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La libertad como principio rector

Mirtha Rivero, en su obra «La rebelión de los náufragos» cita a la exministra Beatrice Rangel luego de que esta participara en una reunión de empresarios venezolanos con el gobierno tras la entrada de Venezuela en el GATT (hoy, la OMC). Todos aplaudieron pero una vez concluido el acto, muchos rogaban para ser excluidos del acuerdo. En uno de sus tantos videos, la joven politóloga guatemalteca Gloria Álvarez señalaba la simbiosis entre empresarios y dirigentes políticos en los países menos propensos a respetar la libertad económica y como esta fomentaba la corrupción (que no pocos necios atribuyen al capitalismo).

La verdadera transición venezolana no va a ocurrir cuando Maduro y la élite chavista pierdan el poder (que sin dudas, es un paso requerido), sino en ese momento en el que asumamos que la libertad y la igualdad ante la ley son claves para la construcción de una nación próspera. Los Estados paternalistas – contralores – solo fomentan el clientelismo, y este, la creación de una casta privilegiada que en nada difiere de aquella francesa llevada a la guillotina por el Régimen del Terror.

No es solo la clase dirigente revolucionaria la que se opone a un tránsito genuino hacia una sociedad realmente amparada por un Estado de Derecho. Se oponen también los que, como los pájaros comprados, no acaban de aprender a vivir en libertad. Y no me refiero solo al vulgo, que se nutre espiritualmente del discurso populista y materialmente, de las dádivas que al poderoso se le antoje darles, sino además, a los empresarios que aún no crecen y como eternos niños, siempre caminan agarrados de la mano del padrecito de turno.

Si bien no comparto las formas provistas por la ingeniera María Corina Machado para superar esta crisis, sí le acompaño en la mirada liberal que del Estado, del gobierno y las políticas económicas mantienen ella y su equipo. Sé bien que no habrá invasiones extranjeras, salvo la que ya existe, aupada por la revolución chavista. Sé que las salidas de fuerza (que no implican necesariamente alzamientos militares armados) son por ahora improbables, pero, tanto como la dirigente de Vente Venezuela y sus seguidores, encuentro inútiles, e incluso antiéticas, unas elecciones plebiscitarias o unas falsas negociaciones con quienes solo buscan ganar tiempo, correr la arruga.

Creo en un Estado liberal (y esto no supone libertino, como asumen la mayoría de los líderes «izquierdistas», sino mentor de la libertad individual). Creo en una nación donde la ley sea la misma para todos, y en la que cada quien pueda desarrollar lo mejor posible sus talentos. Creo en una sociedad para la cual las restricciones sean una excepción y jamás como han sido hasta hoy, la regla rectora de todas las decisiones.

Si de verdad queremos una Venezuela libre, realmente libre, debemos empezar por aceptar la libertad como un principio rector, como fundamento cardinal de las decisiones políticas, y no como mera retórica para las galerías.

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