Hay partes de nuestras vidas que nos resultarían mejor olvidarlas: Una mala relación, unas vacaciones aburridas, esa cena que nos hizo estar en el baño toda la noche… Muchas son las circunstancias que califican como “olvidables” en nuestra memoria, pero al menos que padezcamos de Alzheimer o alguien tenga la máquina de Eternal Sunshine of the Spotless Mind, es posible que tengamos que convivir con sus recuerdos un buen tiempo.
La palabra “ex” suele remitirnos a una expareja, y si decimos le ponemos un artículo determinado en singular (el o la), la cuestión evoca entonces a alguien terrible de nuestra historia amorosa. Más allá de esto, así no hayamos tenido ninguna relación larga o significativa, todos tenemos un ex algo: un examigo, exjefe, excasa… Lamentablemente para algunos, cuando nos casamos, las suegras sí son para siempre, aunque te divorcies, al menos según la ley venezolana.
La cuestión está en cómo lidiamos con todo este pasado. Tengo un exnovio y una exjefa a los que quisiera exiliar de mis recuerdos. El primero de los exnovios está en la lista porque literalmente jamás terminamos. La última vez que conversamos, me dijo “te llamo mañana” y de eso han pasado más de 5 años. Sé que sonará como un raro cuento de terror posmoderno de fantasmas y recuerdos, pero la realidad ocurrió así. Jamás nos hemos vuelto a ver o hablar. Después de varios intentos fallidos de comunicarme con él, decidí que ahí no había más nada qué hacer, y continué con mi vida.
La exjefa es de uno de los trabajos más tediosos que he tenido. Ella reunía varias de las características de todo jefe odiado: una paga pobre y poca dirección en el trabajo, pero más allá de estas cosas un tanto comunes, cuando desglosábamos su manera de trabajar, llegábamos a la conclusión que bajo la oferta de formación, se aprovechaba de “mano de obra barata”: estudiantes y gente recién graduada.
A grandes rasgos, me atrevería a decir que la historia de los ex son casi un arquetipo universal, casi como un viejo cuento de terror repetido alrededor de la hoguera en las noches de campamento: Todos tenemos una que nos aterraba, pero que si crecemos sanamente, la superamos.
Cuando pienso en que sí realmente tuviese la oportunidad de borrar estas y otras historias parecidas de mi memoria, y las consecuencias que eso tendría en mi vida; sé que no lo haría por una sencilla razón: Esos cuentos de terror son míos y son parte de la persona que soy hoy en día. No sé si sin ellos sería alguien mejor o peor, pero para ser sincera, me gusta al lugar al que me han llevado.