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Paola Herrera
Photo Credits: park chanjong ©

Journalists In Danger

El pasado fin de semana vi una miniserie argentina titulada: “La Fragilidad de los Cuerpos”, la cual está basada en la novela del mismo nombre del periodista y escritor argentino Sergio Olguín. Es una miniserie del género suspenso/policial que se desarrolla a partir de los atropellos insospechados de jóvenes en las vías del tren, que llevan al suicidio a los trabajadores maquinistas y espectadores de un hecho terrorífico. Cuando la noticia llega a sus oídos, Verónica Rosenthal, periodista del diario “Nuestro Tiempo”, siente que la invade la necesidad de esclarecer los hechos, se involucra en una labor investigativa durante la cual comienza a jugar con su vida y su bienestar porque, detrás del sonido ruidoso de un tren en movimiento, se encuentra una red de corrupción tan poderosa como mórbida.

El caso es que no haré spoiler alguno, sencillamente se la recomiendo. Sé que en el periodismo, profesión que requiere dedicación y pasión, existen diversas áreas donde en las cuales un comunicador social se desenvuelve para demostrar sus habilidades. Sin embargo más allá de redactar una columna, de escribir algún artículo o cubrir una noticia en tiempo real de un hecho, nos encontramos con el lado oscuro de llevar a cuestas la responsabilidad de mantener a un grupo inmenso de ciudadanos al tanto de los sucesos y acontecimientos que nos rodean, con el fin de estar alerta y consciente.

Esa fracción negruzca la conduce el periodismo de investigación y el terreno en el cual se mueve está encabezado por élites corruptas, gran parte de los gobiernos, las mafias, el narcotráfico y un sinfín de grupos adulterados. El periodismo de investigación nació en 1885 cuando William Thomas Stead se decidió a escudriñar las esquinas más oscuras de la sociedad: Prostitución infantil, el trato de blancas, maltrato pueril y abusos. Hoy día aún podemos observar con más cautela el progreso de esta labor durante la cual muchos periodistas desafían el peligro con la finalidad de obtener, durante sus pesquisas, datos, pruebas y pistas, para posteriormente publicar y revelar y así contribuir a aniquilar una acracia tanto gubernamental como de un tejido de crímenes. Por supuesto hay quienes nunca terminan su investigación, ni llevan a los culpables a juicio o los observan esposados ni encarcelados, porque desaparecen para luego aparecer en fosas donde son acompañantes de la tierra, de los gusanos que se alimentan de la descomposición y de los restos de miles de años que absorbe el subsuelo terrestre.

El 11 de agosto de este año desapareció la periodista sueca Kim Wall al abordar un submarino casero, luego fue encontrada muerta en las adyacencias del lugar desde donde partió. Kim Wall estaba escribiendo sobre el creador de ese gran artilugio Peter Madsen, un ingeniero danés. Era una periodista con experiencia laboral en grandes medios internacionales como lo es el The New York Time. Decidió embarcar el submarino con la finalidad de escribir su reportaje, solo hacía su trabajo y terminó en la isla Amager mutilada. Una muerte extraña que aún no ha sido explicada.

En lo que va del 2017 han muerto más de cinco periodistas en México. En la tierra de los Mayas y Aztecas se ha convertido en una costumbre abrumadora las muertes de quienes ejercen con valentía una profesión riesgosa. Además cabe destacar que desde el año 2000 hasta la fecha se calcula que han asesinado a más de 100 periodistas cuyas muertes han quedado impunes, el Estado solo ha podido resolver tres casos, el resto de los crímenes se han guardado en la polvorienta estación de casos por resolver en el ámbito judicial.

Y así como estas situaciones, existen muchísimas más. El peligro para un periodista que decida tomar las riendas de un reportaje que requiere investigar los cimientos de una ola corruptiva y perversa, es que puede costarle la vida. Sin embargo hay quienes están dispuestos a afrontar esas amenazas, están dispuestos a sumergirse en el mundo más violento para concretar su trabajo. Debemos alertarnos ante estos sucesos. La libertad de expresión está a punto de ser asesinada, la censura a punto de reinar y los periodistas están en un peligro devastador e indetenible.


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