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Entre letras y banderas

CARACAS: Empiezo a cruzar la calle, en medio del sonido de las cornetas y las conversaciones rutinarias sobre la migración provocada por la crisis del país. Mientras caminaba, pude divisar el cartel: “Festival de Lectura de Chacao”. El lugar estaba rodeado de incontables lectores que degustaban los textos prácticamente con los cinco sentidos.

La situación de Venezuela solo parece empeorar con los años, ya que cada día los personajes de su historia deben jugar a ganar en esta batalla llena de obstáculos: el caos económico, ahorros que se evaporan y el miedo de que un revólver apunte a su frente junto a una voz tenebrosa que exclama “Si no me das el celular, te mato”. Sin embargo, el venezolano decide dirigirse con paso marcial a este lugar común en el que los problemas del país parecen desvanecerse y solo hay espacio para la búsqueda de letras perdidas, letras nuevas, unas de autores reconocidos y otras con ganas de ser encontradas entre la multitud.

La zona alberga todo tipo de lectores. Desde los que asisten en busca de un libro que necesitan para la universidad, hasta los que disfrutan del camino como la búsqueda del tesoro. Para cualquier amante de la literatura, no hay una experiencia más grata que encontrar textos prácticamente inexistentes, a precios que la billetera se atreve a pagar.

Después de un rato observé algo curioso, un niño se encontraba sentado en un banco, sostenía un libro en su regazo y a diferencia de otros pequeños que ojeaban los libros como si de juguetes se tratara, este permanecía absorto en la lectura a pesar del ruido causado por un par de niños que bailoteaban cerca de él ¡Vaya madurez para ser tan joven!

Cuando finalmente había terminado mi travesía por el lugar, ya un diminuto libro se había apoderado de mí. Me senté en un banco y me dispuse a contemplarlo, a llenarme de sus historias y sus mundos por conocer. Así noté a una pareja de señores canosos, que pagaban por algunos textos que habían llamado su atención. Todo aquello inspiraba felicidad, era tan fácil sentirse en paz, en total calma en ese punto de encuentro acompañado por el sol, páginas por leer y ansias de conocer nuevas fronteras literarias.

Tal vez eso es lo que debería hacerse a diario para construir un país, ir a los lugares comunes en los que las banderas políticas no nos separan y las letras nos unen.


Photo Credits: Susana Fernandez

 

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