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Fabian Soberon
Photo Credits: Gabriel Molina ©

Evariste Galois

Por las mañanas, el joven revisa las ecuaciones en su habitación solitaria. Por las tardes, enfrenta las calurosas discusiones políticas. Es un fervoroso defensor de la República.

Galois tiene veinte años. Ha sido expulsado de las principales escuelas de Paris. Su invención científica ha sido negada repetidas veces. Está enojado con la Academia y con los científicos de Francia. Es el joven rebelde de una ciudad que sueña con la restauración del régimen monárquico.

Un día misterioso para su tiempo y para la historia, decide batirse a duelo con un hombre por el amor de una mujer perdida. Sabe que sus horas están contadas. Durante toda la noche prepara su legado. Desesperadamente, escribe cartas a Jacobi y a Gauss. Anota frases inconexas, números, símbolos, ecuaciones inconclusas. Crea una especie de diario a destiempo, un registro frenético con sus obsesiones.

Son las diez de la mañana. Galois sale de su casa y llega al campo prefijado. El otro lo espera con dos acompañantes. Galois está solo. Se entregan las pistolas. Evariste tiembla. Un disparo interrumpe la mañana. El joven Evariste Galois, el rebelde rechazado por la Academia, cae al suelo. Nadie sabe que el diario frenético de Galois contiene la sombra futura de las matemáticas.


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