Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

God save the queen

Genio. Diosa. Niña linda, de 90 años. Sofía Ímber fue la primera entrevista profesional que hice, allá en octubre de 1997 –Rafael Caldera vivo, y en Miraflores-, con motivo del Salón Pirelli de ese año. “Te voy a traer suerte”, me deslizó. Y agregó: “A Venezolana de Televisión (VTV) le hacen falta más reporteros como tú, y menos dinosaurios”. Charm. Nena chic. La mujer de Guillermo Meneses y Carlos Rangel.

Hasta hace no mucho, Sofía subía el cerro El Ávila, por la entrada de Sabas Nieves –la más complicada-, mancuernas en mano. La vi más de una vez. Y la acabo de entrevistar, en octubre del año pasado, para las edición de los 100 Líderes de la Sociedad, de la revista GERENTE, publicación de la que fui staff hasta diciembre de 2014, y con la cual mantengo una dulce relación de free lancer.

Me recibió custodiada por dos miniaturas caninas, trajeada de blusa suave de algodón, pantalones sport, y un par de zapatos de goma. Minutos antes crucé con el vigilante de la caseta de su urbanización, puntos de vista sobre las hembras que rondan la zona, presidida a un par de cuadras por la sede de Globovisión. Motos iban, motos venían. Caracas es la ciudad más peligrosa del mundo.

Sofía ordenó traer café y dos dulces. Me regaló una declaración lúcida y certera. Habló de los problemas de Management de la movida museística venezolana, dejó claro que no está a la altura de Zapata, de Cruz-Diez, de Reverón. Dijo que la piedra de toque es la insensata rotación de personal. “No se forma el personal de un museo de un día para otro”, argumentó y dijo recordar al dedillo aquella entrevista en 1997.

Cabe destacar que el Fondo Venezolano Americano para las Artes (VAEA) le otorgó el pasado mes de noviembre, la Medalla Páez de las Artes. Sofía Imber fue homenajeada en el contexto de la Gala Benéfica Anual de VAEA 2014, que tuvo lugar en el David Rubenstein Atrium, de Lincoln Center, en la ciudad de New York. “Le tengo pánico a los aviones”, confesó a este humilde reportero, pocos días antes de partir.

“Espero que el Museo de Arte Contemporáneo siga teniendo la misma calidad de antes. Me dicen que la colección ha tenido pérdidas. Pero también me han dicho que está limpio. Resulta que yo ofrecí ciertas declaraciones, en contra del Gobierno, y Farruco Sesto (ex ministro de Cultura) ordenó, en un gesto de histeria, que mi nombre fuera separado del nombre del museo”, me regaló una rica dosis de sarcasmo, para los 100 Líderes de la Sociedad.

Mientras iba de vuelta a mi casa, me llamó al celular, y –conmovida, mientras yo hacía equilibrismo de pie en el Metrobús- me dijo a través de la bocina de mi Motorola que yo había recorrido toda su vida en apenas 30 minutos, que debían  nombrarme Jefe de Redacción, y que me iba a regalar un libro: que a dónde podía enviarlo. Le envié la dirección, pero nunca recibí el libro.

“Soy muy amiga de Pedro León Zapata, quien me parece un genio, una persona con un manejo notable del castellano. Pero el movimiento museístico de Venezuela, hoy en día, no honra a Pedro León Zapata, ni a Carlos Cruz Diez; es decir, no está al nivel de los artistas plásticos que tenemos. Falta mucha plataforma para los nuevos artistas, además”, me dijo, cuando todavía teníamos vivo a Zapata.

“La política, y sus implicaciones, pueden verse en cada trozo del país. La delincuencia se ve por todos lados. La Esfera de Soto, que estaba en la Francisco Fajardo, tuvo que ser rodeada por un cercado eléctrico, y ahora parece que la desmontaron. Soto se volvió impenetrable”, soltó con ironía, y esbozó una media sonrisa. Sofía está lúcida, como si tuviera 15 años de edad.

Ahora, que tiene 90 años, ya no sube al Ávila, mancuernas en mano, como hacía hasta hace no mucho, pero destaca que le gustaron los ejercicios cardiovasculares, desde joven, especialmente caminar. Dice que todavía toma, de vez en cuando, una copa de vino, y escucha siempre música de jazz. Cocina poco. “Yo no soy intransigente, chico. Yo lo que soy es exigente”, se deslinda.

Sofía Imber prestó sus servicios para los periódicos locales El Nacional, El Universal y Últimas Noticias, y trabajó a destajo para otras publicaciones impresas mundiales. Condujo los programas de entrevistas y opinión “Buenos Días” y “Sólo con Sofía”. Hace poco, la UCAB abrió las puertas de la Biblioteca Sofía Ímber, fundada sobre la base de 5.000 libros y catálogos donados por la periodista.

El Macsi fue el primer museo venezolano en establecer una biblioteca especializada, un espacio de formación artística para niños y adultos, una división de educación especial para ciegos y un centro multimedia para las artes.

El legado de Sofía es invaluable, inmenso, genial, regio, imprescindible. Sofía es la Venezuela posible. Una paráfrasis ideal de la Venezuela posible. Cuando se le consulta si cree en Dios, dispara con sigilo: “Estoy comenzando a pensarlo”. La palabra Sofía significa sabiduría. A ella le sobró, y le sobra: como gerente cultural y como reportera. La reina Sofía. Deberíamos gritar: ¡God save the queen!   

Hey you,
¿nos brindas un café?