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Asdrubal Aguiar

Hipocresía de la UNASUR y masacre en Venezuela

En Venezuela el anuncio, coludido, de una Comisión de la Verdad entre Nicolás Maduro Moros y “sus” observadores electorales del pasado 6D, los de la UNASUR (Samper, Zapatero, Fernández y Torrijos), quienes se empeñan en salvarle del descalabro comicial que sufre y le fallan, reaviva, junto a los comportamientos de éstos y de ahora, la aguda observación del maestro Piero Calamandrei.  El fascismo – característico del gobierno venezolano – es el régimen de la mentira.

Hugo Chávez y Maduro hacen de la ilegalidad su fisiología. La recubren de formas legales, justamente, para el engaño, la trufa, la estafa de la opinión. Pero esta vez, es tal la hipocresía que acompaña a aquella iniciativa – promover una Comisión de la Verdad en el instante en que sus patrocinadores acaban con la soberanía popular y desconocen la ley de amnistía y reconciliación que dicta la Asamblea Nacional electa por el pueblo – que, mientras el mendaz espectáculo tiene lugar, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos no encuentra más opción que censurar a sus promotores.

El señor Samper, público aliado de la narco-guerrilla que hasta lleva al foso de la podredumbre a su propio gobierno – al margen falacia ad hominem  no obstante obvia lo notorio. Su pupilo, Maduro, firma el 29 de mayo de 2003, en presencia de la OEA y el Centro Carter, un compromiso para que el gobierno del que forma parte proceda a instalar una Comisión de la Verdad y Reconciliación “independiente” con motivo de la Masacre de Miraflores, la del 11 de abril de 2002. Pero deja al país y a las víctimas entendiendo. ¡Y es que su jefe Chávez – lo confiesa Isaías Rodríguez 10 años más tarde – sabe y prepara el escenario de la masacre! La usa para limpiar a sus Fuerzas Armadas de obstáculos a fin de apuntalar su salto al comunismo, que matiza como Socialismo del siglo XXI.

De allí los pistoleros de ocasión, los de Puente Llaguno, registrados durante su acción criminal y premiados por la revolución, bajo protesta del fiscal Danilo Anderson, después asesinado. Y al final, al mejor estilo castro-cubano, forja a los chivos expiatorios: Iván Simonovis, Vivas y Forero, condenados sin pruebas por la misma Justicia sirviente que hoy desconoce con sus actos a la Asamblea y cuya elección no alcanzan impedir Samper, Fernández, Zapatero y Torrijos.

A confesión de parte, relevo de pruebas. Lo dicho por el ex Fiscal General Rodríguez consta en la red, para su tragedia.

Vale mucho su manifestación, cabe decirlo. Él y Chávez conocen del riesgo y lo aceleran, con premeditación. Poco les preocupa el resultado. No amainan ni conjuran la masacre previsible y en puertas, lo que los hace penal e internacionalmente responsables junto a sus cómplices. 24 muertos y 222 heridos es el ominoso saldo.

Nada distinto de la mentira e hipocresía, como fisiología del gobierno y sus adeptos, y cuya conservación tanto preocupa al Secretario de UNASUR para blindar oscuros secretos, ocurre luego con la Masacre de Febrero. Ella se encuentra documentada ante la Fiscalía de la Corte Penal Internacional e ilustra la vocación de quienes viven en el mundo de la doblez a fin de que la opinión les pase sus crímenes, justificándoles con la razón revolucionaria. Pero la web, otra vez los desnuda y no les otorga “derecho al olvido”.

Habiéndose iniciado una razzia militar y policial contra el monstruo de mil cabezas – los Círculos Bolivarianos que mutan en colectivos armados y son creados, desde 1998, por Diosdado Cabello, Freddy Bernal y Juan Barreto, entre otros, las reacciones intestinas dentro del gobierno que los cobija – acorralado por la protesta social – no se hacen esperar el día de la Juventud.

Sobre el choque entre colectivos y las armas del Estado, Maduro, al término, los usa a unos y otras para reprimir la ira popular en su contra. Enciende a mansalva la chispa de la vorágine y la atiza. Escoltas del Ministro del Interior asesinan al dirigente chavista Juan Montoya y a los estudiantes Bassil Da Costa y Robert Redman, antes de que la represión indiscriminada anegue de sangre la geografía total de la patria: 31 víctimas fallecidas, 461 heridos, incluidos los torturados.

A la sazón, otra vez aparecen los chivos expiatorios. Los fabrica, a dedo y con saña, el gobierno, y diluye sus masacres con el tu quoque de Julio César, el ¡tú también! de las guarimbas. Leopoldo López es así encarcelado al igual que Antonio Ledezma, y el primero condenado por una juez de utilería a quien premia su patrono, el teniente Cabello.

¡O tempora, o mores!

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