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Paola Maita

El hijo de Harry Potter

Quisiera comenzar este artículo diciendo que Harry Potter marcó a toda mi generación, pero eso sería una mentira. Una gran mentira. Hay un montón de muggles de los 80 y 90 a los que esta historia les pasó por encima, pero no hablemos de ellos. Contemos con los que sí fuimos marcados por la magia de la historia de J.K. Rowling.

Harry Potter es de esas sagas que a pesar de su extensión, no ha ido en decadencia, al menos como yo lo veo. La única entrega que pienso que de verdad fue mala es la sexta película. Así que cuando me enteré que saldría una obra de teatro y que publicarían el guión en el formato de libro, no dudé en ponerle las manos y los ojos encima, como pudiese.

Por limitaciones económicas que serían más que trilladas de enumerar, en mi país, Venezuela, el libro no está disponible en físico como en el resto del mundo. Pensé que tendría que esperar al menos un año para poder leerlo, intentando esquivar todos los posibles spoilers que podría encontrar en Internet, pero la fortuna estuvo de mi parte esta vez. Una amiga tuvo el gran acierto de enviarme la versión digital por correo, y apenas salió la notificación de correo nuevo, comencé a leerlo. En menos de 24 horas me lo había terminado. Son 255 páginas que se devoran en un suspiro. Debo confesar que tenía mucho tiempo que no me enganchaba de una manera tan devoradora con un libro.

Por motivos evidentes, no puedo dar detalles de la trama, porque les estaría haciendo a otros lo que habría detestado que me hiciesen a mí. Aún es muy pronto para hablar de la historia con completa libertad pero sí puedo describirles la sensación que me quedó.

Al iniciar el libro, estaba ansiosa de volver a disfrutar de personajes que marcaron mi vida, pero al transcurrir 19 años después de la Batalla de Hogwarts, era evidente que no serían los mismos. Habían crecido, sus hijos estaban más grandes y sus preocupaciones también.

Vi a un Harry, una Hermione y un Ron mucho más reales, con los que mi lado adulto podía conectarse, como cuando me reencuentro con mis amigos años después y compartimos las mismas angustias y miedo actuales, no las de la infancia. Me gustó que la escritora dejase crecer a sus personajes y que no se comportase como una mamá necesitada que trata a sus hijos como bebés, a pesar que ya tienen edad para tener sexo y fumar.

También fue agradable encontrarme con un Harry al que no todo le sale bien, más genuino. A pesar que sigue habiendo magia de por medio, sentí la historia más cercana, no sé si fue porque ya estaba familiarizada con el universo Potter o por la forma de narración.

Los diálogos son fluidos, y permiten imaginar la acción fácilmente. Hay acotaciones de escena que no imagino cómo las estarán llevando a cabo, pero debe ser una experiencia surreal estar en el teatro viviendo por un momento en ese universo.

La historia del libro es consistente con el que considero que ha sido el principio cohesivo de los primeros 7 libros: el amor y la amistad son los sentimientos que pueden salvar al ser humano, muggle o mago, de las adversidades. Sé que suena cursi, pero vaya que necesitaba el recordatorio en estos tiempos de ISIS, Trump y Maduro.

Gracias, J. K. Rowling, lo volviste a hacer.

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