Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Angel Dámaso

El ungido

Hace unos días leía al Profesor Lapuente en El País afirmar que en tiempos de crisis, los “chamanes” se posicionan como los políticos más exitosos en Europa. Caracterizados por un discurso simplista y profundamente ofensivos brotan con facilidad y son llamados a ocupar los huecos que el discurso de desesperanza existente abre entre la ciudadanía.

Si bien es cierto que en Europa sorprende la proliferación de este espécimen extraño en su territorio y por ello se le dedican grandes cantidades de tinta firmadas por las mejores o más conocidas plumas del continente, en América Latina la existencia del mismo se considera prácticamente endémica. Estamos hablando del ungido.

El ungido, en su variante latinoamericana, se aprovecha de un entorno de debilidad institucional, de los problemas de un grupo importante de la población, de los inestables sistemas de partidos y del marco personalista de las instituciones para desplegar su principal arma en todo su esplendor: la verborrea.

El ungido es ese individuo que, cual enviado celestial, pontifica acerca de las virtudes y bondades de sus simples recetas como cura a problemas de corte profundo. Se encuentran ungidos porque su verborrea es mesiánica y se consideran grandes personalidades, casi de otra época. A pesar de su levitación intelectual que les acerca más a las deidades (religiosas y/o laicas), tienen la extraña capacidad de mostrarse como simples portavoces únicos de las necesidades de los individuos que habitan con ellos en el espacio y el tiempo, su pueblo que no sus congeneres. Esa extraña levitación les permite no solo destacarse sobre el resto del cuerpo de habitantes de un lugar, sino que su virtud moral se convierte en camino y sus directrices se encuentran por encima del bien y del mal.

A pesar de las patentes diferencias de posicionamiento entre algunos de estos individuos, los discursos suelen ser recurrentes en su forma aunque no tan en el fondo. Los “análisis causales” son ofensivos y cazan brujas y culpables más que determinan causantes, son enemigos de la explicación compleja y buscan la polarización como objetivo vital, ya que en ella se mueven con habilidad. Es su entorno natural.

Estos especímenes proliferan con facilidad a ambos lados del eje ideológico sin mayor problema. Hay oleadas de los que proceden de un lado u otro, y se distinguen en objetivos y definir culpabilidades pero los medios para llevar a cabo esos fines no varían en demasía. Las instituciones no les sirven y las desmantelan, los instrumentos de fiscalización del estado les son ajenos por innecesarios, sólo necesitan la aclamación del pueblo para sentirse con la misión de salvar a los estados y las personas de sí mismas. La verdad es que para qué necesita uno un Poder Judicial que le limite si es la reencarnación del prócer de la patria o el padre del pueblo. Esos instrumentos de control por parte del estado son para simples mortales, no para los elegidos.

Espacialmente aparece en casi cualquier lado de la región, le es indiferente crecer en La Pampa argentina, que en el territorio colombiano, no le hace ascos al altiplano bolviano, ni al llano venezolano, cualquier territorio es bueno siempre y cuando pueda crecer y situarse en la residencia presidencial del país. Eso sí, la ocupará todo el tiempo que le sea posible porque su reino a parte de ser de este mundo necesita el poder para sobrevivir. Dejará también por todo el país un reguero de redes clientelares al estilo de sus predecesores, aquellos tan malos mercaderes que, supuestamente, vendieron sus países por unas monedas de plata.

Temporalmente aparecieron durante toda la mitad del siglo XX, así como también durante los noventa, la primera década del siglo XXI y en la actualidad, donde observamos países en los que se encuentran aferrados al poder tras una larga temporada de actuación o en estado larvario en la oposición, buscando el momento oportuno para aferrarse a las mieles del poder y llevar a cabo su cometido.

Estos ungidos ya forman parte de una tradición que se mantiene por su propia fuerza pero que casi resulta de ser absurda. Con su trazo grueso y su búsqueda de la confrontación dividen entornos, parasitan instituciones, debilitan países e incluso socavan libertades solo bajo la bandera de una extraña misión que solo ellos conocen. Estos especímenes son tan habituales que se camuflan en el medio y pasan desapercibidos. Es lo malo de las plagas, que uno sabe cuando llegaron pero cuesta mucho erradicarlas.

Hey you,
¿nos brindas un café?