Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Eleonora Villegas

Eleonora Villegas: Cuando el teatro andaba en mulas

NUEVA YORK: Las imágenes de un mundo casi irreal narradas por un padre que murió cuando ella todavía era una niña, pugnaban por salir y darse a conocer. Eleonora Villegas, productora y guionista, las llevó adentro como un tesoro que la pérdida tan prematura del padre, había transformado en algo de inestimable valor.

¡¿Y cómo olvidar esos cuentos que hablaban de un teatro de vaudeville que hacía sus turné en mulas llegando a todos los pueblos de Venezuela y también a Colombia, Panamá y Costarrica, y en el cual una niña de siete años, con su voz y picardía, volvía loco al público y era aplaudida como “La bella Carmencita”?!

– Mi bisabuela, Carmelita era una actriz y todas sus hijas, Blanca, mi abuela,  Conchita y Ernestina, crecieron entre los telones de su teatro -.

Nos dice Eleonora perdida en aquellos recuerdos que finalmente cobraron vida en la obra de teatro ¿La vida? ¡Un Teatro!, traducida al inglés, por el conocido director de fotografía Hernán Toro, con el título Life is a Vaudeville.

Eleonora quien tras completar sus estudios en Los Ángeles vive entre Caracas y Nueva York, ha realizado un fino trabajo de hilado hurgando en su memoria y obligando a los otros miembros de la familia a recordar también. Un puzzle de imágenes contadas por sus protagonistas, con pequeños enlaces imaginados pero siempre enraizados en la realidad, para narrar la historia de tres generaciones de mujeres, empezando por la bisabuela Carmelita hasta llegar a su mamá. En particular es un homenaje a su abuela Blanca, mujer valiente y fantasiosa quien, junto con sus hijos, tuvo por casa el teatro, así como a su padre quien, al contarle su historia, evitó que se disolviera en el olvido. En su libro, Eleonora rescata con orgullo el pasado de todos ellos y les devuelve el lugar que merecen.

– Mi familia no amaba mucho recordar la infancia de mi padre quien nació fuera del matrimonio y, además, de una mujer actriz de vaudeville. Hubieran preferido dejar que esos años se desdibujaran hasta perderse. Yo en cambio mantenía vivas las imágenes que me contaba mi papá. Las veía como unas aventuras maravillosas y, al crecer, sentí que también eran un testimonio histórico de un momento del teatro venezolano que nadie recuerda y muchos ni saben que existió -.

Luis Guillermo Villegas, para no perder su niñez, la deja como legado a la hija quien la transforma en su más preciado secreto. Cual cuento de hadas le narra la historia de un niño criado por una madre quien tiene que salir adelante a pesar del dolor y la decepción que le causa el hombre que había amado y en el cual había confiado. Muchacha ingenua, a pesar de su trabajo transgresivo, no podía imaginar que ese mismo hombre que le juraba amor, tenía una relación paralela con otra mujer quien, por un cruel juego del destino, había quedado embarazada casi al mismo tiempo. Mucho menos podía suponer que a la hora de decidir con quien casarse habría escogido a la otra.

El niño recién nacido la necesita y ella sabe que tiene que secar las lágrimas y seguir adelante.

Más tarde otro hombre se enamorará de ella de verdad. Miguel Portocarrero, actor también, quien desafía a su encopetada familia que mal podría soportar a una nuera con hijo a cuestas y en represalia lo deshereda. Miguel igual se casa con Blanca, tiene con ella otros seis hijos y cría a Luis Guillermo como si fuera suyo.

Eleonora nos cuenta que empezó a escribir, lo que iba a ser una novela o un cuento largo, casi sin pensar. “Las palabras fluían y de repente me di cuenta que estaba escribiendo una obra de teatro. Fue una sorpresa ya que nunca antes había escrito teatro”.

La obra empieza entrelazando las historias del encuentro entre sus padres con las de la abuela y las tías. Y así, mientras se desarrolla la vida de una familia de teatreros, podemos recuperar las vivencias de una Venezuela rural, sencilla, en la cual la voz de una niña podía representar una gran evasión en una cotidianidad dura y con escasas diversiones. Fotos y recortes de prensa testimonian el éxito de la “Bella Carmencita” a quien hombres mayores dedicaban poemas y enviaban ramos de flores.

– Mi tía cantaba pícaros cuplés y a veces también tangos para los cuales se vestía de hombrecito. Mi papá, quien nunca fue actor sino que se ocupaba de todo lo demás, fue el manager de su hermana hasta que mi abuela, quien fue sumamente estricta con las hijas decidió bajarla de las tablas y mandarla al colegio -.

Luis Guillermo resuelve entonces irse a México para trabajar como manager de la compañía cómica de Lupe Rivas Cacho.

– Si bien Lupe Rivas Cacho fuera unos 10 años mayor que mi padre, ellos tuvieron una relación y también adoptaron a un hijo que lleva el apellido de mi papá.

La relación terminó cuando Luis Guillermo conoció a la mamá de Eleonora, una joven hermosa, de carácter fuerte, de quien se enamora perdidamente.

– Escribir esta obra – confiesa Eleonora – también me ha ayudado a bajar a mi padre del pedestal en el cual lo había colocado y devolverle su humanidad. Lamentablemente él, quien había sido abandonado por su padre, también abandonó a ese niño adoptado. Lo ayudó económicamente pero no le dio nunca el amor que hubiera debido darle. Ese pasaje de su vida me ayudó a entender que mi papá era un ser humano como todos, con muchos lados positivos, pero también con algunas sombras.

Los mundos en los cuales se movían sus padres cuando se conocieron eran muy diferentes pero esas diferencias fueron superadas gracias al gran amor que los unió.

– Mi mamá puso como condición para casarse que mi padre dejara el teatro. Y él no solamente aceptó esa petición sino también otra que le costó mucho más trabajo: solicitar a su padre que le diera el apellido. Mi mamá se empecinó en ese requerimiento, decía que ese hombre se lo debía. Para mi papá fue un trago amargo pero evidentemente el amor hacia mi madre y quizás la capacidad de persuasión de ella, lo convencieron. Fue así que a los 32 años mi papá cambió su apellido Blanco por el de Villegas que finalmente le dio mi abuelo, Guillermo Tell Villegas-.

Luis Guillermo dejó el teatro pero no el mundo del espectáculo que era lo que llevaba en la sangre y lo que mejor conocía. Con gran visión de futuro fue el pionero de la industria cinematográfica en Venezuela. Fundó Bolívar Films: la primera gran productora cinematográfica en la cual han crecido y se han formado generaciones de cineastas y técnicos venezolanos.

– Al comienzo hicieron documentales para las gobernaciones. Entre las muchas anécdotas de esos primeros tiempos, mi padre recordaba una en particular. El gobernador de Ciudad Bolívar le había pedido un documental sobre un evento que había estado organizando con gran esmero. Mi padre se alojaba en casa de una tía quien se había casado con un italiano y se había mudado allí. Abajo estaba la ferretería de mi tío y arriba su apartamento. Mi padre dejó en casa la película, el dinero y todo lo que tenía y un incendió repentino destruyó todo, incluyendo su dinero y la película. Luego asistió al evento, como si nada, y fingió filmar pero en realidad la cámara no tenía película. Después de unos días le dijo al gobernador que una máquina se había echado a perder durante el proceso de revelado y buena parte del material había quedado dañada. El gobernador no se inmutó y volvió a organizar de nuevo toda la fiesta para permitir una nueva filmación -.

Lamentablemente Luis Guillermo Villegas se adelantó a los tiempos. Quiso crear una industria cinematográfica en unos años y en un país en los cuales el cine era considerado algo de menor importancia.

– Papá, con Bolívar Films, produjo ocho largometrajes de ficción en dos años, entre 1949 y 1952: La Balandra Isabel llegó esta tarde, El Demonio es un ángel, Luz en el Páramo, Amanecer a la vida, Territorio verde, 6 meses de vida, Flor del Campo, Venezuela también canta y Yo quiero una mujer así. Los mejores actores y actrices del momento fueron contratados para la realización de esas películas que tuvieron gran éxito de crítica y de taquilla. La Balandra Isabel ganó el Premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Cannes. La misma Juana Sujo vino para trabajar en esa película y luego se enamoró de Venezuela y se quedó. El éxito fue grande pero mi padre no logró recuperar la inversión hecha porque no había una Ley de Cine que defendiera el cine nacional y garantizara la distribución de las películas en el exterior. Mi papá buscó con todos los medios que se aprobara esa ley, pero fue inútil y al morir dejó muchas deudas.

Un hermano de Eleonora tomó las riendas de Bolívar Films, pagó las deudas y dejó de lado la producción de largometrajes. Durante años la compañía, la más grande productora del país, se ha dedicado a producir documentales institucionales y comerciales.

Hoy, en una Venezuela en la cual la industria de la publicidad ha decaído enormemente, Bolívar Films, que este año cumple 75 años, ofrece servicios de postproducción al cine nacional.

La historia de tres generaciones, la historia de un país que pasó de las mulas a los aviones, de la agricultura a la bonanza petrolera, de momentos de enormes riquezas a otros de grandes penurias. Eleonora Villegas con este libro-libreto teatral nos ha devuelto una memoria que habla de su familia pero que nos pertenece a todos. Su obra concluye con las palabras de Luis Guillermo, un soñador para algunos, un loco para otros, en realidad un hombre cuya vida no pasó en vano, que dejó un legado de fuerza y creatividad a sus hijos.

Y, ya que estamos convencidas que la obra de Eleonora fue escrita a cuatro manos con su padre, es con sus palabras que queremos terminar nuestra entrevista.

“Fueron muchos los años que pasé alejado de mi patria por el deseo de aprender en la Universidad de la vida, única aula a donde vamos los hombres que tenemos que trabajar cuando mozos y deseamos aprender y ser algo… Durante ese trotar de mundos, pensaba que mi patria era digna de algo bueno y nació en mi la idea de crear una industria cinematográfica en Venezuela… Mis medios, ninguno, mi deseo grande, mi voluntad mayor. El camino ha estado lleno de espinas, pero también le nacieron los frutos de la constancia, la amistad, el cariño y la confianza de todos en mi empresa y en mí. La amistad como símbolo de lo eterno, de lo bello, es tan grande y tan delicada como el amor. En ella he basado lo mejor de mi vida y por ello he logrado el éxito que hoy palpa Venezuela en su industria cinematográfica. Todavía con los mismos deseos del primer día y dentro de mis 60 años, siento reverberar en mí el entusiasmo por seguir trabajando para terminar de llevar adelante la industria que tanto amo. Hoy loco, alcanzo con la mano y con los latidos apresurados de mi corazón, el resultado de la fe que puse en mi cometido. A todos, gracias”

Hey you,
¿nos brindas un café?