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La edad de oro: Saturno-Cronos

El mito de Saturno es uno de los más complejos de la mitología antigua, en él se sincretizan muchas vertientes mitológicas, itálicas, griegas, romanas, etruscas. En su complejidad reside el significado que nos permite comprender la vida humana.

Saturno significa sembrar y plantar, es el dios de la agricultura; su fiesta era la mayor de todas las fiestas romanas: las saturnales, los carnavales. Eran días en los que todo se detenía, abundaban la comida, la bebida, las danzas y se organizaban desfiles carnavalescos bajo la batuta del Rey saturnal, verdadero Rey Momo. Era la utopía política de la humanidad, el camino de la fiesta y el inconsciente colectivo, con el mito de la edad de oro y del paraíso perdido. Según el mito, no había clases, leyes, crímenes, cárceles, todos vivían en completa armonía, con libertad, justicia, paz, abundancia, alegría, como una gran familia. Esa memoria la traemos en el inconsciente colectivo, hasta el día de hoy, memoria del pasado para rescatar como algo que se ha de construir. Esta utopía impulsa movimientos, crea ideologías y alimenta la imaginación de los seres humanos, quienes no se cansan de soñar con un futuro reconciliado en la sociedad. No se puede vivir sin una utopía. ¿Para qué sirve la utopía? – para caminar. Sin utopías, la sociedad se vuelve víctima de los mezquinos portadores del poder, que buscan su propio beneficio. El dios Saturno incorporaba los valores que eran celebrados en una fiesta que recordaba la edad de oro. Los carnavales modernos, como el de Brasil y Venecia, guardan esa memoria antigua. Posteriormente, el dios Saturno de los romanos fue sincretizado con el dios Cronos de los griegos, el dios de la utopía, originaria de la sociedad feliz. En la isla Cronos, vivían los bienaventurados en un reino de paz, justicia y jovialidad; en la edad de oro, la tierra producía todo sin necesidad de trabajo; era la eterna primavera.

El mito de la edad de oro, representa la utopía más grande, el ideal de la humanidad socialmente integrada. Como tal fue asumida por Platón en su comprensión de la política y las leyes. Platón pensaba que únicamente los seres superiores y divinos como Cronos-Saturno, arquetipos del gobierno sabio, del legislador justo y del rey generoso, evitaban la opresión de quienes ostentan el poder y podían garantizar la felicidad de la especie humana.

Nada es permanente, después del sincretismo vino la separación entre los dioses y diosas en el cielo y los seres humanos en la tierra y del orden social jerarquizado surgieron las clases. Iniciaron las disputas, las guerras, la lucha de poder, la edad del hierro y del bronce. Vino la disputa entre la tierra y el cielo, representado por Júpiter. El dios Cronos personaliza al tiempo, asume el papel que posee el tiempo que todo lo devora, todo lo somete. Es el que rige el destino de las personas. A partir de esa polaridad el ser humano se encuentra enredado en el tiempo, atrapado en las leyes de la física: nada es permanente, todo se transforma, surge un ser humano que tiene historia, pasado, presente y futuro, que construye su identidad en el transcurso del tiempo, animado por la utopía de la integración: la edad de oro. El ser humano es a la vez utópico e histórico-temporal, en él se manifiestan el peso de la tierra y el impulso al cielo, el deseo de trascendencia. La esencia es mantener unidas las polaridades, con ellas tiene el material para la construcción de su existencia en el mundo y en la historia. El ser humano guarda en el inconsciente asuntos históricos e histéricos, desea complementarse con otro ser humano, busca afanosamente la polaridad, pero, como nada es permanente cuando la posee, crea el conflicto y la rechaza. Esta será la causa por la cual los seres humanos somos tan infelices: estamos atrapados en el dios Cronos y añoramos la edad de oro, lo que la biblia llama el paraíso terrenal.

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