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Eneas tras Ulises: Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón

En Martín Fierro apenas se menciona a la pareja del gaucho unas tres veces: «a mi china la dejé medio desnuda ese día». La novela Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón (2017, Literatura Random House) parte de esta mención y crea una China con mayúscula, viva, itinerante, que después del abandono de su esposo decide emprender un viaje junto a una mujer inglesa.

La mirada de la China, que narra su travesía, es lo esencial de esta reescritura. Su experiencia es sensorial, de imágenes plásticas, de sinestesias y muchas veces tan ágiles que podrían decirse cubistas, es decir, simultánea, viendo todas las aristas desde el mismo plano:

«una quietud curiosa, una quietud de mirarse: nosotros a ellos y ellos a nosotros, las vacas a sus vacas, mi perro a los suyos, los caballos a todos»

Desde el íncipit hay una declaración de una búsqueda intangible,

«Fue el brillo. El cachorro saltaba luminoso (…) supe lo que quería para mí: algo radiante»

Mientras la China busca, va construyendo un paraíso con su lenguaje con la materia prima del desierto, el fortín y tierra adentro. Es ahí donde encuentra el placer sensual, lésbico, el conocimiento (su acompañante le narra una novela de Dickens) y, sobre todo, su identidad. Esta última es el punto más enmarañado de la novela: la China recibe Iron por Fierro, le es imposible huir de su origen, también es Josephine y muchas veces la confunden con un hombre joven. La contemplación es la forma en que la protagonista se aleja de su irresolución: el paisaje es tan cambiante como ella y por eso está determinada en nombrar, comparar y reflexionarlo como una naturalista:

«una nube que no nos deja ver nada más que sus entrañas luminosas y opacas a la vez, una nube imposible (…) blanca como un hueso de Dios»

El reconocimiento de la existencia de Hernández dentro del texto es la de un complejo sistema de referencias borgeano: un Hernández autor de un Martín Fierro que robó de otro Martín Fierro hipotético, distinto, que cantó el personaje de Fierro y también distinto del que el que están viviendo los personajes de esta novela. Un juego similar a la segunda parte del Quijote cuyas correspondencias serían así:

Hernández-Avellaneda: texto apócrifo

Cervantes-Fierro: texto verídico

Igual que la segunda parte del Quijote, Las aventuras… no se entiende a sí mismo como ficción, pero su punto de origen (primera parte del Quijote-Martín Fierro) sí lo es, por lo cuál se considera verídico frente al texto apócrifo en que otro deformó la fuente.

Esta novela no es una sombra detrás de Martín Fierro, un templo sobrealzado para enterrar la Argentina helénica y asentar la Argentina itálica, como Eneas siguiendo los pasos marítimos de Ulises. Es un mecanismo de desacralización que exhuma los versos de Hernández y los celebra con la sangre de un siglo nuevo.

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