Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Juro que intenté escapar de Caitlyn Jenner, pero no pude (Parte II)

Juro que intenté escapar de Caitlyn Jenner, pero no pude (Parte I)


Circulaban videos de niños que luego de ser expuestos a las fotos de antes (Bruce) y después (Caitlyn), celebraban la felicidad y libertad que el cambio de sexo otorgaba a Jenner… Recomendaciones de estilo de Vogue, a partir de una foto de Caitlyn de espaldas, embutida en unos skinny jeans… Todos querían mostrar la mejor de sus caras, en cumplimiento de la tolerancia, respeto y apertura a la que obligan nuestros días, aprovechando el fértil caso Jenner. Pero el Domingo siguiente a la portada de la revista Vanity Fair, el New York Times publicó un ensayo algo menos condescendiente, y por tanto más interesante, sobre el tema ineludible: Caitlyn Jenner, las identidades trans, el feminismo y lo que «hace» a una mujer. A manos de Elinor Burkett, periodista y profesora de Estudios de la Mujer y documentalista ganadora de un Oscar.

Para empezar, Burkett señala que feministas y activistas trans son dos grupos bien definidos que no sólo son distintos, sino que están en desacuerdo: He luchado por muchos de mis 68 años en contra de los esfuerzos que se han hecho para poner a las mujeres – nuestros cerebros, nuestros corazones, nuestros cuerpos, incluso nuestros estados de ánimo – en cajas ordenadas, para reducirnos a estereotipos vetustos. De repente, me parece que muchas de las personas que pensaba que estaban de mi lado -personas que orgullosamente se dicen progresistas y apoyan fervientemente la necesidad humana de la autodeterminación- están comprando la idea de que hay pequeñas diferencias en los cerebros de hombres y mujeres que llevan a grandes bifurcaciones en el camino y que es así como algún tipo de destino de género se codifica en nosotros. Ese es el tipo de tonterías que se utilizó para reprimir a las mujeres durante siglos. Y apoyar a la Sra. Jenner y su viaje hacia su verdadero yo, extrañamente y sin saberlo, las ha traído de vuelta.

Recuenta Burket que cuando Lawrence H. Summers era presidente de Harvard y sugirió que el cerebro de la mujer era distinto al de los hombres y que eso explicaba por qué habían menos mujeres en carreras como matemáticas y ciencias, la reacción fue rápida y despiadada. Los expertos lo acusaron de sexista. Los profesores lo consideraron un troglodita. Muchos graduados retiraron sus contribuciones financieras. Pero cuando Bruce Jenner dijo lo mismo en una entrevista con Diane Sawyer, Mi cerebro es mucho más femenino de lo que es masculino, fue agasajado por su valentía.

Tanto Summer como Jenner son hombres definiendo lo que es el cerebro de una mujer. Hasta ahora, nada nuevo, pues eso lo han venido haciendo durante siglos.

Pero Burket pone el dedo en la llaga cuando señala que cada vez es más difícil seguir aceptando que, personas que no han vivido toda su vida como mujer, -como Jenner o Summers-, sean los que tienen la potestad de definirnos a las mujeres. No es que no celebre el derecho de los hombres a sacudirse el oscurantismo que les impone la masculinidad y su decisión de convertirse en mujer, como una forma de liberar su verdadero ser. Lo que no es aceptable es que se pretenda establecer la dignidad de las personas transgénero a costa de la dignidad de las mujeres.

Hay que tomar en cuenta que no es lo mismo la feminidad transgénero que la feminidad de una mujer, en palabras de Burket: No han viajado por el mundo siendo mujeres ni han sido moldeadas por todo lo que ello conlleva. No han sufrido reuniones de trabajo con hombres que les hablan mirando sus senos, ni han despertado después del sexo con el pánico de haber olvidado tomar la píldora anticonceptiva el día antes. No han tenido que hacer frente a que les venga el período en el metro lleno de gente, ni a la humillación de descubrir que los cheques de sus colegas masculinos son mucho más cuantiosos que los de ellas, ni el miedo a no tener la fuerza para defenderse de algún violador.

No es descabellado pensar que las experiencias de humillación que vive la mujer en la sociedad machista la forjan y la definen. Comprendo que esto pueda resultar difícil de entender para los que no lo han vivido, que lo encuentran poco importante o excesivamente subjetivo o lacrimoso. Eso explica también por qué ellos prefieren ajustarse a nociones más “científicas”, incluso sin importar que sean supuestos neurológicos no probados, justamente como la existencia de género en el cerebro. ¿Podríamos decir entonces que las mentes masculinas tienden a satisfacerse con ese tipo de certezas que provienen de racionalidades abstractas y dudosas, por lo que con frecuencia incurren en error? Digo, por darles una cucharadita de su propia medicina…

Chelsea Manning no se quiso quedar atrás cuando estalló la portada de Jenner tampoco, y acuñó su Twitter: Yo soy ahora mucho más consciente de mis emociones; mucho más sensible emocionalmente (y físicamente).

¿Y saben quién es Chelsea Elizabeth Manning? Nacido Edward Bradley Manning, es el soldado del ejército de Estados Unidos que fue condenado en julio de 2013 por violaciones a la Ley de Espionaje y otros delitos, después de revelar a WikiLeaks casi tres cuartos de millón de documentos militares y diplomáticos, de información sensible. Manning fue dado de baja del ejército y condenado en agosto de 2013, a 35 años de prisión, con posibilidad de libertad condicional después de 8 años. Pues ese mismo Manning, en un comunicado el día después de la sentencia, dijo que se había sentido femenino desde la infancia, que quería ser conocido como Chelsea y que deseaba comenzar la terapia de reemplazo hormonal. Manning era conocido como Bradley en el ejército, fue diagnosticado con trastorno de identidad de género, y ahora es una mujer trans.

¿Dónde será que los militares ubican el “trastorno de identidad de género”? ¿En el cerebro… o en los genitales, en el deseo?

Alguna vez leí que la irrigación sanguínea en el cerebro de una mujer expuesta a un recuerdo triste, es 8 veces mayor que en el cerebro de un hombre. Descubrimiento que se hizo no porque se estuviera estudiando el género del cerebro, sino porque en el estudio de cómo se comporta el cerebro según las emociones, habían sujetos de estudio mujeres que arrojaron resultados definitivamente distintos que llamaron la atención de los científicos. También se sabe que la experiencia y la cultura afectan al cerebro de manera definitiva: la parte del cerebro que se ocupa de la navegación se amplía en los taxistas de Londres, así como la región cerebral que se ocupa del movimiento de los dedos de la mano izquierda, en violinistas diestros. Pero según Gina Rippon, neurocientífico de la Universidad británica de Aston: No se puede recoger un cerebro y decir «este es el cerebro de una niña, o este es el cerebro de un niño. Las diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos son causadas por el «goteo, goteo, goteo» del entorno de género. Entiéndase por género la etiqueta que te ponen según tus genitales, al nacer. Es decir, no es necesariamente tu sexo.

Pero si el “goteo, goteo, goteo” de la experiencia de la señora Jenner, incluyó una fuerte dosis de privilegio masculino que posiblemente pocas mujeres podrían imaginar: desde la beca deportiva universitaria, -generosidad a la que pocas atletas tienen acceso-, hasta no tener que preocuparse, macho alto y fornido como era, de caminar en calles oscuras por la noche, ¿de dónde sacó él su cerebro femenino?

Por eso Burket se enfrenta a esa definición de la condición de mujer, a la manera que la hizo Jenner y los muchos defensores de derechos de los transexuales que toman un rumbo parecido, cuando ignoran la realidad de lo femenino moldeado por la experiencia. Porque socavan casi un siglo de argumentos muy peleados, que se han opuesto a la definición de la mujer que nos ha subordinado; socavan los esfuerzos por cambiar las circunstancias injustas con las que crecimos las mujeres. Acota Burket que la retórica del Yo nací en el cuerpo equivocado que favorecen por otro lado, algunas personas trans, tampoco funciona mejor, pues es igual de ofensivo reducirnos a nuestros senos y vaginas.

Hay que reconocer que ninguna de estas son cosas fáciles de decir, en días de corrección política y tolerancia obligada, respeto a las diferencias, lucha contra la desigualdad social… y todos los etceteras… entre ellos el apoyo a la lucha por la defensa de los derechos de los transgéneros… porque tampoco queremos quedar del lado de los oscuros, insultantes, radicales, reaccionarios, ¡Oops! Se me olvidaba que Jenner era republicano, que no votó a favor de la igualdad de derechos de los homosexuales… y ahora ¿será republicana, Caitlyn?… Aparentemente los republicanos tampoco se van a perder la oportunidad de notoriedad que les ofrece el escándalo y van a montar a Jenner en tarima por mostrar su openmindness. ¿No será porque al final de cuentas, montar a Jenner en tarima en realidad no transgrede nada, no es sino más de lo mismo? Una conejita más, una “babe”, imagen del objeto del deseo standard, Jenner decidió ser la mujer según la mirada de los más machos y/o retrógrados.

Burket no se conforma, rechaza los frecuentes ataques de algunos líderes trans sobre el derecho de las mujeres a definirnos, definir nuestro discurso y nuestros cuerpos. Tampoco es que el movimiento trans es eco de la defensa de los derechos de ser tratados con plenitud de respeto, ni exige el fin de la violencia y la discriminación, contra afroamericanos, chicanos, homosexuales, ni las mujeres. Digamos que los acusa de sectarios, por no decir egoístas y anti-feministas.

Cuando en enero de 2014, la actriz Martha Plimpton, defensora del derecho al aborto, promocionaba un evento para la financiación del aborto en Texas llamado «Noche de las Mil Vaginas», fue terriblemente atacada por su uso de la palabra “vagina”. Líderes trans la acusaron de perpetuar el sistema de regulación y vigilancia genital binaria que excluye a los transgéneros. Plimpton explicó que iba a seguir diciendo «vagina» porque sin vagina, no hay embarazo ni aborto. La reacción fue aun peor: ¿Así que usted está realmente comprometida a multiplicar el uso de un término que le han dicho muchas veces que es excluyente y dañino?. Plimpton quedó clasificada como terf, «feminista radical excluyente de los trans», según el glosario trans. La propuesta en reemplazo de la palabra vagina es «agujero frontal» o «genitales internos». No sé, no quiero ofender a nadie, pero eso me hace sentir terriblemente incómoda entre las piernas.

Hace pocos meses, el Teatro de Mount Holyoke College, una universidad autodenominada de Artes Liberales para Mujeres, canceló la producción de «Monólogos de la Vagina», de Eve Ensler, ya que ofrecía una perspectiva muy estrecha de lo que significa ser una mujer. Otros grupos que defienden el derecho al aborto se han visto presionados con la exigencia de omitir la palabra mujer en sus enunciados y convocatorias, pues como lo explica Emmett Stoffer, blogger transgénero, el derecho al aborto y la justicia reproductiva no es un asunto de mujeres sino de «propietarios de útero.» Stoffer se refiere a la necesidad de incluir a mujeres que están tomando hormonas o que se han sometido a cirugía para convertirse en hombres, o a las que no se identifican como mujeres aunque tengan útero por lo que pueden quedar embarazadas y necesitar un aborto. Definitivamente cuando decidimos ejercer el sexo que queremos y no el que tenemos, las cosas se complican.

El Fondo de Texas para Mujeres, finalmente se cambió el nombre a El Fondo de Texas para la Escogencia. Con un nombre como Fondo de Texas para Mujeres, estábamos excluyendo públicamente a las personas trans que necesitaban hacerse un aborto, y que no eran mujeres, explica el grupo en su sitio web.

En ese mismo orden de ideas, también algunas de las universidades de mujeres, están buscando la forma de darle respetuosa cabida a las estudiantes que se consideran hombres, aunque vale decir que no incluyen a los hombres que viven como mujeres. Muchos de los gobiernos estudiantiles de estas universidades, cuya misión principal es cultivar líderes mujeres, están presididos por mujeres que se identifican como hombres. ¿Qué nos está diciendo esta tendencia?

Todo parece revuelto y confuso. Mientras el uso de la palabra MUJER es discriminatorio en el caso de las defensoras del aborto en Texas, Jenner y Manning exigen que se les llame MUJER. ¿Quiere decir que las únicas mujeres legítimas que quedan con derecho a usar la palabra MUJER para definirse, son las transgénero?

Dicho sea de paso las cirugías de reasignación de género son tres veces más frecuentes en hombres que en mujeres. No quiero pensar que los hombres van a terminar por controlarnos en nuestro propio terreno. Prefiero imaginar que son las obligaciones que acarrea en los hombres lo que establecen los estereotipos de género, lo que justifica que quieran salir de su condición de género. Y es así como entiendo que la lucha por ir más allá de esos estereotipos, no sólo está lejos de terminar, sino que nos hace aliados naturales, activistas trans y mujeres, pues tenemos más puntos de coincidencia que de diferencia. Si lo que queremos es crear un espacio para que tanto mujeres como trans se puedan expresar y vivir en respeto, no es necesario alterar la identidad de las mujeres ni mucho menos silenciar o cambiar la manera como nos definimos. No hace falta borrar a unas para poder definir a otras. En la unión está la fuerza, pero no la unión por homogeneización, porque no somos iguales, somos distintas. Lo que sí deben ser iguales son los derechos a vivir en libertad y respeto.

Sólo me queda decir que si es verdad que producimos cromosomas X e Y, penes y vaginas y tenemos una condición de género asignada al nacer, también es verdad que lo que hacemos con esos géneros, pertenece al libre albedrío. A ver si con esto logro cerrar el tema pues, que ya me ha tomado dos entregas.

Hey you,
¿nos brindas un café?