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La esperanza está ahí

En días pasados recibí un correo de Diego F. Barros, a quien no conozco, pero sigo meticulosamente porque se trata de un gestor y promotor de las mejores ideas de libros y editoriales, desde su blog Razones editoriales, que escribe desde Buenos Aires. Un trabajo meritorio, útil y bien informado.

Su última entrada trae una nota del periodista y escritor Jon Sealy. Traza un panorama sobre diferentes editoriales independientes de Estados Unidos que han comenzado a abrir centros culturales “polivalentes’’: librerías, espacios para foros y galerías.

Recordemos que hace apenas años el mundo de las editoriales y las librerías se oscurecieron porque un asesino serial llamado e-book no perdonaba a nadie: era tan letal como Alien, Terminator y Depredador juntos.

Todo se volvía rápidamente digital, según los peores designios de gente que confunde novedades con tendencias. Quizás en parte todo esto acentuado por la crisis de las grandes cadenas estadounidenses que fracasaron como modelo: Borders, Barnes and Noble, etcétera.

Jon Sealy hizo lo que todo periodista sensato y dueño de su oficio debería hacer: abandonar el escritorio y agarrar la calle, con su block de notas. Y realizó una investigación rica en matices y curiosidades con las voces de los protagonistas.

Buscó información de editoriales independientes pequeñas pero reconocidas, a lo largo y ancho de Estados Unidos. Como Milkweed Editions (Minneapolis); Curbside Splendor (South Loop, Chicago); Melville House Printing (Brooklyn, NY); Hub City Press (Carolina del Sur); y Deep Vellum Publishing (Dallas).

En todos estos casos, los sellos quieren abrir librerías por un problema de costos de alquiler de oficinas; por mejorar el lugar que ocupan sus libros en la exhibición de los puntos de ventas; y por acercar los libros (el carácter de cada editorial) a los lectores a través de una agenda cultural que busca el debate, la discusión y la formación.

Dos proyectos que no son editoriales también se han sumado a esta tendencia. Bookmarks (un festival con mucho prestigio en Carolina del Norte y del Sur) y el Tulsa Literary Coalition (Oklahoma), quieren abrir librerías en sus respectivos centros de incidencia cultural.

El caso de Milkweed Editions resulta aleccionador: tenían problemas de costos. Se unieron con gente en situaciones económicas similares. El Loft Library Center y el Minnesota Center for Book Arts crearon un proyecto: consiguieron donaciones y subvenciones enormes, y compraron un edificio a la vera del río Mississippi. Lograron algo inimaginable: generar una expansión cultural en una zona deprimida comercialmente.

En un contexto diferente y con enormes distancias, en Venezuela pequeñas y medianas librerías vienen desarrollando el trabajo de centros culturales con foros y presentaciones de libros. El Buscón (Paseo Trasnocho); Kalathos (Los galpones); Sopa de letras (Los secaderos de la Trinidad).

Y quizás en el horizonte del corto plazo lo que se ha planteado Garcilaso Páez con Palabras Mayores se pierde de vista. Unir en una red cuatro librerías: Lugar Común (Altamira), Alejandría (Paseo Trasnocho), Ludens (Mérida) y Amaranto (Margarita), que acaba de inaugurar como librería esta semana en Pampatar. Un circuito para desarrollar actividades culturales “polivalentes’’.

Esta es apenas la punta del iceberg de lo que ocurre en el mundo, y de lo que empieza a contagiarse en Venezuela. La esperanza está ahí. Vivimos un proceso de cambio y renovación, que muchos apenas quieren ver y que ayudará a quitarnos las telarañas de 17 años tenebrosos. Quedan fantasmas entre telarañas, pero están dando patadas de ahogado. Lo que viene sí es bueno.

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