelta en 2016, la corta presidencia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) ha estado marcada por el saboteo de su rival Keiko Fujimori. Y aún así, el mandatario peruano se ha tomado el tiempo para liderar la solidaridad internacional con los exilados venezolanos.

Pero como en toda telenovela, la infelicidad siempre acecha. Irónicamente, para evitar ser destituido PPK acaba de indultar al ex presidente Alberto Kenya Fujimori quien, entre muchos delitos comprobados en su país, fue además uno de los primeros financistas y tutores del andamiaje de maldad chavista con su mano derecha Vladimiro Montesinos, apresado en 2001 mientas estaba escondido en… Venezuela.

Cuánto le quede de vida a Fujimori determinará la validez de las «razones humanitarias» de PPK. Mientras, apesta la duda. «En lugar de reafirmar que en un estado de derecho no cabe un trato especial a nadie, quedará para siempre la idea (de) que su liberación fue una vulgar negociación política», resumió José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch. La ONU también se escandalizó: los crímenes de Fujimori están por encima de la soberanía peruana.

Acosado por la anaconda Keiko, al parecer Kuczynski negoció con su hermano Kenji. Bajo la ilusión de seguir gobernando, ahora es un preso político de sí mismo. Algo no está funcionando en la política peruana… y empieza con la letra K.

En Caracas, en Lima, en el mundo, sea verano o invierno, el gran reto «es la lucha ante los hombres malos y ante las almas buenas…», como dice el poema de Andrés Eloy Blanco.

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