La guerra de Irak, quince años después de que comenzara, casi ha destruido este país, otrora uno de los más prósperos de Oriente Medio, y ha desestabilizado a toda la región. Al mismo tiempo, se han intensificado los conflictos internos y religiosos y ha generado nuevos grupos armados. Y los costos humanos y materiales de la guerra siguen aumentando.
Además de los soldados estadounidenses que murieron o resultaron heridos, la guerra ha tenido un efecto negativo considerable en la economía de Estados Unidos, así como en la moral de las tropas norteamericanas. Quizás la alta tasa de suicidios entre los soldados que regresan de Irak se explica porque están obligados a luchar por una guerra que muchos no entienden.
Como un pulpo venenoso, la mal llamada Operación Libertad Iraquí (OIF) ha extendido sus tentáculos letales a los países vecinos y ha convertido a la región en el lío inmanejable que es hoy en día. El comandante Danny Sjursen, un estratega del ejército de EE. UU. que luchó en Irak escribió recientemente, «Esa farsa desafortunada de una invasión creó las condiciones o exacerbó las tensiones existentes que informan las guerras regionales de hoy».
La guerra ha incrementado la tensión sunita-chiíta, fomentado el surgimiento de Al-Qaeda en Iraq y fortalecido a Irán como potencia militar en la región. Después de la invasión liderada por los Estados Unidos, la mayoría árabe chiíta iraquí tomó un papel central en el gobierno, un evento sin precedentes en el Medio Oriente, que alentó a los chiítas en toda la región. En una crisis persistente, los sunitas en Irak se rebelaron contra los chiítas iraquíes, lanzando una rebelión contra ellos que ha cobrado decenas de miles de vidas.
En Iraq, por ejemplo, no hubo Al-Qaeda antes de la invasión británica y estadounidense. Apareció por primera vez en Irak en 2004, cuando Abu Musab al-Zarqawi formó una alianza con Al-Qaeda, prometiendo su lealtad a Osama bin Laden a cambio de su respaldo como líder de la franquicia del grupo en Iraq. Los principales objetivos de Al Qaeda eran los chiíes iraquíes, a quienes atacaron durante las procesiones religiosas o en sus mezquitas y santuarios. Después de 2007, Al Qaeda se debilitó considerablemente después de que los grupos suníes financiados por los Estados Unidos fundaron los llamados «Consejos del Despertar» para expulsar a esta organización de Irak.
Al-Qaeda, aunque menos poderoso que durante sus años de mayor actividad, continúa con sus actividades violentas, cuyos objetivos ahora también incluyen a Siria y Yemen. Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), la rama yemení de Al-Qaeda, ahora está prosperando en Yemen, aprovechando el entorno caótico en el país. Este país, devastado por la guerra de los árabes sauditas con la colaboración de los Estados Unidos, todavía sigue siendo uno de los países más pobres del mundo.
En Siria, Al-Qaeda todavía tiene presencia, aunque ahora menos poderosa. Jabhat al-Nusra, heredero ideológico de Al-Qaeda, y Hay’et Tahrir al-Sham (HTS), el grupo que formó, permanecen en Ghouta oriental, en el norte de Hama y en las provincias occidentales de Alepo, contribuyendo a la prolongación de la sangrienta guerra de Siria.
Al mismo tiempo, los militantes de ISIS, la rama brutal de Al-Qaeda, no tienen restricciones en la aplicación de tácticas brutales para consolidar un emirato islámico. Después de demoler la frontera siria-iraquí, en un video de propaganda de ISIS, un militante de esta organización dice: «Romperemos la barrera de Iraq, Jordania, Líbano, las de todos los países. Esta es la primera de muchas barreras que destruiremos».
La guerra de Irak ha demostrado ser un desastre para Medio Oriente. La destrucción de Iraq, Siria, los estragos en Yemen y una región inundada de armas, están conectadas, directa o indirectamente, con la guerra de Iraq. Puede ser tentador pensar que la guerra tuvo algún valor redentor. Sin embargo, considerando sus consecuencias, uno solo puede concluir que nada mitigará las heridas salvajes de esta guerra sin sentido.