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ViceVersa Magazine

El sobreviviente de Carmen de Uría

Justo hoy se celebran 15 años del deslave de Vargas, una tragedia que enlutó a los venezolanos y que les enseñó que, cuando la naturaleza se opone no es tan fácil luchar contra ella y hacer que obedezca…

Vargas ocupa en mi corazón un lugar muy especial, pues fue en ese estado donde pude comprar mi primer departamento. Cuando mi esposa y yo le dimos la noticia a la familia de la adquisición de nuestro pequeño paraíso a orillas del mar, más de uno puso el grito al cielo. La verdad, de ese departamento en Camurí Grande tenemos muchos recuerdos:

El cielo rojizo del amanecer, las piedras bañadas por las olas del mar y el olor a mar, un olor que cuando es percibido, viene acompañado de los más hermosos recuerdos.

Pero no todos los recuerdos son hermosos, también recordamos los “esqueletos de casas” (como les dice mi hijo) a las ruinas del pueblo fantasma de Carmen de Uría.

Para el año 99, Carmen de Uría era un pueblito costero enclavado en las montañas y con una hermosa vista al mar, que seguramente hacía recordar a sus habitantes, mayoritariamente inmigrantes italianos y portugueses, a las islas de Sicilia y Madeira.

En Carmen de Uría eran comunes edificios de 5 plantas, los comercios, la iglesia y su gente afable y presta a atender a los turistas. Bueno es mencionar también los “helados de vasito” que eran parada obligada de todo visitante que pasaba por allí de camino a Los Caracas o La Sabana.

La tranquilidad era también uno de los habitantes del pueblo, pero todo cambió aquel 15 de diciembre de 1999 cuando comenzó a llover. Llovió en una noche la cantidad de agua que debería llover en un año, ocasionando que sedimentos y grandes rocas en la cima de las montañas se derrumbaran y acabaran con todo, absolutamente todo lo que ese rio de la muerte se encontrara a su paso… Lamentablemente encontró a Uría.

De aquel hermoso pueblo no quedó nada, o bueno casi nada. Hoy en lo que fue Carmen de Uría solo se encuentran un campamento militar, la iglesia de pueblo (con el cristo de un solo brazo) y “El Sobreviviente”. Ese es el nombre que recibe una de las pocas casas que quedó en pie. Cuando Uría existía, en ese lugar había una panadería, una cauchera y hasta una farmacia. Pero hoy día es el hogar de varias familias que se resisten a dejar su tierra; “Si nosotros nos vamos, Uría muere”, dice Kelvin Anzola quien vive en el lugar desde hace más de 10 años.

Kelvin me cuenta como se desarrollaron los acontecimientos: “La lluvia comenzó un día jueves, en principio se desató una llovizna, pero luego pasaron días y nunca cesó la lluvia. Primero quedamos totalmente incomunicados pues se derrumbó la carretera, luego cuando el río se llevó las primeras casas decidimos agarrar cerro y caminando llegamos a un barrio cercano: El Tigrillo, a ese barrio le debemos la vida”.

Confiesa que las primeras noches no podía dormir, pues veía a sus amigos pedir ayuda desde las azoteas de las casas y a los poco minutos, una ola que, cual mano gigante les aplastaba. Y un crujir similar a cuando se parte una galleta de soda acompaña esos recuerdos, “pero lo que se rompían no eran galletas sino casas”.

Ahora cuando llueve ya no tiene miedo, dice que si sobrevivió fue por algo. Cuando le pregunté por qué no se fue, este me contestó:

– Si nos vamos Uría se muere, además esta es nuestra tierra, aquí nacimos y acá tenemos que morir. El Varguense es duro y esta tierra tiene algo que te ancla. Además, esta vista al mar no la tiene mucha gente jejee (se despide dándome una palmada en la espalda).

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