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sergio marentes
Christine, after her bone surgery, with foam wedge that she discovered for keeping her leg updated, and her medical record, printed in paper, on top (she is checking how much she was charged for it). Photo by: Ted Eytan ©

Geografías laborales

Estaba a punto de empezar a escribir mi artículo semanal sobre ciencia y literatura, o sobre poesía y tecnología, ya ni sé en qué orden se me sale el mundo, cuando mi café, al resbalar de mis manos como si fuera un jabón húmedo,  se derramó sobre el teclado del computador, mis piernas, la silla giratoria de dotación y unos documentos clasificados recién firmados por alguien de nombre secreto que no puede ni debe volver a verlos nunca más pase lo que pase.

Y pasó lo que pasó, así que tuve que intentar solucionarlo sin su ayuda. Lo primero que hice fue recurrir a los sabios que pueblan Internet con su bondad para que, con el favor de algún remedio laboral, no casero, por obvias razones, los documentos líquidos pudieran sobrevivir a la catástrofe o, por qué no decirlo, a la casualidad. Y luego de aplicar varios de sus consejos, unos completamente inútiles, como por arte de magia, gracias a uno que no me hubiera imaginado, los documentos ya no eran líquidos y habían recobrado su forma original, la del papel, aunque no el color blanco del todo, hay que decirlo. Pero, resuelto esto, el mayor problema resultó ser que la tinta, en especial la de las firmas, unas veinte, se desparramó como si se tratara de miles de ríos milimétricos que surcaban esa selva de papel. Y, aquí viene la parte triste, no hubo remedio alguno, e intenté muchos, que pudiera deshacer ese problema geográfico. Los sabios bondadosos no lo sabían todavía. Y yo, que apenas si me la paso leyendo y escribiendo el mundo, menos. Espero que para la próxima ya lo sepan y ninguna víctima del café se vea obligada a escribir lo que le sucedió en lugar de seguir con su vida sin sobresaltos.

Así que estas palabas, y perdón que lo diga hasta ahora, están dirigidas a usted, persona de nombre secreto que no puede ni debe volver a ver aquellos documentos nunca más, pase lo que pase. Nada más necesito sus firmas otra vez. Nada menos. Ya sabe dónde me encuentro, y dónde escribo cada semana: en esta selva micrográfica de papel y tinta llamada burocracia.


Photo by: Ted Eytan ©

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