Más de 2,500 días estuvo en la cárcel Florence Cassez, «la pinche francesa secuestradora», como la llamaban a partir de las fake news, creadas por Carlos Loret de Mola, entonces conductor titular de Primero noticias, que el Canal de las Estrellas transmitía en cadena nacional y manipuladas por Genaro García Luna, ex titular de la Secretaría de Seguridad Pública en contubernio con Felipe Calderón.
Según Florence Cassez, condenada a 60 años de prisión por un supuesto secuestro y delincuencia organizada en posesión de armas, asegura que la aprehensión de García Luna, es su verdadera liberación, aunque pensaba que la que caería pronto sería Isabel Miranda de Wallace por haber sido: «la gran cómplice de mentiras y manipulación criminal». Recién se enteró de la detención de García Luna, Cassez fue entrevistada por el diario francés La voz del Norte, Cassez aparece ante sus cámaras visiblemente exaltada, vestida con una chamarra con forro de borrego, pero contenta de que ahora sí los medios mexicanos, por fin hablarán de su inocencia. En lo primero que pensó cuando se enteró de la noticia. «Fue… en la necesidad de una reconstrucción, necesito que los verdaderos culpables paguen por sus actos. Hay que recordar que Felipe Calderón y Genero García Luna manipularon y crearon un montaje por el cual estuve en la cárcel. Salí en 2013. No hay que olvidar a Israel Vallarta, está en la cárcel, sin sentencia, desde hace 14 años. Ahora, intento vivir, afortunadamente tengo a mi hija y un trabajo. Pero necesito respuestas, necesito que los que me encarcelaron paguen sus actos». Hay que decir que desde 2015, estaba decidida a «atacar a los que mataron mi vida», los mismos que juzga responsables de su calvario. Su abogado de entonces, José Patiño Hurtado, declaró: «Hemos presentado una demanda por daño moral hacia Florence Cassez, herida en sus sentimientos, en su reputación y en su honor», por la cantidad de 32 millones de euros.
En un espléndido reportaje de la revista Proceso, su corresponsal en Francia, Anne Marie Mergier, le pregunta telefónicamente el 12 de diciembre, a Cassez, qué tan alto fue el nivel a quien se dirigió después de presentar su demanda judicial contra Calderón, García Luna y sus colaboradores: «A alto nivel… no quiero ser explícita… (…) me dieron a entender que ese tipo de demanda tiene muy poca posibilidad de éxito. Estábamos en pleno proceso de ‘reconciliación’ diplomática entre Francia y México y sentí que mi demanda era inoportuna. Pero ahora que las autoridades judiciales estadounidenses mandaron detener a Genero García Luna, el panorama cambia para mi caso». Con absoluta contundencia le aseguró a Mergier, que sin duda va a reactivar las demandas con sus abogados Patiño y Berton, «estamos en eso». Como bien dijo Olga Sánchez Cordero, al periódico La Razón, probablemente Cassez y Vallarta: «nunca habían sido secuestradores».
En su libro, Una novela criminal, Premio Alfaguara 2018 «una novela documental o novela sin ficción», Jorge Volpi narra cómo Jean-Claude Boksenbaum, director de la Agencia France Presse en México, se apresuró a visitar a Florence en la prisión de Tepepan. Al salir de la cárcel hace un pedido urgente a la Fnac de París y pide tres ejemplares de L’affaire, de Jean-Denis Bredin: «uno de los libros clásicos sobre el caso Dreyfus, uno lo conservará él mismo, otro será para Acosta y el último piensa regalárselo a Florence. No duda del paralelismo entre los dos escándalos judiciales: ambos, Dreyfus y Florence, son percibidos como extranjeros perniciosos, él, judío en Francia; ella, francesa en México». En efecto, hay una similitud tajante entre estos dos casos, la injusticia. Ahora, Florence Cassez (de quien siempre supe de su inocencia) grita a los cuatro vientos: J’accuse (Yo acuso) a Genaro García Luna, a Felipe Calderón, a Isabel Miranda de Wallace y a Luis Cárdenas Palomino.
Me felicito por haber ido a visitar a Florence Cassez a la prisión de Tepepan en el dormitorio 1. Mientras tomábamos un café, me platicó que para ganar su vida, fabricaba collares de perlas y los vendía; con ese dinero compraba sus tarjetas de teléfono, porque todos los días le hablaba a sus papás. Como trabajo obligatorio trapeaba las escaleras de los dormitorios, se ocupaba de un cine-club, que ella misma creó, pintaba y leía el libro del caso Dreyfus. Ahora está libre y feliz porque se empieza a desenmascarar a García Luna.