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En blanco o negro

Sí, puede que Greta Thunberg sea un peón de la izquierda y que detrás de sus malcriadeces estén grupos adinerados, lobistas que buscan favorecer posturas frente a un problema bastante serio y delicado. Lo sé, pero, ¿no es verdad que a las nuevas generaciones le estamos dejando un chiquero por planeta? No voy a cazarme una pelea con una jovencita de 16 años que además, padece de Asperger. Tampoco con los grupos de interés detrás de la joven activista medioambiental. Quiero resaltar la polaridad que en esta sociedad fútil parece dominar todas las discusiones, y aún peor, los argumentos.

Como venezolano, que llevo dos décadas escuchando discusiones propias del siglo antepasado, veo con horror la división del mundo en dos bandos, en dos posturas, en dos ideas, cuando la realidad es, y eso bien lo sabemos, muchísimo más compleja y desde luego, diversa. En los foros políticos se sigue hablando de «izquierda» y «derecha», cuando las posturas ideológicas son bastante más ricas para tan menesterosa diferenciación (que de paso, resulta obsoleta).

Vaya uno a saber por qué, los discursos «progres» son un rosario de falsedades o interpretaciones forzadas para justificar una bonhomía que una vez en el poder, los autodenominados izquierdistas no muestran. Se habla de feminicidio, como si matar a un hombre fuese menos grave. Se habla de ayudar a los más necesitados, cuando en realidad se está haciendo de los más pobres una casta privilegiada (y por ende, con prebendas que el resto de la ciudadanía no tiene). Se reconocen derechos a las minorías cuando a estas en realidad se les confiere un carácter que ciertamente, no les corresponde. Se confunde tolerancia con aceptación y, cobardemente, se hace mofa de los valores cristianos, pero se justifican las intolerancias inadmisibles de otras confesiones.

No creamos, no obstante, que del otro extremo, los que son tildados erróneamente de derechistas, no cometen los mismos pecados. Solo por su ataque a quienes son vistos como contrarios, o enemigos, los vicios y defectos de Donald Trump parecen menores o incluso, inexistentes, cuando la verdad es que es un patán y a mi juicio, y el de la revista británica «The Guardian», una versión estadounidense de Chávez.

La contemporaneidad es confusa y compleja. La vertiginosidad de los cambios, la obsolescencia aun de los principios, la preeminencia de la corrección política y la espectacularidad frente a temas que deben ser atendidos con la seriedad debida, el desvanecimiento de las fronteras y la resultante migración descontrolada desde los países más pobres hacia los más prósperos, el calentamiento global y las consecuencias catastróficas del cambio climático, así como un sinfín de retos azarosos complican el panorama mundial en tal medida que esas diferenciaciones superficiales, mezquinas y sin lugar a dudas, insuficientes, no solo son incapaces de resolver los graves desafíos humanos, sino además, favorecen la beligerancia entre naciones justo ahora que el mundo debe orientarse hacia un gobierno ecuménico, porque nuestros problemas ahora son globales.

Puede que en efecto, Greta Thunberg sea una muchachita malcriada manipulada por grupos de interés y que estos sean incluso, desvergonzados y malintencionados. Puede que sus majaderías y desplantes sean en gran medida un teatro, un show para atraer audiencia. Sin embargo, lo importante de toda esta diatriba es que la verdad siempre es relativa y que la realidad – que no es ni remotamente lo mismo que la verdad – es mucho más compleja que la mirada en blanco y negro que hoy parece dominar al mundo.

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