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Fabian Soberon
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¿Gótico del norte argentino?

Ni los porteños ni los fueguinos ni los habitantes del norte argentino son una clase. Ninguna sociedad es homogénea y menos los habitantes del norte argentino. Todos los grupos sociales y culturales son heterogéneos. Pensar a los grupos sociales siguiendo un patrón que los homogeiniza es un error. El norte argentino no es una zona fija ni estándar en términos culturales. Aunque no estemos dispuestos a pensar en las regiones como parcelas estancas o inmóviles, creo que podríamos admitir que los tucumanos, los salteños, los jujeños, los catamarqueños y los santiagueños comparten un plexo cultural común que ha surgido de la influencia diversa y cambiante del autoritarismo y del catolicismo –y de las formas religiosas, políticas, sociales que emergen de este coctel– en la zona norte de Argentina.

Es cierto que el fenómeno de la oscura ética corrupta se ha extendido en todo el país y que, si ampliamos este análisis, podríamos encontrarlo como un rasgo de ciertos gobiernos o de formas de entender la política en América Latina. Pero creo que hay algo que funciona como un rasgo común diferenciador en un cierto momento de la historia argentina en el norte del país.

No estoy del todo seguro de que esta situación tenga únicamente que ver con el surgimiento de dictaduras y la sucesión de gobiernos peronistas conservadores y de la inexistencia de gobiernos progresistas. El fenómeno harto complejo es el resultado de diversos y heterogéneos factores que son difíciles de definir. El asunto que me ocupa no es la explicación del fenómeno –problema que me excede– sino la comparación de la cultura del norte argentino con una cultura que, aun siendo diferente de la cultura del norte argentino, tiene ciertos rasgos en común: me refiero, sobre todo, a aquellos rasgos que podemos leer a través de algunos autores de la zona sur de Estados Unidos, ese vasto, iracundo y amplio sur de los Estados Unidos.

Gótico sureño estadounidense

En su artículo “Southern Gothic Literature”, Thomas Ærvold Bjerr sostiene que el gótico sureño tiene sus raíces en las tensiones y aberraciones propias del sur, una región violenta, atrasada y degenerada. El gótico sureño rompe con la versión idílica del sur pastoral y agrario; se basa en represiones masivas de las realidades históricas de la región: esclavitud, racismo y patriarcado. William Faulkner (1897–1962) es uno de los principales representantes del gótico sureño. El territorio ficticio de Yoknapatawpha “fue el hogar de la amarga derrota de la Guerra Civil y las siguientes rupturas sociales, raciales y económicas… Estas transformaciones y las ansiedades resultantes que sienten los indios Chickasaw, los pobres blancos y negros y las familias aristocráticas, marcan el trabajo de Faulkner como profundamente gótico”.   

En los escenarios literarios no hay castillos góticos sino plantaciones y mansiones en ruinas tras la Guerra Civil (1861-1865). El gótico sureño parte de la idea ya establecida en la tradición norteamericana que piensa al sur como una región “enferma”. El sur es visto como una death trap.

Los cuentos y las dos novelas de Flannery O’Connor (1925–1964) están llenos de motivos góticos, resumidos por Chad Rohman como «monstruosos inadaptados, demonios y figuras demoníacas, perpetradores y víctimas, dobles y doppelgängers,  freaks y  deformes, locos y actos enfermos, fantasmas y espíritus amables y el aislamiento físico y espiritual. Su modo de mirar la vida como esencialmente misteriosa, fundado en su fe católica, se traduce en su convicción de que para capturar la vida verosímilmente, sus ficciones necesariamente van a ser salvajes, violentas y cómicas debido a las discrepancias que busca combinar”. (1)

Flannery O’Connor declaró que la llamada escuela de literatura sureña evoca «una imagen de monstruosidades góticas y una  preocupación por todo lo deformado y lo grotesco.»

En el gótico sureño el monstruo o lo monstruoso no es el otro ni está fuera del sujeto sino dentro del individuo. La barbarie forma parte del individuo civilizado.

El gótico argentino

Si tomamos ciertas características culturales que han sido exploradas en las novelas y cuentos de autores como Faulkner, Flannery O ‘Connor y Cormac McCarthy –entre muchos otros—, podríamos repensar la categoría de gótico sureño para considerar algunos rasgos de la cultura del norte argentino. Los rasgos de la cultura sureña son particulares y específicos del sur de EEUU. Si nos valemos del poder argumentativo de la analogía, podríamos instaurar una comparación entre el gótico sureño y la cultura del norte argentino. Aunque existen zonas oscuras de Argentina donde priman las violaciones a los derechos humanos y en donde los vejámenes sociales amparados en la religiosidad son moneda común, entendemos que la zona más claramente siniestra, oscura o gótica en Argentina –en términos culturales, entendiendo a la cultura como un hecho complejo que cambia con el tiempo– es el norte: por tanto, conjeturo que existe un gótico –aunque no exclusivo– del norte argentino. Mi hipótesis considera que en Tucumán, Salta, Catamarca, Jujuy, Santiago del Estero y alrededores se vive en una especie de gótico norteño. Es decir, en el norte conviven –no como hechos contradictorios sino complementarios—la iglesia católica y las violaciones a niñas desprotegidas, los curas villeros y los ciudadanos ricos que odian a los “negros”, los marginales que no comen y que han votado al dictador Antonio Domingo Bussi y que aún votan a su hijo, los nuevos ricos que adoptan comportamientos y la vestimenta de los ciudadanos que sobreviven en las villas miseria, la caterva de múltiples tipos de intolerantes religiosos y no religiosos, neo nazis que se enmascaran con el ropaje de nacionalistas buenos, el clientelismo elemental en sus múltiples versiones, y mucho más.

En el norte existe lo que, sin ironía, se podría definir como el Ku Klux Klan norteño: los ricos que son capaces de aplastar a un villero con el auto o de azotarlo con el látigo, antisemitas ocultos en la piel de una oveja buena y la doble moral de aquel que abraza el gesto solidario a la vez que rechaza en sus pensamientos al que piensa de modo diferente.  

Siguiendo esta idea es que se podría pensar en la posible producción literaria basada en la experiencia siniestra de la cultura dictatorial, autoritaria, racista y católica del norte argentino. Ser racista y ser católico en el norte no es una contradicción sino una conjunción que produce una anomalía ética y cultural que se ha naturalizado y que, en ocasiones, se festeja. He pensado que si tuviéramos en consideración los ecos de lo que han producido los escritores del sur estadounidense, se podría considerar el gótico del norte como una categoría de análisis cultural (literario, cinematográfico, plástico, musical, etc.). Esta posibilidad no debe verse como un mandato sino como una oportunidad de análisis. En la zona norte se podría escuchar –mutatis mutandis– el eco de los personajes religiosos y delirantes y siniestros –y el uso de la conjunción no es caprichoso– de O ‘Connor, Faulkner, Erskine Caldwell y Cormac McCarthy.

Pensemos en un caso, solo como ejemplo. Pensemos en el caso de la indefensa niña de once años que ha sido violada por la pareja de la abuela. El Estado de Tucumán ha pedido que el embarazo perdure poniendo en riesgo su vida. Es el propio Estado –que tendría que ser garante de la salud de la niña— el que solicita que, basado en un imperativo religioso, se debe mantener el embarazo de la niña. Esta niña es una entre miles de mujeres que sufren en silencio el horror del maltrato y la violencia masculina. Las discusiones y debates consideraron con naturalidad –en el marco de las creencias religiosas– no la acción perversa del Estado provincial sino la acción individual de los médicos que intentaron salvar la vida de una niña.

El paraíso de los valles es el escenario de una silenciada crudeza. Las montañas  verdes de Tucumán o los picos multicolores de Jujuy son el precioso escenario de los asesinatos militares y de las crueles acciones de los ancianos perversos. Nada en el aspecto exterior del paisaje nos remite a los vejámenes morales ni físicos. Aunque la escena natural sea asociada con un paraíso romántico, los viejos, los jóvenes, los delincuentes, los pobres, los ricos, discriminan y matan por odio, homofobia y racismo. Lejos está el ubicuo canto del paraíso terrenal de las acciones nefastas, del horror de los campos de concentración y del patriarcado del norte. En todo caso, el contraste entre belleza natural y espuria acción moral refuerza la idea del gótico norteño.

¿Cómo se configuran la literatura, el cine, las artes visuales, la fotografía en el marco de la cultura militarizada, católica, perversa y contradictoria de la zona norte? ¿Qué harían  Flannery O ‘Connor o John Huston con las tardes envenenadas por la perversión y el odio racial en Tucumán o en Salta?


(1) Thomas Ærvold Bjerr escribe: “Where Eudora Welty did much to distance herself from being called a Gothic writer, Flannery O’Connor (1925–1964) is perhaps the best-known practitioner of the Southern Grotesque. Her many stories and her two novels are packed with an abundance of Gothic motifs, summarized by Chad Rohman as “monstrous misfits, devils and demonic figures, perpetrators and victims, doubles and doppelgängers, freaks and the deformed, madness and mad acts, ghosts and kindly spirits, and physical and spiritual isolation.” Marked by “an aesthetic of extremes” characteristic of the grotesque, O’Connor’s world is infused with a sense of “mystery and the unexpected,” as she notes in her essay on the grotesque. Grounded in her Catholic faith, her view of life as “essentially mysterious” results in her belief that in order to capture that life as realistically as possible, her fiction is necessarily “going to be wild … violent and comic, because of the discrepancies it seeks to combine.”


Photo by: zeliq ©

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María Susana Mistretta
María Susana Mistretta
4 years ago

Valiente y profunda mirada a la realidad que existe más allá del hermoso paisaje y las pintorescas costumbres exaltadas por los operadores turísticos. No sé si la palabra «gótico» será compartida por los círculos literarios, pero seguramente refleja las circunstancias de muchos argentinos, argentinas especialmente. Realidad de vieja data, descrita por Abelardo Castillo en el cuento «Patrón» y sostenida por una cultura que embandera al gaucho para prolongar sus tradiciones.
Me ha hecho bien leer esta crónica porque cuando empezamos a ver y hablar de nuestros problemas, por más complejos que sean, estamos en camino a resolverlos. Gracias, Fabián Soberón.

@consejoalviajero
@consejoalviajero
3 years ago

Muy buen artículo. Desconozco los autores a los que citas pero conozco bien el NOA y la conjunción de contradicciones y tonos oscuros en donde confluyen ideas, hábitos y sentimientos. Celebro la utilización de las artes como ejemplo articulador para graficar de algún modo lo complejo del mundo norteño. Saludos.

Claudia
Claudia
3 years ago

Excelente nota! Comportamientos góticos y una melange de convenidos que adora a los seres superiores de la política y el clero. Salta ya no me asombra

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