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J. C. Onetti: La escritura como salvación (Parte I)

1. LOS AÑOS JUVENILES (1909 – 1939)

Juan Carlos Onetti Borges nació en Montevideo (1º. de julio) en 1909, en el seno de una familia de clase media; su padre era funcionario de Aduanas en el puerto capitalino, y su madre provenía de una familia aristocrática (aunque sin dinero) de Río Grande del Sur, Brasil.

Los Onetti-Borges solían pasar los veranos en Villa Colón, bucólico barrio de casonas con jardines, quintas y avenidas con eucaliptos, a una hora de tranvía (o tren) del centro de Montevideo. Allí el adolescente Juan Carlos, junto con dos de sus primos, hará su debut literario. Entre 1928 y 29, editan una revista llamada “La Tijera de Colón, destinada a la “juventud culta y espiritual de la Villa”, según reza su primer editorial, seguramente de la pluma de Onetti, su alma mater. Allí publicó sus primeros artículos y relatos, quien sería el más grande narrador uruguayo, y para muchos, latinoamericano.

En esas primeras décadas del Siglo XX, el Uruguay se distinguía por un sistema educativo público  con una cobertura de los sectores proletarios y medios, superior al resto del continente. Y desde el Estado en su conjunto, se estimulaba la lectura, el conocimiento y la creatividad de los jóvenes en diversas áreas (plástica, música, letras, etc.). A pesar de este ambiente propicio y su temprana afición a la lectura, el adolescente Onetti sólo completó la Escuela Primaria, dio examen e ingresó al Liceo, pero sorprendentemente abandonó en el curso de primer año.

En un reportaje ha dicho “que se aburría soberanamente en las clases” y que ya se había hecho autodidacta (leía con fluidez en varios idiomas: italiano, francés e inglés) por ejemplo, de su amado Faulkner, cuando en el Río de la Plata aún no se conseguían sus traducciones.

¿Supo tan temprano como a los 14 o 15 años, que su destino sería el de escritor? No podemos asegurarlo, pero al abandonar los estudios, debía encontrar un trabajo para mantenerse, pues la situación de su familia no era desahogada. Trabajó en lo que encontró: repartió diarios, fue mensajero, cadete, portero y hasta vendió entradas en las boleterías del Estadio Centenario, un ritual dominguero que es parte de la idiosincrasia uruguaya (y argentina),  de donde Onetti recogió  material para construir sus futuros personajes.

A principios de 1930, logra publicar 3 cuentos en la prensa de Montevideo, y trata de relacionarse con el mundo del periodismo, donde ve una salida laboral, en el “oficio más soportable que conozco”. No le fue nada fácil:  era un ilustre desconocido sin obra publicada ni padrinos que le abrieran puertas en el mundillo intelectual de Montevideo. En junio de ese año, se casa con su prima María Amalia, quien había venido de Buenos Aries a pasar unas vacaciones en Villa Colón. Muy enamoradizo, Onetti tendría 4 esposas y varios “affaires” en las próximas décadas. La joven pareja se muda a la capital argentina, donde Juan Carlos visualiza un futuro más promisorio que en la aldeana Montevideo. Y está en lo cierto: colabora con la Revista Crítica, trabaja en agencias de publicidad y en 1933, el prestigioso diario La Prensa le publica su primer cuento en Argentina (Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo). También ese año nace su primer hijo, Jorge; pero el matrimonio con María Amalia naufraga; su esposa y su hijo vuelven a Montevideo.

Solo y angustiado, en un “fin de semana que me quedé sin tabaco” (ya era un fumador empedernido),  escribe de un tirón en su pequeño apartamento de Buenos Aries, una primera versión (hoy perdida) de una brevísima (50 páginas) y revulsiva nouvelle: El Pozo.

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