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El vestido rojo

¿Qué hará Angélica Rivera con el vestido rojo semejante a los que suelen usar las divas de la ópera y que se puso para su último grito de la Independencia? ¿Lo regalará a una de sus primas pobres? ¿Lo subastará para ayudar al país que deja su marido, Enrique Peña Nieto, en la pobreza? ¿Lo aprovechará para cortinas para su nueva casa? ¿O terminará por guardarlo en un enorme baúl, como recuerdo de que una vez fue la primera dama de los Estados Unidos Mexicanos?

El vestido rojo bandera de la Gaviota fue creado por Alejandro Carlín, diseñador mexicano de diversas personalidades como: Paris Hilton, Eva Longoria, Paulina Rubio, Rebeca de Alba, Edith González y Kate de Castillo. Los precios de Carlín oscilan entre 6 mil y 38 mil pesos. ¿Se lo habrá regalado el diseñador como agradecimiento por haber lucido sus modelos siempre para ocasiones muy importantes? No obstante queremos pensar que en el caso del vestido rojo, tuvo un mayor costo debido a la cantidad de metraje de satín, lo cual impedía a la señora Peña caminar con seguridad y dos veces estuvo a punto de tropezar… lástima que en estos seis años nadie le enseñó a caminar con elegancia. Era tan llamativo y rimbombante el vestido rojo que el Presidente, además de verse aún más pequeño, desaparecía.

Angélica Rivera se veía feliz o hacía como si hubiera estado feliz. Seguramente varias veces pensó qué ponerse y cómo arreglarse para esta ocasión tan especial, el sexto y último grito de Peña Nieto. Tenía que verse radiante, fresca, pero sobre todo joven. Como la típica artista de telenovelas no podía perder esta oportunidad única. Para aprovecharla al máximo tal vez por ello decidió teñirse el cabello más rubio, tan güero casi como el de Trump. ¿Por qué querrá Rivera ser absolutamente rubia platino? ¿Pensará que así de «güerita» podrá tener un buen contrato en Hollywood? ¿Querrá pasar por noruega o por sueca, todo menos mexicana? ¿Qué hará cuando le comiencen a crecer las raíces y ya no sea primera dama? Lo más llamativo de todo es que contrariamente a su mujer, Peña Nieto también se pinta el pelo, pero de castaño en tono caoba oscuro. Para la fiesta de El Grito fue más que evidente. Estos tintes de pelo más las sonrisas pletóricas de carillas y del tono blanco adecuado del Presidente y su esposa, los hacían verse, mientras saludaban desde el balcón al pueblo, muy falsos. Parecían «Ken» y «Barbie» interpretando el papel presidencial de un país en vías de desarrollo. Lo que también resultaba muy teatral era la escena familiar en el balcón del Palacio Nacional. A toda costa querían verse, porque sabían que aparecían en las televisoras del mundo, como una familia mexicana muy unida, armoniosa, divertida, con valores y casi perfecta. Todos sonreían. Según la hija o su único hijo que estaba a un costado del Presidente en la ceremonia de El Grito, éste le hablaba al oído, comentaba algo respecto de los fuegos artificiales o se reía a carcajadas. También se le vio cruzando sus brazos sobre el pecho, como diciendo al pueblo que lo abrazaba y le agradecía todo su amor en estos seis años. Qué tan amoroso se ha de haber sentido el mandatario que hasta formó un corazón con sus manos, pero en lugar de ponerlo a la altura de su pecho, lo puso frente a sus ojos como si estuviera enfocando con su lente a la multitud. La que sí hizo un corazón con sus manos casi perfecto fue la Gaviota, vestida de nuevo de rojo con pantalón y blusa camisera, pelo suelto y zapatos beige, durante el desfile militar del 16 de septiembre.

Sin olvidar que el rojo es el color del PRI, nos preguntamos ¿cuántos vestidos, trajes, blusas, suéteres, pantalones, bolsas, zapatos, chales y rebozos rojos tendrá Angélica Rivera en su guardarropa? ¿De cuánto será su costo? ¿Cuántas corbatas, suéteres y chamarras rojas tendrá Enrique Peña Nieto en su vestidor?

Volviendo al destino que tendrá el vestido rojo de la Gaviota, queremos suponer que muy pronto tendrán, tanto Peña Nieto como ella, su figura de cuerpo entero hecha en cera para el Museo de cera. Para recordarla aún mejor a la última primera dama del PRI, sería fabuloso que la vistieran con el vestido rojo que usó en el último grito de su marido. Se vería divina. Y para los mexicanos sería una forma de evocar, con toda nuestra nostalgia, la época de excesos, de corrupción, de violencia y de impunidad de Enrique Peña Nieto.

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