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El tiempo que nos ha tocado vivir (I): el COVID-19 y la Ciencia Social

La interdisciplinariedad no es otra cosa que la reafirmación y constante epistemológica de la reagrupación de los saberes (…) La interdisciplinariedad constituye uno de los aspectos esenciales en el desarrollo científico actual. No se concibe la explicación de los problemas sociales desde una concepción científica sin la interacción de las disciplinas afines

Nuria E. Pérez y Emilio Setién, 2008.

En momentos como el presente, cabe poner en valor la importancia teórica del pensamiento y el conocimiento científico-social para entender la complejidad del mundo (pos)moderno. Libertad, democracia o éticas de mínimos son algunos de los términos que han estado en boca de la opinión pública en los últimos meses.

Es momento de (re)pensar la historia y la realidad social. De la capacidad del pensamiento autónomo y crítico reside en parte del saber filosófico, sociológico y antropológico, en aquellos autores y autoras que en algún momento se salieron de la línea a seguir, muchos de ellos cuestionados en su momento histórico, pero que, de una u otra forma, “la Historia los absolvió”. La reflexión crítica será vital en el futuro más próximo. Ante la incertidumbre que se aventura, muchos querrán “subirse al carro” y aprovechar la ocasión para escribir esos textos que nadie leería en otro momento. El oportunismo siempre aparece.

Nada más comenzar la extensión pandémica, vimos polarizada a parte de la opinión pública con el debate en forma de artículos de prensa entre Byung-Chul Han y Slavoj Žižek. Y quizá este fue el primer momento de reflexión, después de una cantidad abrumadora de información sin precedentes. Se trata de buscar el diagnóstico que te convierta en referencia cuando todo acabe. Pero la Ciencia Social es mucho más.

En este sentido, no hace tanto que Fukuyama vaticinaba el “fin de la historia” y pensadores como Marc Augé auguraban un futuro incierto poniendo como punto de partida los atentados del 11 de Septiembre. Ahora, en “La Era del COVID-19”, lo hace Žižek con Pandemic.

El “no me toques” que destaca Žižek al principio de su obra, casi parece uno de aquellos “experimentos de ruptura” utilizados por Garfinkel para alterar contextos normativos de nuestra acción social. Y es que las formas de vida posmoderna, las interacciones y relaciones interpersonales han sido drásticamente modificadas. Ese pesimismo propio de los teóricos de la Posmodernidad se ha multiplicado, y aunque ésta pudiera conservar sus características y “esencia”, apunta a un nuevo estadio.

La Filosofía, la Sociología, la Antropología o la Politología han estudiado, analizado y reflexionado sobre diversas categorías, estructuras y procesos que se postulan fundamentales en estos tiempos: ética, metafísica, desigualdad, estructuras de poder…

No sé si como afirma Žižek estamos ante el agotamiento o el fin del sistema capitalista. Lo que sí se postula más claro es la emergencia de la constitución de unos nuevos valores, horizontes y perspectivas de futuro. Pensar la investigación social como estrictamente necesaria para la superación de un conflicto de este calibre. Porque el virus SARS-CoV-2 se estudia desde la epidemiología y la ciencia biomédica, pero sus consecuencias son sociales, políticas y económicas. Igualmente relevante ha resultado el papel del trabajo social. Porque pobreza, desigualdad, exclusión o inferencias en la salud mental son los resultados directos, aunque en ocasiones omitidos, de la pandemia.

Asimismo, ni somos militares, ni estamos dispuestos a serlo. Es decir, esto no es una guerra como los presentes discursos bélicos sugieren. El lenguaje bélico es, históricamente, unionista: nosotros contra el otro. Aunque en este caso, ese otro, carezca de identidad. Lo “normal”, en sentido durkheimniano, se convierte en incertidumbre. Como decíamos en el inicio, la libertad ha sido uno de los temas clave en estos meses. Por tanto, ¿qué libertad podemos esperar en la “nueva normalidad”? El análisis politológico nos ayudará a entender, en un futuro próximo, las nuevas reconfiguraciones del poder político, la aparición de nuevos discursos y, en definitiva, un nuevo orden.

Es plausible pensar que aparecerán nuevas estructuras y divisiones sociales. Ante ello, la explicación sociológica llegará, pero la respuesta requerirá de complejidad, a la altura de las circunstancias, sin precipitación y derivada de un conocimiento interdisciplinar que pueda profundizar en los verdaderos efectos de esta crisis.

Decía el filósofo Moisés González al comienzo de su último capítulo de Filosofía y Modernidad que “es momento en el que parece ser necesario que la filosofía encuentre la palabra que ilumine este tiempo”. Hoy, treinta años más tarde, ante el desconcierto y la incertidumbre, la idea no ha perdido valor. Porque, al fin y al cabo, la incertidumbre, “quiere decir miedo”

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