Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

La experiencia de leer: Dora Bruder

«Lleva tiempo conseguir que salga a la luz lo que ha sido borrado». Esta línea contiene en sí misma la naturaleza del libro que ha escrito el premio Nobel francés Patrick Modiano, Dora Bruder (Seix Barral, 2015). El título es el nombre de una adolescente judía de «rostro ovalado, ojos gris-marrón, abrigo sport gris, pullover burdeos, falda y sombrero azul marino, zapatos sport marrón» como lo leyó el autor en un número del periódico Paris-Soir de fecha 31 de diciembre de 1941. Era el aviso de una desaparición. La familia Bruder no hallaba a su hija.

Y no la hallaba en la Francia ocupada por el poder nazi. Lo que ha sido borrado para Modiano no solo es el rastro, el registro de la vida de la joven Bruder, sino el recuerdo de unos años en los que la sociedad francesa adormeció el juicio y en buena medida dejó hacer o simplemente colaboró con el invasor en aras de una voluntad de ceguera que le permitiera seguir la vida con normalidad. La Resistencia hacía lo poco que podía. Una normalidad vecina de la atrocidad. Dora Bruder se constituye en una narración-pesquisa que va dando cuenta del paradero fatal de muchas personas, Dora es sobre quien cae la luz del autor, y esta ilumina como una lámpara de mano a quienes se acercan o los alrededores de quien la lleva consigo. Dora Bruder es alumbrada por Modiano y la luz que irradia alcanzará cada calle, pasillo, edificio, notaría, habitación, documento, que revele pistas de quienes una vez se perdieron de vista y reaparecieron como fichas en los registros de campos de concentración.

Modiano recorre las calles de París. Las de aquellos años de la Ocupación y las presentes, para encontrar contrastes no solo en los cambios urbanos sino en el espíritu de los tiempos. A partir del anuncio que lee el autor en un viejo periódico, va reconstruyendo los pasos que llevaron a Dora hasta Auschwitz. Pasos que se perderán en pistas falsas, en conjeturas arbitrarias, y que reencontrará en otras acertadas, pero será el equívoco lo que llevará al autor a seguir indagando en la suerte de Dora Bruder, de su familia, de allegados, conocidos, familiares aún vivos, personas que pudieron haber coincidido con ella en algún lugar y momento, y entre especulaciones ir hilando muy fino para descubrir a una sociedad que fue capaz de burocratizar el exterminio. Adecuarse al papeleo del oprobio.

La banda con una estrella de David en el brazo. El expediente con número. El control sobre una población para regir sus vidas, horarios, relaciones, vínculos, negocios, y al final, su muerte. Los seres humanos convertidos en carpetas archivadas. Modiano recorre el bulevar Ornano, la calle Mont-Cenis, Caulaincourt, el parque Clignancourt, el mercado de las Pulgas, la calle Hermel, hoteles, edificios, cafés y notarías. Camina y observa. Camina y anota. Camina y recuerda. Porque este breve e intenso ejercicio de memoria individual —y olvido colectivo— también le exigirá al autor enfrentarse a los propios recuerdos. Modiano nace en 1945, su padre y su madre tuvieron que vivir la Ocupación. Modiano se pregunta por ellos, piensa que quizás su padre se cruzó en algún momento con Dora Bruder, o con los padres de esta, Ernst Bruder y Cécile Bruder, ambos austríacos, ambos nacionales de un país que no existía, fagocitado por Alemania. Una familia negada en dos instancias, por su nacionalidad y credo. Modiano también levanta un expediente. Así como las fuerzas del orden acataban las instrucciones nazis, registrando cada operación, cada redada, cada traslado a los campos de Drancy y Tourelles, cada apellido judío, el libro que leemos es el expediente que rescata del olvido a Dora Bruder registrando cada nombre olvidado, cada número de expediente, cada institución, oficina, recinto, calle, colegio por el que pudo haber pasado la adolescente desaparecida, y que es el prefacio burocrático a la fosa común, y al mismo tiempo la denuncia a una sociedad que pasados cincuenta y seis años (en Francia el libro lo publica Gallimard en 1997) aún se resiste a ver sin indulgencias aquellos difíciles años. «Lleva tiempo conseguir que salga a la luz lo que ha sido borrado».

Dora Bruder se lee y se camina. Leer a Modiano es caer en cuenta de que al caminar la mirada se detiene, es cautelosa, atenta y en el caso de Modiano, de una sabia lentitud. El estilo es parco, la escritura es detenida, la acción se ralentiza por las especulaciones, los recuerdos, la naturaleza de la propia indagación siempre alrededor de Dora, no hay estridencias, ni trepidaciones, se siente el silencio como si esa fuese la manera más idónea de nombrar lo ocurrido, de recordar lo que ha sido olvidado deliberadamente (dejar de nombrar no es olvidar); quizá la prosa contenida, austera, que se siente tentativa de Modiano, es la respuesta estilística al rompecabezas moral que intenta armar y al que siempre —bien lo sabe— le faltarán piezas.

Hey you,
¿nos brindas un café?