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Roberto Ponce Cordero
viceversa nueva york

Info, mentiras y chismes: Lo que nos hace humanos

En su fascinante libro Sapiens: A Brief History of Humankind, publicado con gran éxito crítico y de ventas en 2015, el historiador israelí Yuval Noah Harari recorre los últimos 70.000 años de nuestra especie, desde la “revolución cognitiva” que nos permitió imponernos por encima de todas las otras especies y subespecies humanas existentes anteriormente –así como, por descontado, por sobre el resto de los reinos animal, vegetal y mineral– hasta nuestros días, para demostrar cómo la selección natural llevó al advenimiento del Homo sapiens sapiens y el advenimiento de éste llevó, por su parte, a procesos de evolución cultural que hoy por hoy no sólo afectan decisivamente a la misma selección natural sino que hasta la determinan.

La revolución cognitiva que marca el inicio del más absoluto imperio de una sola especie en la historia de la vida en la Tierra no es la resultante de nuestro dominio del fuego ni de nuestra habilidad para la creación de utensilios y de herramientas; acostumbrados a ser los únicos humanos desde la revolución cognitiva precisamente (cuando, según una de las teorías al uso, cometimos el genocidio original al erradicar al Homo sapiens neanderthalensis de la faz del planeta), nos es fácil olvidar que tanto el fuego como los utensilios eran usados también diariamente y desde hace cientos de miles de años por otras especies y subespecies humanas ahora extintas. Por el contrario, según Harari, la revolución cognitiva que empieza hace cerca de 70.000 años y dura unos 40.000 consiste, quizás sorprendentemente, en la invención del lenguaje, que crea las condiciones no sólo para una serie de avances tecnológicos (navegación, arco y flecha, agujas, etc.) sino también para la aparición del arte, de la religión, del comercio y de la estratificación social: “The appearance of new ways of thinking and communicating … constitutes the Cognitive Revolution” (21).

Lo interesante es que, a decir de Harari, no somos ni mucho menos la primera especie animal que desarrolla un lenguaje para transmitir información importante para la supervivencia; de hecho, “every animal has some kind of language” (21). Casi todos los animales pueden señalar de alguna manera, y algunos de forma vocal incluso, dónde encontrar comida, así como alertar sobre peligros inminentes. Por supuesto, el lenguaje desarrollado por el Homo sapiens sapiens terminaría siendo exponencialmente más sofisticado que el de cualquier otra especie, de manera que permitiría combinar una mayor cantidad de sonidos para producir una infinita variedad de proposiciones sobre el mundo y sus acontecimientos… pero la diferencia es, al fin y al cabo, gradual y no ontológica.

Harari menciona, sin embargo, otra teoría según la que, en el Homo sapiens sapiens, el lenguaje dejó de ser mero y utilitario canal de comunicación de información básica sobre el entorno y pasó a convertirse, además, en un medio de comunicación de información sobre otros miembros de la especie Homo sapiens sapiens. En otras palabras, aún estaríamos en un nivel lingüístico de homínidos si no fuera porque, como animales sociales que somos, desarrollamos en su momento un instrumento para el chisme: “Our language evolved as a way of gossiping” (22). Así, si bien para nuestros ancestros era vital saber dónde encontrar las mejores frutas y hacia dónde correr cuando llegaba el tigre dientes de sable, no era menos vital tampoco saber quién con quién, por así decirlo, ya que de ello dependía la interacción social y la posibilidad de sobrevivir en sociedad, sin la cual estábamos fritos a priori.

En esto último, no obstante, tampoco nos diferenciamos más que de manera gradual de algunas otras especies; notablemente, todos los primates superiores, dice Harari, muestran gran interés por lo que hacen o dejan de hacer sus congéneres… pero carecen de mecanismos para transmitir esa información a partir de un cierto nivel de complejidad. Si acaso, lo que nosotros hicimos fue perfeccionar el chisme y, de ese modo, creamos el lenguaje humano actual.

¿En qué somos únicos o, por lo menos, en qué lo es nuestro lenguaje, entonces, si no es ni en comunicar info sobre nuestro entorno ni en el aparentemente innato afán de cotorrear?

De acuerdo a Harari, somos la única especie que inventa historias, ficciones, mentiras: “Yet the truly unique feature of our language is not its ability to transmit information about men and lions. Rather, it’s the ability to transmit information about things that do not exist at all” (23). Esto va desde las mentiras blancas y las mentiras un poco más relevantes hasta los terrenos del arte y de la literatura, pasando por mitos y leyendas, dioses y modelos teóricos y filosóficos que, colectivamente, constituyen el discurso y, en definitiva, son lo que nos hace humanos.

Es sólo esta habilidad la que nos permite colaborar colectivamente y a golpe de incluso millones de individuos en empresas varias, ya sea que la empresa se trate de la veneración de un panteón específico, de la construcción de pirámides, de la organización burocrática de un conglomerado, de la generación de riquezas por medio de recursos procesados industrialmente o de la defensa de un estado-nación así ésta le cueste la vida, también, a millones de esos individuos. La habilidad de inventar mentiras y de convertirlas en verdades intersubjetivas por medio del discurso es la que nos permite comerciar, proponer y comparar cosmovisiones, plantear sistemas políticos y obedecerlos (o rebelarnos contra ellos), planificar el futuro, aspirar a un siempre hipotético más allá.

Sin mentiras creídas e internalizadas en común, y que por lo tanto se convierten en verdades, no habría nada; no habría religión ni economía ni arte ni jurisprudencia ni literatura ni pedagogía ni nada: “There are no gods in the universe, no nations, no money, no human rights, no laws, and no justice outside the common imagination of human beings” (27).

¿A lo mejor no deberíamos ser el Homo sapiens sapiens sino más bien el Homo sapiens ficcionis?

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