El pasado viernes recibimos una noticia que nos entristeció a todos (y cuando digo a todos, es a todos), la muerte del comediante mexicano Roberto Gómez Bolaños mejor conocido como Chespirito.
Roberto Gómez Bolaños tenía ya rato escapándosele a la Sra. muerte, esta lo había asechado ya en varias oportunidades. La primera vez que “La Pelona” fue a buscar a Chespirito, fue recibida por un pequeño niño con un gorro verde y pantalones desvencijados que le contestó:
– Don Roberto no está.
A lo que la muerte respondió:
– Pos ni modo, vendré otro día. Muchas gracias niño.
– No hay por dónde, contestó el pequeño.
En otra ocasión Bolaños tuvo una recaída, en la redes sociales ya todos lo daban por muerto; pero cuando vinieron por él, solo encontraron a un achacoso doctor con una bolsita de papel que le dijo a la muerte:
– Salga de aquí mendiga señora, ya he salvado al paciente, vuelva otro día.
La muerte ya no sabía que hacer, pues no encontraba a Roberto. Pero un día, esta terrible señora leyó en el periódico que se realizaría en la Ciudad de México el homenaje «Latinoamérica celebra a Chespirito». Era el momento perfecto, pensó la muerte, así que planeó tomar a Roberto una vez que terminará el homenaje.
Cuando llegó el día, todo era una fiesta. Fanáticos de todo el mundo rindieron homenaje al cómico mexicano. Entre tanto, la muerte veía todo desde un balcón del teatro y justo cuando fue por Roberto no lo encontró. El cómico salió en una ambulancia mucho antes de terminar el evento, y aunque la muerte trató de alcanzarlo, no pudo. Derrotada, solo escuchó la frase: «No contabas con mi astucia».
Estos escapes por parte de Chespirito se volvieron muy comunes, así que la muerte prefirió dejarlo pasar, pues muy en su interior, sabía que era inútil llevarse a alguien que de todas maneras sería inmortal; Ya se había llevado el mismo chasco con Chaplin y Cantinflas.
Un dia Lunes, Roberto recibió en su casa de Cancún, a su amigo de juventud Rogelio, que había sido su compañero en Los Aracuanes, la pandilla que el comediante formó en los años 40 junto a su hermano Horacio.
Cuando Roberto vió a Rogelio, lo notó muy enfermo, por eso mandó a habilitar el cuarto de huéspedes para que su amigo descansara y se sintiera mejor. El viernes en la mañana, cuando era hora de desayunar, Rogelio se puso peor, así que Roberto le pidió a Florinda y a una enfermera que llevaran a su amigo Rogelio a su propio cuarto (El de Chespirito). Entre tanto, Roberto se acostó a reposar en la cama de su amigo Rogelio. Pero cuando Roberto cerró los ojos una sombra gigante tomó su alma, creyendo que era la de su amigo.
Cuando llegaron al cielo, San Pedro le dijo a la muerte: Pero que has hecho, a Chespirito no le tocaba.
La muerte por su parte solo pudo ver a Roberto y a San Pedro y decirles: Fue sin querer queriendo.