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Guadalupe Loaeza

En Tercera persona

«Desde que tengo 15 años, hablo de mí mismo, en tercera persona. También lo hace Alain Delon. Sé que esta costumbre molesta a mucha gente, pero no lo puedo evitar porque siempre lo he hecho. Hablar en tercera persona me sale muy natural. Es evidente que cuando era adolescente, jamás imaginé que mi nombre se instalaría en mundo entero. Ahora decir ‘Pierre Cardin’ es hablar de un universo, de un concepto y de toda una filosofía. Mi marca tiene su propia vida, no soy yo”. Desafortunadamente Monsieur Pierre Cardin se murió, el 29 de diciembre pasado, a los 98 años, pero su nombre vivirá para siempre. No hay que olvidar que en los primeros sesentas, fue el primero en vestir a la mujer que trabaja, el primero en democratizar la moda, el primero en pensar en la industria francesa que formaban las costureros, los sastres y textileros y el primero que accedió a utilizar su marca a precios más accesibles, siempre pensando en el mercado de cada país. Fue así que Cardin se convirtió en un empresario extraordinario. Su fórmula era muy simple: vender el lujo parisino a un precio sumamente económico. En los ochentas, su imperio representaba 500 fábricas distribuidas en 110 países, 800 licencias y 200,000 empleados a través del mundo. Nada más en Japón sus ventas de 1991 llegaron a acumular 250 millones de dólares. La verdad es que era un imperio en donde nunca se acostaba el sol, y en el que siempre fue el único propietario de su marca reconocida mundialmente. He allí su gran mérito, nunca se asoció con nadie. Es cierto que siempre fue muy ambicioso. Pero, no era orgulloso, su máxima era ser el número uno en todo, jamás, el segundo. Cardin fue el primero en conquistar Japón, China y Rusia. El primero en hacer un desfile de modas en la Ciudad Prohibida, frente a un pueblo comunista subyugado por sus vestidos en colores turquesas y fucshia. Entonces, cuando le preguntaban a los chinos quién era el presidente de Francia, contestaban, ‘Cardin’. Igualmente, el primero en organizar un desfile con 50 modelos en la Plaza Roja de Moscú. El primero en organizar un desfile de modas en el interior de un gran almacén, el primero en crear dentro de las tiendas ‘las islas’ y en comercializar su marca, con sus modelos ‘Mao’ para hombre.

«Mi verdadero nombre era Pietro Costante Cardin. Fui el último hijo de migrantes italianos que llegaron a Francia después de la primera guerra mundial. Nos llamaban los ‘macarronis’. A los 17 años, me fui a trabajar a Saint Etienne y unos años después llegué a París y empecé a trabajar en Christian Dior. Cuando llegué a sus talleres, estaban cosiendo los trajes de la película ‘La Bella y la Bestia’, de Jean Cocteau. Yo me ocupé de los trajes de Jean Marais y terminé haciendo todo el vestuario del filme. De joven, yo era muy guapo, todo el mundo quería acostarse conmigo. ¡Ah, la juventud! Ya entonces me asumía como homosexual. En esa época nadie utilizaba el nombre ‘gay’. Dos años después me salí de Dior, y abrí mi propia boutique”.

«En 1950, Monsieur Pierre Cardin creó, con un enorme éxito, la primera colección del Pret a Porter. Fue el inventor de la moda ‘futurista’. En 1953, instaló su boutique en rue du Faubourg Saint-Honoré, cuyas vitrinas empezaron a ser decoradas con abrigos y trajes sastres, cortados de una forma única. En 1963, diseñó para los Beatles los trajes sin solapa. Fue en esa época que conoció a Jeanne Moreau, entonces muy famosa por sus películas como ‘Jules et Jim’, de Francois Truffaut, entre otras. Fue el coup de foudre. Durante cuatro años, Pierre Cardin y Moreau vivieron una verdadera historia de amor. Su secreto consistía en respetar su respectiva independencia. Sexualmente funcionaba perfecto. Siempre que le preguntaban en las entrevistas a propósito de su amor por la actriz, decía: ‘Yo soy un hombre normalmente constituido. De lo contrario mi relación, nunca hubiera funcionado con Jeanne’.

«En 1978, Monsieur Cardin compró en Lacoste, un pequeño pueblo, 40 casas y 10 boutiques, más 40 hectáreas de tierra que no usó. Los lugareños estaban furiosos, contra él, ‘¿cómo un millonario puede comprar todo un pueblo?’. Una de sus últimas declaraciones fue: ‘Poseo en Venecia la casa de Casanova, y el castillo donde vivía el marqués de Sade’. Sin embargo, Pierre Cardin se murió sin haber realizado dos deseos: tener un hijo con Jeanne Moreau y viajar a la luna. Hélas!!!».

No obstante, viajó hacia al cielo, donde, después de abrir una boutique, tal vez tendrá un hijo con Jeanne Moreau, su único y verdadero amor.

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