“The Sandwich Shop” llega a su primer aniversario
NUEVA YORK: En una Williamsburg bulliciosa y en continua expansión, hace un año Clarisa Penzini y Ricardo Picón abrieron el “The Sandwich Shop” un local pequeño, acogedor en el cual el cuidado de todos los detalles habló, desde un principio, de calidez y calidad.
Los primeros clientes fueron llegando de a poquito, luego se fue corriendo la voz y ahora, tras un año, el “Sándwich Shop” se ha ido transformando no solamente en un lugar donde comer algo gustoso, sano y sencillo sino también donde encontrar a los amigos, charlar un rato y regalarse una pausa agradable.
En una Nueva York diseminada de locales que venden comidas de todo tipo, precio y calidad, no era fácil crearse un espacio, pero la energía de Ricardo Picón y la capacidad culinaria de Clarisa Penzini, lo lograron.
Crecida entre los perfumes y los sabores de la comida de su abuela materna, al abrigo de su pasión por un ritual que acompañaba los momentos en los cuales la familia se reunía, celebraba aniversarios y cumpleaños, Clarisa fue amando más y más el mundo que se mueve entre ollas, especias y secretos que las mujeres se transmiten de generación en generación.
– Desde pequeña decidí transformarme en la persona que iba a dejar un testimonio de las habilidades culinarias de mi abuela Yiyita – dice Clarisa mientras los recuerdos de esos años alegran su voz y su semblante – Así es como la llamaba yo, pero su nombre verdadero era Edith López. Mantuana de Caracas era una verdadera artista en la cocina y yo iba tras ella con un cuaderno para anotar sus recetas. Siendo autodidacta, ella me daba indicaciones del tipo: pon una pizca de esto, un poquito de lo otro pero yo sabía que necesitaba medir los ingredientes y así fuimos transformando esa pizca y ese poquito en media taza, una cucharadita etc.-
Como todos los primeros amores, el de la cocina quedó dentro de Clarisa aún mientras estudiaba Letras en la Universidad. Terminada la carrera seguía bajo el embrujo de los sabores y su papá, Pedro Penzini Fleury, periodista y escritor de gran prestigio, del cual recuerda la severidad, intuyendo su verdadera vocación, la impulsó a venir a Nueva York para estudiar de manera más sistemática el arte culinario.
– Estudié dos años en el International Culinary Center que en ese momento se llamaba The French Culinary Institute. Fueron años muy importantes porque recibí una excelente preparación con chefs de gran renombre.
Se afianzó en ella el gusto por la pastelería y, de regreso a Caracas, empezó a preparar dulces por encargo. Originales y fantasiosas tortas de novias, dulces para todos los gustos y ocasiones, salieron, durante 10 años, del laboratorio que había montado en su casa. Sus dulces se volvieron famosos y los encargos se multiplicaron hasta que empezaron a disminuir las grandes fiestas en el país y muchos de sus clientes decidieron emigrar a otros lugares.
Sin perderse de ánimo, sintiendo más bien que había acumulado suficiente experiencia para dar un nuevo paso, Clarisa decide abrir una pastelería-panadería en un Centro Comercial de Caracas. También en ese nuevo trabajo el éxito no se deja esperar y al poco tiempo tiene mucha clientela fija.
Es de esa época el encuentro con su actual esposo y socio, Ricardo Picón, quien vivía desde hace muchísimos años en Nueva York. Con la energía de siempre, Clarisa sintió que la vida había decidido devolverla a Nueva York. Empacó sus cosas, puso en su maleta la libreta con las recetas de la abuela Yiyita y se vino a vivir en la gran manzana.
– Antes de abrir “Sándwich Shop” – recuerda –estuve cocinando por encargo. Luego hice con Ricardo un viaje a Japón y fuimos estudiando los modelos de negocios pequeños. Me pareció interesante empezar con algo así, pequeño y de calidad. Ricardo se entusiasmó también y así decidimos emprender este negocio juntos, yo ocupándome del menú y la organización interna y Ricardo estudiando las estrategias de marketing y el posicionamiento en los Social Media. Un reto también para Ricardo quien hasta ese momento se había dedicado a sus dos grandes pasiones: la música y la fotografía-.
La sensibilidad artística de Ricardo y Clarisa queda refleja en cada detalle del negocio y del servicio mismo. Todo eso junto con un menú cuidado hasta el más mínimo detalle, han sido la clave del éxito del “Sandwich Shop”.
Hablando del menú Clarisa nos dice:
– Para el menú tomé inspiración de los muchos sabores que había podido paladear a lo largo de nuestros viajes. Creo que en nuestros sándwiches se nota la influencia europea, francesa e italiana, pero también la de otras culturas como la japonesa y naturalmente todos los secretos que me legó mi abuela. Diría que son sándwiches neoyorquinos porque, al igual que esta ciudad, reúne y combina culturas y tradiciones diversas -.
El éxito de los sándwiches de Clarisa está también en la calidad de sus ingredientes.
– El pan lo compramos en uno de los mejores proveedores de pan de Nueva York. Lo cocinan con levadura natural y un proceso artesanal que lo transforma en un producto de alta calidad. La cocción de todos los elementos está hecha con procesos lentos y por lo tanto sanos, todo está cocinado al horno, al vapor o en olla de presión. Las mismas vinagretas las preparamos con unos aceites y vinagres seleccionados que garantizan un sabor muy especial. La idea es que las personas sientan que están comiendo algo sano, sencillo, hecho con cuidado y con amor-
Para el primer aniversario de Sandwich Shop Clarisa está lanzando un nuevo sándwich que se llama “El Venezolano” y está relleno de asado negro “para cuya preparación se necesitan dos días”, caraotas, plátano, aguacate y queso blanco. Una mezcla de gustos y texturas que para los venezolanos tienen sabor a casa.
– Nuestro público es de todas partes – concluye Clarisa – así que ahora ha llegado el momento de preparar un sándwich que recuerde nuestros orígenes, y hable de nuestro país -.
Entre los proyectos futuros de Clarisa y Ricardo está el de transformar el “Sándwich Shop” en un brand que se pueda reproducir en otros lugares de la ciudad y también en otras ciudades de Estados Unidos.
– En un año o dos nos gustaría abrir otro Sándwich Shop en Manhattan – dice sonriendo mientras controla los ingredientes que se cocinan para la fiesta del primer aniversario.
La alegría que se percibe en su voz nos habla mejor que nada de la pasión que está detrás de sus recetas, la miramos y casi nos parece vislumbrar a la niña de antaño quien junto con la abuela aprendía que la cocina es antes que nada un acto de amor.