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La estrategia de Trump: peligrosa pero efectiva

Replica, pero agudiza la estrategia empleada en su primera campaña y durante sus dos años de gobierno.

Necesita Trump transformar la campaña por su reelección en un campo de batalla, en una confrontación permanente. La pelea la dará no en lo económico, sino en lo moral, o para ser claros, lo amoral de ciertos preceptos.

Su arma preferida: la provocación.

Necesita inflamar sus bases, y más allá de sus bases, el país. Necesita fortalecer la espina dorsal de sus seguidores, los supremacistas blancos.

Sus oponentes, el Partido Demócrata se encontraba en una discusión que opacaba al presidente, que lo ignoraba, aunque atacaba su política, pero en Trump no se trata de política en el sentido de gobierno, de propuestas, sino de yo el todopoderoso, el héroe que puede decir o desdecir lo que quiera, el hombre indoblegable, el negociador sin piedad, la imagen de esa Norteamérica fuerte que impone su voluntad.

Y una masa lo adora, se identifica: frente a la crisis, real o imaginaria, se necesita un hombre fuerte.

Cuatro congresistas progresistas, todas mujeres de color, se enfrentaban al statu quo en el Partido Demócrata y ello distraía la atención sobre Trump.

Como Trump necesita de un enemigo, una voz, una imagen a la cual destruir en base a la imaginería popular, atacó, atacó como solo él sabe hacerlo, provocando, llamando a los sentimientos más bajos y repulsivos, al racismo ordinario.

Los demócratas respondieron defendiendo a las cuatro y Trump logró su objetivo, un enemigo unido a quien podía identificar con los valores que exacerban a una determinada masa.

Representan, según él, un sistema que fue el enemigo de América, el socialismo, representan cambios que atentan contra el bienestar del individuo:

-seguro médico para todos significa que nos quitan el seguro privado, el derecho de elegir, la libertad significa yo escojo mi seguro y si el otro no tiene no es problema mío;

-educación gratuita, significa que los de abajo pueden quitarnos los mejores empleos en el futuro y yo tengo el dinero para pagar la mejor educación para mis hijos;

-respetar el derecho de asilo al perseguido es permitir que entren, que cambien nuestras costumbres e incluso lleguen a gobernarnos.

América está en peligro, vocifera, nos ofenden, nos denigran frente al mundo, cuando la mayor ofensa es el mismo que vocifera.

Escogió cuatro rostros, jóvenes, hermosos, de color, cuatro que despiertan los fantasmas de una América profunda e ignorante: Ocasio-Cortez, los latinos, y ese fantasma se extiende por todos los Estados Unidos y se siente su peligro incluso en las fronteras; dos afroamericanas, Rashida Tlaib, de origen palestino, musulmana, y Ayanna Pressley, primera afroestadounidense electa en Massachusetts, defensora del aborto, y manjar de dioses para Trump: Ilhan Omar, nacida en Somalia, musulmana, llegada al país como refugiada y hoy congresista. Blanco perfecto para sus ataques.

¡Que regresen a sus países, son enemigas, antisemitas, nos ofenden, odian a los Estados Unidos!

El mensaje es claro: quien me critica odia a nuestro país, confundiendo, como todo autócrata o dictador, su persona con el pueblo o con el país.

Su estrategia paga, enardece, lo vuelve a la primera plana de las noticias, la masa adopta sus insultos, ¡que se vayan!, corean y el presidente durante trece largos segundos se deja mecer por los gritos.

Niega y calma, no estaba contento con el canto, por eso callé, para al día siguiente regresar a inflamar, era una masa profundamente patriota, y con ello, en dos días, hábilmente establece al racismo como atributo de patriotismo.

Como todo agitador Trump sabe que no puede dejar de alimentar la hoguera, que su triunfo depende de la batalla irracional, de inflamar aquellos sentimientos que antes no se atrevían a manifestar y que hoy, gracias a él, se pueden corear

¡regresen, regresen a sus países! ¡América es para los americanos! Blancos, se les olvidó el blanco.

Intenta Trump influir en la designación de su adversario, espera que los demócratas caigan en la trampa del miedo que produce el cambio, lo nuevo, y escojan al candidato del statu quo, aquel que Trump considera más débil y fácil de combatir cuando la campaña se transforme en un duelo.

Desea Trump que no se hable de programas, que no se hable de cambios, desea que se instale la idea de que tienen que elegir a la persona partiendo de si es o no capaz de derrotarlo, y entre todos sus oponentes, el exvicepresidente candidato es la presa favorita del presidente candidato.

Su estrategia se cimienta en el odio y desgraciadamente el odio paga, su estrategia es peligrosa y puede marcar a América por muchos años, pero lo más peligroso es que es efectiva, y puede mantenerlo otros cuatro años en la Casa Blanca.

A menos que, a menos que perdamos el miedo y no caigamos en su juego y votemos pensando en América, nuestra América, la del que discrepa de mi opinión y la del que está de acuerdo con ella, esa América solidaria capaz de enfrentarse a las peores tragedias y sobrevivir, esa América que piensa en el vecino desvalido en tiempos de desgracia o de peligro, esa América multicolor, esa América que no confunde racismo con patriotismo, esa América que quiere vivir sin miedo a abrir la puerta.

Esa América que es la suya, la mía, la nuestra, así no le guste al Gran Divisor en Jefe.

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