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La economía de la pérdida

Se puede decir que México no tiene, hoy en día, un modelo económico.

Lo que se tiene es un híbrido: una mescolanza entre lo que ha sido la economía neoliberal, lo que ha sido el populismo de Estado, lo que es la kakistocracia en economía, lo que es una ´visión rinconera´ del desarrollo económico y la economía clientelar.

Pero no hay -en verdad- una cosa a la que pueda llamarse, con las bases de un paradigma científico y con todas sus letras, un modelo económico.

Aunque suene chocante, los modelos en general y los modelos económicos se rigen por una lógica y tienen una teoría, una parte sistémica, una parte orgánica y una teleología, que es lo que constituye el conjunto de sus finalidades últimas.

Si esto es así, ningún sistema económico en el mundo -y los hay de distintos tonos y matices- puede funcionar como acto reflejo del capricho y la terquedades personales, ni regido únicamente por “los pálpitos del corazón”. Si lo hace, producirá la ruina de los que tanto dice proteger y amar.

Esta es una distorsión de la que no parecen muy informados, y menos conscientes, tanto el presidente como los hombres del presidente. La economía debe manejarse con las neuronas del reposo y el bisturí de la frialdad, no con la víscera caliente del capricho y el sello ideológico personal.

Otra grave distorsión es sobre el rol y el campo de atribuciones del Estado en la economía, pues los partidarios de la cepa latinoamericana del populismo creen que el mercado remplaza al Estado y que el empresariado suplanta en los hechos a la clase política. En ambos casos, la cepa populista equivoca su lectura de la realidad histórica al hacer ´perros del mal´ a los sectores productivos y a los generadores de riqueza.

No es desnaturalizando y desvirtuando sus funciones para hacer de él un Estado “propietario”, “emprendedor” y “empleador”, como podrán corregirse las desigualdades y la pobreza. De hecho, si llegase a eliminarlas -que no es su intención- el populismo perdería su razón de ser. Por eso lo que socarronamente procura es que haya grandes ejércitos de desiguales y de pobres, para asegurar a su clan la presidencia perpetua. Así de simple, y así de claro.

Cuando la ofuscación y la bilis del resentimiento de “izquierda” nublan la mesura ideológica y ciegan la visión de dirigentes y militantes, esto conduce a las hordas de fanáticos a juzgar turbio respecto de hechos, fenómenos y personas.

Una función del Estado es estimular la libre iniciativa social, sin anularla ni absorberla, para que sea la sociedad la que desarrolle su potencial por cuenta propia, sin paternalismos que la enajenen o la conduzcan a la sumisión frente él. El populismo alienta lo contrario: la sociedad debe ser alimento y postre en las entrañas del Estado.

Otra función del Estado es brindar incentivos a la iniciativa privada e individual, no estigmatizarla ni descalificarla, porque todo crecimiento y desarrollo de la economía pública se cifra en la fuerza de trabajo de los individuos y la sociedad. El populismo ve como sus rivales a quienes producen por cuenta propia, generan empleo, tienen autonomía de decisión y hasta nutren la captación tributaria del Estado, y cree que es mejor la economía del caballo y el trapiche, para seguir -como diría mi amigo “Magú”- empollando zopilotes.

En suma, la función básica del Estado es proveer las condiciones para el desarrollo del conjunto social y ser facilitador de todo lo que no puede -ni debe- hacer él: que el empresario lo sea, lo mismo que el emprendedor y el empleador, porque son los que lubrican la economía y ahí radica la fuerza y el potencial económico de una sociedad. Sin embargo, los que por dogmatismo no quisieron entender ayer, no querrán tampoco entender hoy.

Mientras tanto, las cifras del desastre avanzan sobre México.

Según INEGI, se han perdido poco más de 700 mil empleos formales en dieciséis meses en el país. Sin embargo, en lugar de apoyar a 4 millones de Pymes para proteger el empleo y amortiguar el coletazo económico que viene, la 4T prefiere asegurar con tandas, préstamos y créditos clientelares la parcela electoral.

El rescate de PEMEX por el actual gobierno -que equivale a más de un FOBAPROA- es un auténtico disparate, cuando la paraestatal pierde 257 millones de pesos cada hora.

El déficit del sector público, que en 2019 fue de alrededor del 2 por ciento del PIB, en 2020 podría rondar el 5 por ciento del PIB o más.

Sólo en el primer cuatrimestre de 2020 salieron del país 206 mil 743 millones de pesos de inversión extranjera directa, que figuraban en bonos del gobierno mexicano, y no se fueron por buena vibra y exceso de confianza en el ´morenismo´ no guadalupano.

Si se mira bien, difícilmente hay un renglón de la actividad económica del país en el que no se registren pérdidas. De ahí el título de la presente entrega.


Pisapapeles

El manejo de la economía en manos de un hombre que no sabe de economía tiene -por lo menos- dos agravantes: la primera y la segunda.

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