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Homero Aridjis

Homero Aridjis: los versos que llegan para quedar

NUEVA YORK: Es una tarde lluviosa, de esas en las cuales la neblina evapora los colores de la ciudad. Nueva York en gris, Nueva York sumergida entre sombras que difuminan y suavizan la rígida arquitectura de los rascacielos. Es la tarde perfecta para entrevistar a un poeta quien roba los versos a sus sueños y escapa de sus pesadillas vertiéndolas en un papel.

La cita con Homero Aridjis, uno de los más importantes poetas contemporáneos, es en un café de Brooklyn. Escritor, diplomático, ambientalista, su vida ha sido tan rica y variada que las preguntas que quisiera hacerle se agolpan y pelean por alcanzar los primeros puestos. Las ordeno en un cuaderno y dejo que mi ser más profundo y menos racional juegue con versos sueltos de sus poemas que quedaron atrapados en la memoria.

y todo aquello que los cuerpos forman
es en la sombra
un brillo solitario…

Tú has escondido la luz en alguna parte
y me niegas el retorno…

Pero estás lejos
y lo que piensas
no puede penetrarme…

Hay un tiempo desvelado que te esconde
y un fantasma que te hace recordar

Desde los vidrios del café, de escasa transparencia a causa de un vapor húmedo que se adhiere a ellos como una tela de agua, sigo, con preocupación, la evolución de la lluvia que se transforma en tormenta y siento un gran alivio cuando veo entrar a Homero Aridjis, quien llega a pesar de la inclemencia del clima.

La conversación fluye sin respetar las reglas de los apuntes que quedan escondidos en el cuaderno. Homero Aridjis tiene don de narrador y yo la avidez del que ama escuchar. Al hablar de su último libro Carne de Dios explica: “Crecí en un pequeño pueblo mexicano, en Contepec, Michoacán. Éramos cuatro hermanos varones, además de mi padre, pero mi madre tenía más carácter que todos nosotros. Las mujeres siempre fueron muy importantes en mi vida, lo fue mi madre, lo son mi esposa y mis dos hijas. Y ahora mi pequeña nieta. Respeto a las mujeres y considero que debemos devolverles el sitio que merecen dentro de la cultura. En mi libro Carne de Dios hablo de María Sabina, uno de los personajes más importantes de la cultura de tradición indígena de iniciación al éxtasis y para mi, una de las mejores poetas de habla española del siglo XX.

Sabina era pobre, ignorante, pertenecía a los indígenas mazatecas de Huautla de Jiménez, un pequeño pueblo del estado de Oaxaca, pero tenía un gran espíritu. Llevaba en su interior la fuerza de las sacerdotisas, de las chamanas. No hablaba español y no sabía escribir pero las palabras que decía durante sus rituales eran versos. Se inscribe en la tradición oral de las sacerdotisas proféticas como la Sibila de Cumas y la Sibila de Delfos y muchas otras de origen indiano, africano, tibetano. No es poesía solamente la que se escribe sino también la que se profiere y como dijo Eráclito: ‘La Sibila habló y con su voz se hace oír miles de años gracias al dios que está en ella’. Lo mismo podemos decir de María Sabina».

Photo Credits: Retha Ferguson
Photo Credits: Retha Ferguson

Poesía profética, poesía onírica. “Dice usted que el libro, El Poeta niño, cuya versión en inglés, traducida por su hija Chloe, está presentando en estos días en Estados Unidos es una autobiografía onírica. ¿Sigue aún hoy extrayendo versos de sus sueños?”

“Ese libro es una recopilación de imágenes y vivencias oníricas que durante un año de mi vida, un año importante, poblaron mis sueños y me permitieron recuperar unos recuerdos muy traumáticos que marcaron y cambiaron mi vida. Fue un año muy importante porque no podía salir de Estados Unidos por razones de visa y estábamos esperando la llegada de nuestra hija Chloe. No sé si fue la espera de una niña la que me llevó a contactar con mi propia infancia, o la imposibilidad de volver físicamente a mi tierra, a mis raíces, lo cierto es que en ese año, entre 1970 y 1971, en sueños abrí una puerta de mi pasado que había quedado cerrada. Más que sueños eran vivencias sensoriales, percibía el calor del pecho de mi madre, la soledad, el desconcierto al quedar en una cama sin límites. Empecé a escribir esos sueños, los anotaba al despertar, piezas de un puzzle de memorias que se iban transformando en un libro”.

Y los recuerdos regresan inevitables. Lo devuelven a un pasado tan fuerte y real como el presente. “Recuerdo todo – murmura – recuerdo cada detalle como si lo estuviera viviendo. Tenía 10 años cuando por accidente se me disparó una escopeta y me perforó los intestinos. 32 agujeros. En mi pueblo Contepec, había un médico que fue suficientemente honesto como para admitir su incapacidad frente a heridas tan graves. Contepec era hermoso, bucólico, tierra de las mariposas monarcas, pero era pequeño y había solamente dos carros, un taxi y el jeep de un tejano que se llamaba Elia. Mi padre pidió a ambos que nos acompañaran ya que las carreteras eran de tierra y muy accidentadas. A mitad de camino el taxi quedó atascado y me pasaron al jeep. Llegamos antes a un pueblo minero donde el médico, un borracho, por suerte no estaba y luego a Toluca. Cuando entré en el hospital de Toluca, habían pasado casi 9 horas del accidente pero, casi por milagro, tuve la suerte de encontrar a uno de los mejores médicos de México quien me operó durante más de cuatro horas. Quedé en el hospital 19 días, 19 días inolvidables que marcaron mi futuro”.

Homero Aridjis sigue contando esa experiencia que lo transformó de futbolista a poeta. “Antes me encantaba jugar fútbol – dice con una sonrisa – dormía con el balón que mi papá me había regalado. Pero mientras estaba en el hospital mi padre me regaló dos libros que había encontrado en una papelería, olvidados y llenos de polvo. Eran El Cuervo de los hermanos Grimm y Sandokan de Emilio Salgari. Los leí en una tarde así que mi padre volvió a la papelería y compró todos los que quedaban, otros de Salgari y de los hermanos Grimm.

Cuando volví a casa la pasión por la lectura ya había entrado en mi para nunca dejarme y también comenzaba a asomarse el deseo de escribir que tampoco he perdido”.

homero aridjis diario de sueñosAridjis confiesa que desde entonces le ha quedado la costumbre de anotar sus sueños que muchas veces se convierten en poemas. Uno de sus libros se titula Diario de Sueños. “Más que sueños yo diría que son experiencias oníricas, algo antiguo que podríamos comparar con los sueños proféticos de los griegos o los de la Biblia. Una vez soñé con Borges, él estaba ciego e íbamos caminando por un pueblo derruido. Borges estaba recitando un poema muy largo que terminaba con un verso, el único que recordé al despertar y que dice ‘Habrá pasado de tal manera el tiempo’. A la mañana siguiente lo busqué entre los poemas de Borges pero no estaba. Era un verso mío que había escrito a través de Borges. Lo mismo me pasó con el poeta mexicano José Arreola quien en sueños me estaba recitando un poema en italiano. Otra vez soñé con Esquilo. Me hablaba en griego. Yo sabía que estaba diciendo algo muy importante para mi vida pero no podía entenderlo y eso me causaba angustia. El sueño me estaba devolviendo mis raíces. Siempre lamenté no hablar griego, mi padre, persona sencilla, nunca me enseñó esa lengua”.

Griego por parte de padre y mexicano por parte de madre. Dos culturas importantes, dos mitologías que han marcado la humanidad. “¿Cómo se logra convivir con ambas?”

Siempre digo que soy hijo de dos mitologías, la griega y la mexicana. La griega la conocí desde niño, la Odisea fue uno de los primeros libros que leí y fue el gran libro de aventura. La mitología mexicana tardé en comprenderla porque es una mitología que hay que aprender a descifrar. La mitología griega se expresa a través del cuerpo humano, los dioses son criaturas hermosas, hay esculturas que los retractan. La mitología mexicana es más arquitectónica, uno ve el calendario azteca y es solamente una piedra hasta que no aprendes a descifrar sus símbolos. Los dioses mexicanos horrorizan con sus sacrificios humanos. Hay que entender porque lo hacían, el significado profundo de esos sacrificios pero no se puede evitar el horror cuando por ejemplo vemos a Xipe Tótec, dios de la fertilidad, desollado. En sus sacrificios se colgaban pieles humanas sobre las caras”.

Una de las tradiciones más fuertes de los mexicanos es el culto a la muerte. Pareciera que aprendieron a vivir considerando a la muerte, hasta a la muerte violenta, como a una inevitable compañera de camino. Muchos son devotos a la Santa Muerte. Un culto controversial al cual ha dedicado un libro que se titula La santa Muerte.

La muerte estuvo muy cerca de mi cuando tuve ese accidente de niño. Era una presencia palpable. En los 19 días que transcurrí en el hospital vi a muchos pacientes morir, otros estaban en graves condiciones. Recuerdo que una vez proyectaron una película del gordo y el flaco. Yo fui a verla pero en lugar de ver la película me la pasé mirando a los que estaban a mi alrededor. Parecía una película del horror, había personas sin piernas, otras con vendas en la cabeza, otras que parecían agonizantes. En el corredor había una puerta verde que llamaba la atención y luego supe que era la puerta por donde sacaban a los muertos. En esos días también leí otro cuento de los hermanos Grimm, un libro pequeño que había llegado junto con El Cuervo. Se llamaba La Muerte Madrina. Es la muerte medieval y hay un pasaje en el cual la muerte le enseña a un ahijado una cueva con miles y miles de velas encendidas. Eran todas de diferentes dimensiones y cada una representaba una vida. Algunas estaban comenzando, otras estaban a punto de apagarse. Nadie podía modificar el destino de la persona que ellas iban indicando. Fue un cuento que me impresionó mucho. Una pausa y luego Aridjis continúa reflexionando sobre las razones que lo llevaron a dedicar un libro a la Santa Muerte.

Homero Aridjis La santa MuerteCrecí con la cultura de la muerte en mi entorno. En Michoacán está Pátzcuaro, conocida por la conmemoración del Día de los Muertos y mi pueblo es el pueblo de las mariposas monarcas que, según la tradición, son las almas de los muertos que regresan al mundo convertidas en mariposas. Pero en 2003 ocurrieron dos cosas que despertaron más aún mi curiosidad. Estaba acompañando a mi hija Eva, cineasta, quien estaba filmando un documental sobre los niños de la calle. Era el mediodía y en una calle había una hilera de niños completamente drogados que dormían. Detrás de ellos estaba un poster grande de una Santa Muerte muy violenta. La postura y la mirada representaban a una Santa Muerte asesina. Otra imagen que me impresionó es un grabado de Posada que, a diferencia de la mayoría de sus obras sobre la muerte que son festivas y burlescas, tiene los ojos vidriosos y un cuchillo en la mano. También es una muerte asesina”.

En ese acercamiento a la Santa Muerte Homero Aridjis nos cuenta otro episodio de su vida que parece extraído de una película. Una misteriosa invitación llega a su fax. No hay remitente. Lo invitan a una fiesta de cumpleaños del hijo de un político y empresario con claras conexiones con el narcotráfico. Una fiesta de 24 horas. Aradjiis, quien nunca supo ni quién ni por qué lo invitaron, descubre allí un mundo casi surreal con guardaespaldas armados hasta los dientes, norteamericanos llegados con avionetas, políticos famosos, exponentes del clero, empresarios, hermosos jóvenes, de ambos sexos que tras ofrecer un trago regalaban la botella entera, un desfile de caballos de raza llegados en avión de otro rancho, una corrida de toros, y un abogado que se le sienta al lado y le “aconseja” no mirar hacia las otras mesas. “Allí también descubrí una capilla de la Santa Muerte”.

Igualmente fascinante es el cuento de la noche en la cual presenta el libro por primera vez. Lo hace en el pueblo de Tepito donde está el altar más famoso de la Santa Muerte. “Hablamos con la sacerdotisa y vinieron muchos periodistas mexicanos y norteamericanos. Los mexicanos eran los que estaban más asustados conociendo el peligro de la zona.

Me pidieron poner el libro cerca de la imagen de la Santa Muerte y la cantidad de flash que dispararon creó una ilusión óptica, me pareció que la imagen tomaba vida, que se movía y tuve un mareo. Luego la sacerdotisa nos pidió que nos quedáramos para asistir al rosario pero los periodistas mexicanos no aceptaron, les aterraba la idea de quedarse allí en horas de la noche. Me quedé yo junto con la periodista del New York Times, Ginger Thompson y otro de Los Angeles Times. Para comprar una cámara desechable en un quiosco protegido con barrotes, la sacerdotisa mandó a que me acompañaran cuatro enormes guardaespaldas quienes hacían disimuladas señas con las manos a las bandas que encontramos en ese pequeño tramo de camino. Nos fuimos a las 10 de la noche con un taxista que llevaba la imagen de la Santa Muerte. La sacerdotisa nos dijo: “Vayan tranquilos, nadie se atreve a meterse con la gran Jefa”. 

Muchos le han reclamado a Aridjis el haber escrito ese libro y casi se lo prohibieron. Prácticamente lo compraron y lo desaparecieron. “Yo creo que tenemos que analizar este culto, entender de donde se origina, qué significa. Es una cosa extraña, aberrante y testimonia el clima moral de este país en el cual el mexicano está tan desesperado que le pide milagros de vida a la muerte. Deberían preguntarse porque no acuden a la iglesia con esos rezos”.

«¿La visita de Papa Francisco cambiará algo?»

“Es una visita muy importante porque es el primer Papa hispanoamericano, es jesuita, viene de la tradición de la iglesia mesiánica, esa de Bartolomé de las Casas que trajo las nuevas leyes contra la esclavitud de los indios y de Vasco de Quiroga quien, al llegar a México, fundó el hospital-pueblo de Santa Fe, primer modelo de poblado utópico basado en los preceptos de la Utopía de Tomás Moro. México está viviendo uno de los peores momentos de su historia. La criminalidad, la violencia, cobran más vidas que las guerras de Bosnia y del Kosovo. Pero a nadie importa. En esta crisis moral y de violencia ha habido una enorme falta de solidaridad con México por parte de todos. Obama en dos mandatos fue a México por una visita de dos horas. En todo su periodo ha ignorado México y América Latina. Lo mismo se puede decir de los líderes europeos.

El Papa es el primer Jefe de Estado que nos visita y lo que es más importantes es que llegó con una agenda moral, criticó a las élites corruptas que gobiernan el país, se dirigió a las personas sencillas y mostró interés por el mundo indígena que ha sido explotado y sometido. A lo mejor su visita no cambia nada ya que las mafias son muy arraigadas pero sus eventos han sido multitudinarios y él se ha movilizado a zonas muy violentas y contaminadas. No se sabe qué repercusión tendrán sus palabras sobre el pueblo. La gente se ha acercado con enorme fervor. Papa Francisco devolvió una esperanza a personas abandonadas, explotadas, manipuladas, personas que lloran a sus muertos asesinados”.

La producción literaria de Homero Aridjis es extensa y variada. Más de 50 libros publicados, un sinfín de premios y reconocimientos, han marcado una vida dedicada al estudio, a la investigación histórica pero también a las luchas por el medio ambiente, los derechos humanos y la libertad de expresión.

Se desempeñó como diplomático en los Países Bajos y en Suiza, fue embajador en la Unesco, fundó y encabezó el Grupo ecologista de los 100, integrado por artistas e intelectuales de todo el mundo comprometidos con la defensa del medio ambiente, y fue Presidente durante 6 años del Pen Club Internacional.

the child poet Homero Aridjis copy

Su hija Chloe, escritora también, ha traducido el libro que podría considerar un hermano morocho ya que se gestó junto con ella y nació cuando nació ella. El orgullo de Homero al hablar del trabajo de su hija es una luz que le ilumina el rostro. “Chloe creció rodeada de artistas, poetas, intelectuales. Tenía pocos meses cuando nos fuimos a Holanda donde asumí el rol de agregado cultural. Apenas llegué me estaba esperando el agregado cultural francés quien amaba México y era un crítico de arte. Me esperó para ir juntos al Poetry International el Festival de Poesía de Rotterdam, el más importante del mundo. Pasamos por París y fuimos a saludar a Pablo Neruda, embajador de Chile en Francia. Había conocido a Neruda en el Pen Club Internacional. Él recordaba esos días en los que compartimos con Arthur Miller. Cuando llegamos a la embajada estaba con su abogado viendo como enfrentar el problema que tenía con la multinacional ITT que había denunciado en las Naciones Unidas. Cuando llegué empezó a contestar con distraídos “Oui, oui” al abogado quien, con mucha seriedad, le indicaba papeles y leyes, y en cambio se enfrascó conmigo en una conversación sobre poesía. Chloe estaba con nosotros y Neruda con su esposa Matilde la tomaron de la mano para que diera sus primeros pasos.

En Rotterdam estuvimos con muchos otros poetas y recuerdo una noche en la que estaba hablando con Allen Ginsberg y Robert Lowell. El primero del grupo Beat, drogadicto, homosexual, bebía solamente leche, el segundo tomaba whisky pero le echaba leche. De repente a Lowell se le acabó la leche y, al darse cuenta que el bar estaba cerrado, miró el biberón de Chloe y, sin pensarlo dos veces y con un “scuse me” lo tomó, abrió, vació la mitad de su contenido en el vaso de whisky y se lo devolvió con otro “scuse me”.

Así fue la infancia de Chloe, rodeada de intelectuales, muchos de ellos amigos que venían a nuestra casa, varios pertenecían al grupo CoBrA. Yo participé en muchos festivales y organicé algunos de poesía mexicana. Eran temáticos, el primero se llamó ‘Poesía de iniciación al éxtasis’ con poemas de María Sabina, otro ‘Poesía de la rebeldía’. Escogía temas que gustaban a las personas y también seminarios de traducción en los cuales se seleccionaban cinco o seis poemas que los poetas traducían a sus respectivos idiomas”.

Hablando de sus primeros pasos en la poesía Homero Aridjis recuerda al primer poeta Beat que conoció. “Tenía 18-19 años y en México había dos diferentes facciones dentro de los intelectuales, una más tradicional, burgués, oficialista y otra transgresiva e innovadora. Philip Lamantia, poeta norteamericano, en ese momento vivía en México junto con Lucille Dejardin una mujer francesa quien hacía vestuario para obras de teatro en Bellas Artes. Éramos amigos y compartíamos la rebeldía pero yo no los seguía en la locura de las drogas. Cuando tenía dinero prefería comprarme un libro. Los Beat que llegaron a México lo hicieron en busca de una libertad existencial. Les encantaba el México de los mercados, su ambiente cultural, pero también la subcultura en sus aspectos más sórdidos y siniestros. Esos en los cuales amaban perderse William Burroughs quien mató a su mujer y el mismo Kerouac”.

Hay escritores, poetas, grandes intelectuales, que amamos por sus obras pero que al conocerlos, en la vida real, nos desilusionan como seres humanos. ¿Usted que ha conocido a tantos personajes importantes, desde Octavio Paz a Juan Rulfo, Jodorowsky, Buñuel, Carlos Fuentes y muchos otros, sintió en algún momento ese desencanto?

“Hay escritores, novelistas, gente de cine, artistas que son seres detestables, llenos de ego, soberbios. Yo nada más los veo los detesto y me alejo. Muchos otros son personas de gran calor humano. Recuerdo por ejemplo la bondad que desprendía Ungaretti a quien conocí ya viejo. Lo mismo puedo decir del poeta francés Richaud y también de Borges”.

“¿Y Buñuel?”

“Buñuel era un hombre difícil, hosco. Siempre aprecié su sinceridad. La primera vez que lo conocí me dijo que le había gustado mucho mi libro El último Adán porque al igual que yo pensaba que el Apocalipsis sería obra de los seres humanos y no de Dios. Venía a menudo a mi casa y una vez, ya anciano, caminaba con el bastón, y yo quise ayudarle a subir unos escalones. Me miró molesto y me dijo: ‘No quiero que nadie me ayude, la próxima vez que lo intentas te doy un bastonazo’. Poco antes de morir ya no quería ver a nadie. Yo lo llamé para pedirle que nos dejara a mi y a mi esposa, ir a visitarlo y tajante me contestó: ‘Ya es suficiente humillación para mi estar enfermo, imagínate si puedo permitir que mis amigos vengan a verme en esta miseria. Jamás.’ Su ironía y su franqueza lo acompañaron hasta después de muerto. En el velorio no había casi nadie y uno de sus amigos me confesó que había prohibido que se acercaran políticos y personalidades. ‘No quiero que nadie venga a orinarse sobre mi’ había dicho”. 

Desde hace muchísimos años está luchando para la defensa del medio ambiente. ¿Siente que vale la pena tanto esfuerzo?

“Yo creo que la lucha por el medio ambiente es como el mito de Sísifo. Subes una roca, la dejas y se cae de nuevo así que tienes que volver a subirla. A pesar de las leyes y de todas las luchas sigue habiendo saqueos de huevos de tortuga, la pesca indiscriminada que mata tortugas, ballenas, delfines, vaquitas marinas, especies en vía de extinción, el mercado del marfil prolifera y el de las pieles también. Podremos lograr algún cambio únicamente cambiando al ser humano. Cuando participé en la Cumbre de la Tierra en Río, así como en los trabajos preparatorios, y escuché los cinco minutos de discurso que hicieron los 105 Jefe de Estado presentes, pensé, ‘¡Pobre mundo con tantos gobernantes mediocres!’ Ni uno solo de ellos asumió un compromiso, un compromiso mínimo, voy a salvar este animal o este árbol. Todos hablaron por hablar. Por otro lado están los grandes grupos ecologistas, que se han vendido a las grandes corporaciones y empresas y lo único que saben hacer es pedir dinero para luego repartirlo entre los directivos. Poco, muy poco es lo que realmente invierten en la defensa del ambiente. Yo soy optimista y pesimista. Pesimista porque creo que tenemos la batalla perdida ya que la corriente de destrucción es mucho más fuerte, más masiva y más generalizada que nosotros, optimista porque creo que uno, como ser humano, tiene que hacer todo lo que puede”.

Hay una poesía suya que me tocó mucho. Se titula Las palabras no dicen. ¿Me pregunto son las palabras que no dicen o es que ya no sabemos pronunciarlas y escucharlas? ¿En este mundo dominado por el mercado, la violencia, el éxito, la corrupción, hay todavía espacio para la poesía?

“Ese poema se refiere a las cosas que nos suceden y que es difícil expresar en palabras. Pero al decir no dicen yo estoy diciendo que dicen, es una negación que afirma. La mercadotecnia del libro actual tiene marginada la poesía pero yo creo en ella porque le habla al ser humano desde adentro. Hay cantidad de libros desechables que quedan olvidados, pero el que compra un libro de poesía lo guarda. Lo adquiere y lo conserva. Esa es la diferencia. Un día encontré a un periodista de Morelia, uno de esos periodistas idealistas que escriben en el México violento arriesgando sus vidas y que a veces mueren sin haber cobrado el primer sueldo y sin que a las viudas se les pague ese artículo que lo llevó a la muerte. Él me saludó como si me conociera y me contó que la noche en que murió su padre estaba solo con su cadáver y encontró un libro mío que se llama Exaltación de la luz. Emocionado me comentó: ‘Me pasé toda la noche leyendo sus poemas, era lo único que me podía consolar porque estaba solo en el mundo’. Otro día tenía una lectura en Bellas Artes, en Ciudad de México y empezó a caer una lluvia torrencial con rayos y vientos. Yo quería cancelar esa lectura, pensaba en el tráfico, en lo difícil que sería conseguir un taxi, y suponía que iban a ir muy pocas personas. Pero mi esposa me dijo que tenía que ir porque no se sabía quién iba a estar, no cuantos sino quien.

Fui y se me acercó una muchacha ciega acompañada por su padre. Una muchacha humilde que había venido de Ecatepec, uno de esos lugares perdidos en el mapa, se me acercó y me dijo que le gustaban mucho mis poemas y que le había pedido al padre de llevarla. Le dediqué un libro y ella lo abrazó y empezó a acariciarlo. Dijo que le pediría al padre que se lo leyera.

Un libro no tiene que llegarle a miles de estúpidos, basta con que llegue a una persona y que le hable desde adentro en algunos de esos momentos que, como decía César Vallejo, son “El momento más grave de mi vida”. Allí reside el valor de la poesía”.

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