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daniel campos
Photo by: Rondell Melling © from Pixabay 

En Mundoloco con Lapislázuli

Ando con nostalgia de escuchar música en vivo en San José y me brotan recuerdos de “chivos” o gigs prepandémicos.

Llegué solo y temprano aquel viernes por la noche a Mundoloco, un bar con buena cartelera musical, para encontrar una mesa cerca del escenario. Quería escuchar al dúo Lapislázuli en vivo pues me había gustado el álbum que grabaron con la Movida Caníbal del Centro Cultural de España en Costa Rica.

Llegué entre los primeros y pedí una birra negra mientras les músiques y el técnico de sonido preparaban el equipo. A la mesa contigua llegaron varias muchachas ticas y un chico.

Éste era moreno, de pelo largo y lacio recogido en colita y bigote y barba ralos. Tenía cara de buena gente y le hablé. En su respuesta reconocí su acento chileno, canta’ito. Era mochilero y músico aficionado. Llevaba dos años y medio viajando por Latinoamérica y cinco meses en Costa Rica. Acá había conocido gente del ambiente musical. Me recomendó el primer acto.

Las muchachas de Guapil, hermanas gemelas, empezaron cantando mientras con un juego de palmas que hacía las veces de percusión marcaban el ritmo de su canción. En el resto del chivo mantuvieron ese elemento: usar las palmas para crear percusión. Me gustó y lo comenté en la pausa entre actos con el chileno errante.

Luego tomaron el escenario Vic y Bere, quienes formaban el dúo Lapislázuli. Su mayor atractivo estaba en las letras originales y la voz cálida de Bere acompañada por las armonías y la guitarra tranquila de Vic, aunque él también cantaba algunas piezas con su timbre peculiar, como de flauta, más de madera que de metal.

Las letras de Bere, me pareció, eran más juguetonas y alegres, las de Vic un poco más “corta venas”. Pero mantenían un buen equilibrio entre los distintos temas y afectos de las letras.

Tocaron bastantes piezas de su repertorio, complementado con un poco de música latinoamericana, desde Agustín Lara hasta Lila Downs.

Para mí, en todo caso, el punto más alto fue la interpretación de «Corchea casi fusa» en la voz de Bere, una historia un poco surrealista sobre una chica que se responde sus propias incógnitas vitales mientras:

…Se olvidaba entre caracoles
Y ella miraba por las estrellas
Y manejaba una alfombra mágica así
Con su sonrisa de carmesí.

No sabía quién era la muchacha de la canción pero yo quise ver esa sonrisa carmesí en mi imaginación.

Con esa imagen creada en mi mente por la pieza de Lapislázuli y un apretón de manos al chileno, Alejandro, regresé a casa pasadita la medianoche.

¡Aquella medianoche de luna, estrellas y melodías susurradas al viento que ahora me parece tan distante!


Photo by: Rondell Melling © from Pixabay

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