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Guadalupe Loaeza

Elecciones Bananeras!!!!

Era la 1:30 de la madrugada (2:30 a.m. hora de Washington), cuando de pronto hizo su aparición triunfal, anunciada por una marcha marcial, Donald Trump en la Casa Blanca, enmarcado por decenas de banderas y seguido por un séquito sumamente compacto. Por la forma en que se desplazaban muy juntos uno del otro, dando pasitos y sin cubrebocas, parecían manejados a larga distancia; allí estaba el vicepresidente Pence, Melanie, Barron, su hijo; Ivanka, Jared Kushner, los dos hijos del Presidente, con sus respectivas esposas, y Tiffany, la menor de la familia Trump. Todos se veían vestidos para ir a un gran festejo estilo Trump. «…los resultados de esta noche han sido fenomenales, estábamos a punto de celebrar algo tan bonito, tan bueno, un éxito. Hemos ganado Florida, Ohio, … lideramos 76 mil votos, estábamos ganando todo y de pronto, todo se detuvo… Esto es un fraude contra el pueblo americano. Es una vergüenza para nuestro país… Estábamos preparados para ganar estas elecciones, sinceramente ya ganamos estas elecciones…», decía Trump con una voz aterciopelada a la vez que movía sus manitas, como implorando la comprensión de una enorme injusticia. Los seguidores de Trump, gritaban, chillaban, aullaban y aplaudían furiosamente como si su favorito ya hubiera ganado su segundo término. Mientras tanto, en todos los estados continuaban haciendo el conteo de los votos, todavía faltaban: Georgia, Michigan, Pennsylvania, Wisconsin, entre muchos más que aún no habían recibido los votos emitidos por correo. Los conductores de CNN se veían devastados, ante la osadía del Presidente. Jake Tapper comentaba que no era posible que se autodenominara triunfador, cuando aún faltaba contar la mayoría de los votos de la contienda. Para colmo el miércoles se anunció que el día anterior se había registrado más de cien mil casos de Covid 19, el número más alto desde que se inició la pandemia en Estados Unidos.

Toda la escena anterior de Trump en la Casa Blanca anunciando su triunfo me hizo evocar la maravillosa película de Woody Allen, Bananas (1971), en la cual aparece un país bananero, de América Latina, llamado San Marcos, gobernado por el general Vargas, un dictador a quien Fielding (Woody Allen) tenía que asesinar. Fielding termina elegido como nuevo presidente de San Marcos y empieza a dar órdenes contradictorias como por ejemplo, cambiarles por decreto la edad de los votantes para que saliera triunfador. «Los que tienen 16 años, en este instante, decreto que tengan 18». En el caso de las elecciones estadounidenses, Trump actúa igual que el general Vargas: «Que ya no se cuenten los votos por contar, ¡yo ya gané!», tal como anunció la madrugada de miércoles.

Hasta la fecha, es difícil de entender el enredado sistema electoral de los Estados Unidos, ni los mismos ciudadanos de este país lo entienden bien a bien. De allí la absurda tardanza para obtener resultados, haciendo caso omiso del voto popular. ¿Cómo que si obtienes más votos populares que tu contrincante puedes perder la contienda, cosa que sucede muy seguido? ¿Cómo que el proceso puede durar tantos días? Y ¿cómo que nada más hay dos opciones partidarias para los votantes? Por este sistema tan incomprensible, perdieron Al Gore y Hillary Clinton.

Confieso que he seguido estas elecciones (el miércoles me acosté a las 4.00 a.m.), mordiéndome las uñas, sin embargo, el espectáculo, por complicado que sea, no deja de llamarme la atención. Mientras escribo, Biden está a punto de ganar la Presidencia con 253 «bananas» (votos electorales), de los 270 que se requieren para ganar la elección. Aún quedan un buen número por contar. Lo que me alienta es que éstos son, en su mayoría, los que fueron enviados por correo, los cuales por lo general son para el partido «azul», demócrata. Qué proceso tan farragoso, ya que éstos son contados a mano: hay que abrir el sobre, hay que sacar el documento, escanearlo para después alimentar la computadora y todo esto tiene que ser supervisado por representantes de ambos partidos. Qué bien les haría a los gringos un INE, un Lorenzo Córdova o un Alfredo Figueroa, ex consejero electoral y especialista en el tema. Por lo que se refiere a los comentaristas políticos, no hay términos medios, o son prodemócratas o prorrepublicanos. He de decir que prefiero los mexicanos, me parecen analistas menos complicados, más sutiles y neutrales.

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