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Elecciones 2020, última oportunidad del Partido Demócrata

No sé si en sueños, o en una pesadilla, seguía las primarias demócratas en New Hampshire.

La repetición de los presagios, adivinanzas, comentarios bien intencionados, comentarios mal intencionados, me fue hundiendo en un sopor y me transportó, indefenso, a Cabaret.

Cabaret, no con la genial Liza Minelli, más bien un cabaret de cuarta categoría, de esos que adoraba en mis tiempos de estudiante universitario, pero sin la vivacidad, la pureza de un cabaret poblete, de vestuario roto no de escenografía, sino de vida escapando por los agujeros, de deseos mal contenidos. Un cabaret casi aficionado, con un pobre maestro de ceremonias que exagerando hasta el cansancio reclamaba simpatía, una Sally chillona intentando vanamente alcanzar las estrellas sin entender que se parte del primer escalón, y no del último, de una herrumbrosa escalera musical.

Sin embargo, al escuchar los análisis del resultado de las primarias demócratas en New Hampshire, Cabaret volvía a mi mente. Lo mejor de la obra llegó cuando el maestro de ceremonias, sin decir una palabra, se arrodilló junto a un gramófono y puso un disco de vinilo con la marcha de las juventudes hitlerianas, y la marcha sin jóvenes abandonó arrolladora el escenario para confundirse en mi mente con el ruido de las botas de los nazis marchando, vejando los hermosos adoquines de los Campos Elíseos en París, avanzando hacia el Arco de Triunfo.

“Tenemos tiempo”, repetía Tom Perez, el maestro de ceremonias del Partido Demócrata, “la carrera recién comienza, falta mucho camino por recorrer”, y la marcha continuaba avasalladora subiendo por la platea.

En ese momento, el director de Cabaret tuvo un momento de genialidad, desde el techo de la sala hizo caer billetes y billetes sobre la audiencia aplastando las conciencias mientras los comparsas gritaban money, money, money, money, money.

“Tenemos tiempo”, repetía el establishment demócrata arrojando billetes, y los comentaristas repetían, “tenemos tiempo, hay un candidato subiendo, no tiene la palabra, pero tiene, money, money, money, money money”.

Otro billonario se revolcaba de alegría en la Casa Blanca, en una lucha de money contra money, ¿adivine quién gana?

Y el ruido de las jóvenes conciencias pisoteadas por el ruido de los billetes al caer pobló mi sueño, ¿o era una pesadilla?, ¿o era una visión?

Al despertarme me dije, no, no queda tiempo y aquello de que el tiempo es oro lo entendieron mal mis amigos, lo que queda es la última oportunidad para el Partido Demócrata para decir no al money, money, money, money, money y decir sí a un programa que surge de los adoquines, del alma de los pisoteados por la fortuna, del alma de los estudiantes poniendo el pecho para impedir el avance de la barbarie, el regreso al vellocino de oro.

Última oportunidad, o mañana crearemos un tercer Partido del cual, y lo siento Pete, lo siento Michael, lo siento Joe, lo siento Tom, el mandato del dinero quedará fuera, al igual que ustedes y el que “okupa» la Casa Blanca.

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