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La historia de Avi: ¿Sobrevivió Dios?

A Avi, gracias

Tratando de sacar la cuenta de cuántos años tengo siendo atea, me entraron las dudas. ¿Fue a los 11 o a los 18 que dejé de creer en Dios? De cualquier manera, son más de 10 años. He ido a misas en ese tiempo por bodas, primeras comuniones o bautizos; pero la verdad es que llevo muchísimo rato sin sentir la necesidad de rezar.

Hace unos días, tuve la oportunidad de ver la conversación de alguien a quien llamaré Avi, con su Dios, una deidad cristiana que fue creada para otra sociedad, una que dejó de existir hace más de 1000 años. Como espectadora, no podía dejar de preguntarme: ¿Cómo sobrevivió Dios?

En la historia de la humanidad, ha habido un montón de cadáveres en su nombre y argumentos lógicos y filosóficos que, si bien no han podido desacreditar del todo su existencia, han hecho tambalear la creencia de algunos, incluida la mía; pero lo que me resulta sorprendente es que la creencia en un ser superior se plantee a estas alturas de la humanidad como uno de sus grandes inventos.

Hasta ahora, pareciese que la batalla por la existencia de Dios la llevan ganadas los creyentes, pero ¿Qué sucede en la vida de alguien como Avi, una persona que ha sido creyente toda su vida, para que vea tambalear sus creencias?

A pesar de lo ocurrido en su vida personal, su Dios tambaleó pero no cayó. En su momento, el mío no sólo se tambaleó, sino que se cayó y partió en tantos pedacitos que no creo que haya manera de repararlo.

Más allá de las historias de cada quien, creo que la idea de un Dios, o varios de ellos, según la religión que se practique, está inscrita tan profundamente en el inconsciente humano, que tendría que ser necesario una especie de análisis mundial simultáneo o una idea descabellada similar para desbancar a Dios.

Siempre me ha parecido muy curiosa la idea de que Dios sea un hombre, y más aún cuando un gran número de personas le llaman “Papá Dios”. Tengo la impresión de que la necesidad humana de creer en esta figura masculina superior podría provenir de querer sustituir al amparo de los padres, especialmente del papá, quien por tradición ha sido el proveedor del hogar. Como yo lo veo, creer en Dios es, de alguna manera, un asilo de esperanza que se puede llevar en el bolsillo, tal como se espera que los padres resuelvan los problemas.

También creo que la idea de las deidades ha sobrevivido gracias a especies de cirugías plásticas que le han permitido hacer pequeños ajustes para renovarse lo necesario en la forma, pero no en el fondo. Si fuese una persona, quizás padecería de algún tipo de trastorno dismórfico corporal, de disociación de la identidad o de esquizofrenia con delirios de grandeza, un megalómano, pero hasta ahora no podemos dar un diagnóstico de algo que no podemos ver.

Espero que la mirada del lector, al terminar estas líneas, no sea la compasiva que he recibido a veces, como se mira a un borrego perdido. El hecho de que no crea en Dios no quiere decir que no crea en nada, porque sí creo en algo: En que Dios no existe, y que lo que pase con mi vida depende de mis acciones.

Antes de terminar, tengo que agradecerle a Avi por mostrarme a su Dios y recordarme que el mío no existe.

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