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Leopoldo Gonzalez Quintana

La esgrima presidencial da grima

Desde que llegó a la Presidencia de la República, en 2018, López Obrador se ha revelado como el primer mandatario más ácido y amargo de la historia de México.

Odios, resentimientos y rencores mal procesados o que no tuvieron la terapia oportuna y adecuada, se han convertido en la masa de un encono que amenaza con desbordarse.

Ahora los demonios de la cólera se enderezan contra los candidatos Samuel García y Adrián de la Garza, que aspiran a gobernar Nuevo León por MC y “Va por México”, como antes se focalizaron contra el INE, el Tribunal Electoral, el periódico Reforma y el gobernador tamaulipeco García Cabeza de Vaca.

Cuando una personalidad en conflicto, biliosa, polarizante, escindida, trae la rabia contenida y la incontinencia colérica en reposo, es sólo porque prepara el terreno de la siguiente embestida contra los que él juzga “enemigos”, “conservadores” y un largo etcétera.

Comenzó tirando obras útiles y muy costosas, que hoy todos estamos pagando sin disfrute, y se siguió de frente tirando programas y políticas en materia de salud y educación, tirando presupuestos y luego desmantelando al Estado, olvidando que no basta el carisma para reconstruir el orden perdido o edificar otro.

Alguien a quien agobian los “antis”, que sabe contra qué lucha y qué es lo que desea destruir, pero no sabe lo que en realidad quiere ni cómo edificarlo, una de dos: o padece dislocación de la racionalidad porque no entiende nada o es un enfermo que nos amenaza a todos.

Soy de la idea de que al primer mandatario hay que ayudarlo, que es casi un deber patriótico brindarle apoyo y respaldo. La única condición es que tenga humildad y salud autocrítica para dejarse ayudar. Y no las tiene.

También, soy de la idea de que la mejor manera de ayudar al presidente de la República, particularmente a él, no es aplaudiéndole fechorías y abusos sino denunciándolos, no es riéndole y celebrándole violaciones a la Constitución sino obligándolo a su estricta observancia, no es homenajeándole actitudes autoritarias sino sujetándolo a las normas éticas y principios de la ley y la democracia.

Es cierto que ha caído entre tres y cinco puntos en encuestas, pero es digno de estudio tanto el comportamiento como los asideros emocionales de quienes -dentro y fuera de Morena- aceptan la “lealtad ciega” que les impuso hace meses. Con facultades para razonar muy menguadas, no se avanza mucho ni se va lejos.

En las últimas semanas, desde el primer revés de sus candidatos originales en Guerrero y Michoacán, y coincidiendo con la pérdida de preferencia electoral de sus candidatos en todo el país, a López Obrador se le ha visto más intolerante y descompuesto que de costumbre.

Peleas con el INE y con el Tribunal Electoral, sólo porque en un arranque de dignidad le pusieron un alto al autoritarismo presidencial.

Peleas y descalificaciones frente a la prensa crítica, los analistas e intelectuales, sólo porque en ese y otros temas hemos denunciado y le hemos puesto límites a la tentativa de instaurar un personalismo dictatorial desde la Presidencia de la República.

Demócratas postizos y vergonzantes, para entendernos, son aquellos que están de acuerdo con la dictadura siempre y cuando los dictadores sean ellos. Los demócratas verdaderos estamos hechos de otra pasta, y en ella la dignidad y la libertad, el afán emprendedor y el pensamiento crítico son fundamentales.

Hoy, desde los dominios del señor del Zócalo se persigue y se lincha a muchos mexicanos: a Brozo y Carlos Loret de Mola, al gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca, a los consejeros del INE, a los magistrados del Tribunal Electoral, al juez Juan Pablo Gómez Fierro, a Ciro Gómez Leyva y Raymundo Riva Palacio, a Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, a Samuel García y Adrián de la Garza de Nuevo León y, muy probablemente, a quien se señale con el dedo en los próximos días, porque es el estilo y la usanza del fascismo de izquierda que aquí comentamos.

A cambio, no se investiga ni se persigue a Marcelo Ebrard, Mario Delgado y Claudia Sheimbaum por las corruptelas en la línea 12 del Metro; tampoco a Félix Salgado Macedonio por cinco denuncias de violencia y violación sexual; mucho menos a los diputados y candidatos de Morena que tienen asuntos pendientes con la justicia. Y la razón de esto es muy sencilla: el espíritu de pandilla ha calado tanto en ese partido que por eso hoy no es ni la sombra de lo que pudo llegar a ser.

A la luz de esto, no hay iniciativa más noble y más valiente y oportuna en el México de hoy, que el llamado a constituir el Movimiento por la República y en Defensa de la Constitución a que ha convocado Porfirio Muñoz Ledo. ¡Enhorabuena!


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Escribió Kierkegaard: “Existen dos maneras de ser engañados. Una es creer lo que no es verdad, la otra es negarse a aceptar lo que sí es verdad”.

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