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Incertidumbres ‘fifí’

Estuve fuera quince días. Dos semanas en las que diariamente me repetía: «Estoy de vacaciones, estoy de vacaciones…», como para recordarme que tenía que disfrutar y aprovechar cada momento. A veces lo lograba y otras no podía evitar entrar, a través de mi celular, a la página de nuestro diario para enterarme del estado en que se encontraba mi país. Así fue como seguí, día a día, la ruta de la caravana, los tuits de Trump, la inminente cancelación del NAIM, las inundaciones de algunos estados por las lluvias, la convocatoria a la megamarcha del 11 de noviembre para protestar contra la consulta y cancelación del aeropuerto de Texcoco, las declaraciones de AMLO en que se niega a ser «florero» porque no está de «adorno» y que terminará con la corrupción e impunidad porque «me canso ganso». Además de estas noticias nada esperanzadoras, me llegaban artículos de editorialistas muy críticos respecto al Presidente electo, fragmentos de diarios internacionales, el del Financial Times, en relación a la cancelación del aeropuerto, lo recibí cinco veces: «The decision… will be recalled as one of the worst stupidities by a president in economic history». Claro, no podían faltar decenas de «memes» de todo tipo: «¿Querían un Presidente de 80,000.00 al mes no? Ahí está la prueba: lo barato sale caro…». O bien: «¡¡Se me ha hecho eterno el sexenio de AMLO…!! ¿¿Cuánto le falta a este c… para que ya se vaya…??».

Vaya panorama me esperaba al regreso de mis vacaciones. Para colmo, cuando llegué, el domingo por la noche, al aeropuerto internacional Benito Juárez, me dolió profundamente el contraste con el aeropuerto Charles de Gaulle. Eso sí, lo primero que aprecié fue la calidez de los mexicanos. «¿La ayudo, güerita?», me preguntó un maletero al verme cargar, con dificultades, mi maleta. En el camino de regreso, vi muchos estanquillos muy deteriorados, pasé por muchos baches, topes, además del tráfico atroz, no obstante era domingo en la noche. Después de cenar una sopa bien calientita, me fui a la cama con un extraño estado de ánimo. Se lo atribuí al cansancio de un viaje de diez horas. Al otro día muy temprano escuché el noticiario de Carmen Aristegui y para las diez de la mañana la magia de las vacaciones se había esfumado por completo. Para ese momento, era tal mi letargo que tuve la impresión de no haber tomado vacaciones en cinco años. «Ya no estoy de vacaciones, ya no estoy de vacaciones…», me repetía como para asumir mi realidad.

Mi realidad ahora está llena de incertidumbres. Seguramente no nada más la mía, sino la de millones de mexicanos. Confieso que después de leer la espléndida entrevista que le hiciera Álvaro Delgado al constitucionalista Diego Valadés, se incrementaron aún más mis incertidumbres (Proceso, 2192). La entrevista termina con una declaración devastadora de parte de Valadés: «Mis dudas no están en él, sino en su entorno. Que no haya la capacidad o la voluntad de hablarle con franqueza al presidente de la República, porque si sus colaboradores tienden a construir un autócrata, ese autócrata no será producto de la voluntad de López Obrador, sino producto de quienes hayan contribuido a hacerle creer que es el único que puede ver las soluciones del país y adoptar las decisiones por el país». Así lo percibo también. No, a López Obrador no se le puede decir nada que pueda contrariarlo. Es bien sabido que no soporta las críticas, su soberbia es infinita. Basta recordar la molestia que le provocó Monsiváis, porque criticó el cierre de Reforma. La misma inconformidad mostró por el hecho de que Elena Poniatowska protestara con una pancarta por la decisión de Morena de ir en alianza con el Partido Encuentro Social (PES). Tampoco a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, le gustan las críticas. Esto lo vimos respecto a la más reciente edición del semanario Proceso, en cuya portada aparece el Presidente electo con el siguiente encabezado: «AMLO se aísla. El Fantasma del Fracaso». Beatriz escribió en tuiter el 4 de noviembre: «Todavía no toma posesión y ya está ‘solo’ y a punto del ‘fracaso’. El conservadurismo, de izquierda o de derecha, nubla el juicio y da pie a conjeturas fantasiosas. Los extremos pueden tocarse y abrazarse. Bienvenida la pluralidad y el debate. Lo bueno es el desenmascaramiento».

Por lo pronto, «fifís» o no «fifís», nuestras incertidumbres se acumulan día a día, en un gobierno «sin proyecto», como dijera Diego Valadés.

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